En los últimos meses, México ha estado en medio de una serie de presiones económicas internas y externas que han hecho necesaria la creación de nuevos mecanismos que fortalezcan la posición de nuestro país ante el mundo. Fue así como la presidenta Claudia Sheinbaum y el sector empresarial han fijado el eje principal sobre el cual gira la estrategia de desarrollo económico. El Plan México es una respuesta a las tensiones globales, pero desde una perspectiva social.
El presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, en el discurso inaugural de su segundo mandato al frente de los Estados Unidos, justo en medio de una de las peores crisis económicas del vecino país, dijo: “El test de nuestro progreso no es si añadimos más a la abundancia de los que tienen mucho, sino si proporcionamos lo suficiente a los que tienen poco”. Esto es muy significativo para nosotros, los mexicanos, porque retrata el carácter social y distributivo del Plan México, enfocado principalmente en la creación de empleo, la integración territorial y social de la nación, y la atracción de inversión; es decir, una economía más justa y equilibrada.
Las recientes medidas arancelarias que ha establecido el gobierno norteamericano han servido de marco para que el Plan México sea visto como una reacción oportuna a dichas presiones. Esta estrategia no confrontativa, encabezada por la presidenta Sheinbaum, ha dado buenos resultados porque fortalece la economía interna y regional.
El atraso en infraestructura que vivimos en México, producto de muchos años de políticas neoliberales que erosionaron la base económica, encontrará en esta estrategia el inicio de una recuperación que redundará en una mejor posición del país ante las presiones globales e internas. Se contemplan 277 mil millones de pesos en inversiones público-privadas, cuyo objetivo es sentar las bases para fortalecer la conectividad logística, la generación de energía limpia, los parques industriales y la tecnificación.
Con esa inversión, México se convierte en uno de los motores clave para el desarrollo industrial de América del Norte y, con ello, podrá aprovechar el nearshoring como una ventana de oportunidades, diversificar la economía y reducir la dependencia externa; desarrollar el sureste cerrando brechas históricas, así como fortalecer la soberanía tecnológica y energética.
Otro de los objetivos centrales es la creación de 1.5 millones de empleos al año. Aunque esto es tremendamente retador, se trata de responder al desarrollo interno necesario para convertir la relocalización de las cadenas de suministro en una realidad funcional. Pero la idea no es solamente generar empleos, sino que estos sean bien remunerados, con prestaciones, y que eleven la capacidad laboral mediante formación y capacitación.
Esto cobra particular relevancia si consideramos que, en el país, más del 55 % de la población ocupada está en la informalidad. Esto permitirá atacar el problema de la precariedad laboral. También es importante señalar que, para que esto funcione, es necesaria la participación decidida de los empresarios y, sobre todo, generar una conciencia social de la interdependencia de todos los factores económicos como un círculo virtuoso.
En el marco del Plan México, la presidenta Sheinbaum ha establecido una política de coordinación federal con los estados y con el sector privado, a través de una especie de gobernanza compartida, la agilización de trámites y la generación de confianza en la inversión. En este tema, los gobiernos estatales juegan un papel fundamental para reducir las regulaciones y establecer trámites más simples.
También se contempla que nuestro país amplíe sus horizontes de cooperación hacia otras regiones, sin dejar de lado los atractivos de América del Norte. Por ello, se establece la necesidad de estrechar lazos comerciales y de colaboración con otros países latinoamericanos como Brasil, Colombia y Chile.
Nuestro país se encuentra ante la oportunidad de dejar de ser el eslabón débil de las cadenas globales. Podemos ser un motor industrial en América del Norte, pero debemos entender que el Plan México no es una apuesta a corto plazo. Su funcionamiento no depende solo del gobierno, sino también de la cooperación y coordinación con el sector empresarial. El desarrollo no llegará por inercia; por el contrario, debemos construirlo con dirección, decisión y una voluntad compartida por todos.
Opinión
Martes 22 Jul 2025, 06:30
Así las cosas, con el Plan México
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Armando Cabada
