"La convivencia humana y la prístina naturaleza son dos realidades que pueden edificar y ser agradables. Es su manipulación lo que duele, y cuesta mucho cuando se desvirtúa."
—G.A.L.D.
¿Qué es y por qué duele la gentrificación?
Definida como tal: “La gentrificación es un fenómeno económico, cultural, político y social que básicamente consiste en la revaloración de barrios centrales deteriorados y habitados por población de bajos ingresos, que una vez rehabilitados se destinan a la residencia de clases medias.”
Este fenómeno, que se vive actualmente no solo en la Ciudad de México, sino también en los llamados Pueblos Mágicos y diversas zonas urbanas o rurales de nuestro país —por su encanto climático, económico, gastronómico e incluso por su aparente tranquilidad social— está siendo protagonizado por ciudadanos de otras latitudes del planeta, particularmente norteamericanos. Con la crisis que el disfuncional molde económico llamado capitalismo neoliberal ha provocado en lugares como California, muchas personas han huido hacia el “paraíso” llamado México, solo para convertirlo en un infierno para los habitantes locales, que tarde o temprano terminan por estallar.
Así ocurrió precisamente el 4 de julio —fecha más que emblemática para los estadounidenses— y que pasará a la historia, como lo relata esta crónica de Animal Político:
“Estamos hartos de sus euros y dólares”: activistas y vecinos de la Condesa se manifiestan contra la gentrificación.
Activistas y vecinos de la colonia Condesa realizaron una manifestación y marcha para exigir a las autoridades que frenen la adquisición de bienes por parte de extranjeros. Sin embargo, un grupo de personas lanzó piedras y objetos a una cafetería, considerada parte de la actividad comercial internacional. Se hicieron pintas en varios inmuebles de la colonia.
Durante la manifestación en el Parque México, un vocero expresó:
"Ya estamos hartos de que vengan los extranjeros con sus euros y sus dólares y quieran comprar nuestra patria. Si permitimos que esto avance, pronto no habrá quien lo detenga. Estamos a buen tiempo", dijo, mientras los manifestantes gritaban:
"¡Fuera gringos, fuera gringos!", al recorrer las calles de Nuevo León y Vicente Suárez.
Violaciones a derechos territoriales
En un posicionamiento, el Colectivo Claudia Cortés indicó que el problema radica en el desplazamiento forzoso de los habitantes locales por la llegada de nuevos pobladores con mayor poder adquisitivo. Esto constituye una violación a los derechos territoriales, humanos e incluso ambientales.
"Llevamos años luchando contra el tsunami inmobiliario que se ha apoderado de nuestros barrios, colonias, pueblos y ciudades. Somos habitantes originarios de estas colonias de la alcaldía Cuauhtémoc y hemos sido directamente afectados por el cártel inmobiliario", denunció el colectivo.
Explicaron que grandes capitales inmobiliarios son “tentáculos del pulpo gentrificador”, responsables de la precarización y financiarización de la vivienda:
"La vivienda deja de ser un espacio para habitar y se convierte en un producto financiero, priorizando la plusvalía sobre las condiciones de vida de las personas. Se acapara el agua, se encarece la vida, se privatiza el espacio público y se apoderan de zonas enteras, controlando gobiernos, policía y comercio."
La gentrificación no es progreso
El colectivo subrayó que la gentrificación no es sinónimo de mejoría o progreso, sino una mentira legitimadora del despojo y el desprecio por la cultura y la historia de una comunidad.
"Quizás al inicio de la apariencia de generación de empleo y ganancia para los locatarios, pero pronto se ve para quién son realmente esas ganancias y a qué costo."
Denunciaron también que plataformas como Airbnb permiten rentar habitaciones o departamentos completos, generando hoteles encubiertos que evaden impuestos nacionales, con edificios diseñados para estar desocupados al 50%, elevando el costo de vida en perjuicio de los residentes históricos.
Es tiempo de reflexionar y actuar, antes de ser extraños en nuestra propia tierra.
El agua, contrapunto de vida y muerte
El tema del agua me ha dado, por décadas, mucho en qué pensar. La he seguido desde el Amazonas e Iguazú en 1992, hasta Copenhague en 1995, Johannesburgo en 2002, Tailandia, China y Kioto en 2003. Y ni qué decir de la Sierra Tarahumara, a la que llevé a una conferencia intercontinental que nos enlazó del Kilimanjaro al Himalaya y de Turín a Mendoza, también en 2002.
He descrito al agua en mis libros como: Esa desconocida, El eslabón de vida, y en El ABC hacia una cultura del agua por una vida sustentable. Aun así, no logro explicarme por qué no hay interés verdadero por parte de autoridades civiles, sociales, administrativas y especialmente educativas para fortalecer lo más urgente: la cultura del agua, que es la que transformará la realidad y evitará que nos estalle en la cara… como lo ha hecho estos días.
¿De qué otra forma haremos comprensible que nadie es superior a las leyes, mandatos y memoria del agua? Porque, digámoslo claro: no existen realmente las tragedias ambientales. Existe la avaricia de los desarrolladores y la negligencia de pobladores que intentan ser más listos que el agua, y terminan perdiendo incluso la vida.
Habrá que hablar mucho —sí, mucho— de este tema de aquí a septiembre, cuando espero que cierre la temporada de lluvias. Por lo pronto:
⦁ Cuídese.
⦁ No cruce cuerpos de agua que excedan la mitad de la llanta de su vehículo.
⦁ Si es desarrollador, no construya sobre cauces de ríos o arroyos.
⦁ No los cancele ni los desvíe, si no quiere recibir una triste sorpresa.
Lo he dicho y escrito desde 1987: los arroyos tienen memoria. Los comparo con las arrugas de nuestro rostro: las hizo el tiempo. Y esta Tierra que habitamos tiene apenas 4,500 millones de años. Un día —no sabemos cuándo— volverá a necesitar esos cauces para hacer transitar el agua.
No lo dude.