El hombre es el único ser en este mundo capaz de pensar. Santo Tomás de Aquino enseña que la operación propia del hombre en cuanto hombre es entender, gracias a esta capacidad el ser humano puede captar valores que se encuentran en las virtudes o cosas, al tiempo que puede sentirse atraído por ellos a través de la voluntad y, en su caso, poseerlos de manera libre.
El ser humano sea adulto, joven o niño, siempre busca el bien en las virtudes y en los valores, pero no siempre elige bien, y es aquí donde entra la dirección correcta a través de la motivación de los padres, tutores, maestros, etc., para el logro de la auténtica felicidad en todos los campos en que se desarrolle.
Como punto de partida para esa buena dirección, debemos entender que ¡todas!, ¡todas!, ¡todas! las personas son capaces de captar aquello que es valioso en una virtud o cosa, es decir, todos podemos captar el bien y la bondad que hay en la amistad, la justicia, el estudio, el trabajo, el amor, los bienes materiales, y gracias a la voluntad nos dirigimos hacia ellos, hacemos lo necesario honestamente con la finalidad de apropiarnos de aquellos.
Gracias a esa capacidad que tenemos las personas de captar lo valioso en las acciones o en las cosas podemos explicar: por qué un niño tiende a jugar con otros niños, por qué un estudiante se apasiona enormemente por el estudio o por el deporte, por qué una persona es feliz cuando ayuda a otra, o por qué siente un grado de satisfacción cuando realiza con eficiencia y esmero sus tareas laborales.
También debemos entender que la capacidad de captar y apreciar lo valioso, a lo cual tendemos de manera natural; es una especie de sed que se ve satisfecha o se sacia cuando practicamos aquella virtud o poseemos objeto que posee en sí el bien o bondad que captamos en él, y que gracias a éstas satisfacemos aquella búsqueda iniciada por la capacidad referida.
Entendido lo anterior, viene el reforzamiento positivo de la conducta fundado en la razón, para el logro de la obtención o posesión del bien o bondad que hay en las virtudes o valores que nos perfeccionan como ser humano, sin desvirtuar la motivación mediante premios que termina convirtiendo en egoístas a las personas, ejemplos abundan: si haces la tarea te doy cien pesos, si te portas bien todo el año te compro tu juguete favorito.
Un reforzamiento positivo de la conducta sería, por ejemplo: cuando un padre o madre de familia, docente o amigo, le dan ánimo, o apoyo al hijo, al estudiante o compañero, al hacerle ver con palabras y benevolencia buscando su bien, que participan de su alegría por una meta alcanzada o por el éxito obtenido en un examen, un trabajo terminado, un deber cumplido, o bien, le brindan apoyo o confianza cuando falló en alguna actividad para que sienta seguridad al intentarlo nuevamente.
Misma regla aplica para quien dirige personal en su trabajo, lamentablemente cuántas veces hemos escuchado que un servidor público a nivel directivo o gerente de empresa, emplea como medio de “motivación” la ofensa, los insultos, la humillación frente a otros, o amenaza a sus subordinados con perder el puesto para que cumplan sus tareas; bueno, pues ese tipo de personas no tiene de motivador o líder ni el peso en gramos del último cabello que les queda en la cabeza.
Con el reforzamiento positivo de la conducta, nos dice Raúl Gutiérrez [1] que en las personas al recibir este tipo de estímulos: “el premio es algo interno, y refuerza lo significativo y alentador de obtener un resultado positivo.”, es decir, es la alegría, el gusto, la emoción, por lo logrado y las palabras de aliento, sentirse bien por uno mismo y con el deseo de seguir adelante ¡sin café!, sino ¡con ganas producto de la motivación!
Existen otro tipo de elementos para motivar, como las coerciones o plazos fatales para entregar trabajos, entre otras, así como la imagen que la persona tiene de sí misma, pero de eso hablaremos luego, ¡sin café, pero ¡con ganas!
[1] Gutiérrez, R. Psicología. Editorial Esfinge. México. Pág. 146.