Ciudad de México.- Mi tío Rubén Aguirre, hermano de mi madre y papá del entrañable Profesor Jirafales, era ingeniosísimo señor. Cierto día alguien llamó a la puerta de su casa, y la abrió él. Preguntó el visitante: "¿Por casualidad vive aquí el señor Rubén Aguirre?". "Aquí vive, sí -respondió mi tío-, pero no por casualidad, sino porque paga la renta". Mi abuela Liberata le dijo una vez: "Búscate una muchacha de buen fondo". Opuso él: "Mamá: pero el fondo ¿quién se los ve?". Otro tío, esposo de la única hermana de mi padre, solía dejarse la piyama debajo de la ropa a fin de protegerse del congelante frío saltillero. Temía que la piyama le asomara por abajo del pantalón, y le preguntaba a su señora: "¿No me sale el fondo?". Las que no tienen fondo son las desatinadas obras que llevó a cabo López Obrador en su letal sexenio. Tanto el Tren Maya como el aeropuerto "Felipe Ángeles" y la refinería Dos Bocas -ninguna de las dos ha refinado nada- son barriles sin fondo que chupan, insaciables, los recursos que deberían destinarse a la construcción de escuelas, hospitales, carreteras y a otras tareas tendientes al bien comunitario. ¡Cuánto daño le hizo a México ese presidente autoritario y caprichoso! Su voluntad sigue rigiendo, dueño único del partido en el poder y de una clientela de señor feudal, y prepara desde ahora una sucesión dinástica en la persona de su hijo Andy, que ya ordenó que nadie le diga Andy. Mientras tanto el país se debate en la ruina económica, y sigue pagando el precio de las ocurrencias de AMLO. ¿Cuánto costó la elección judicial? Hace años iba yo en mi automóvil, y al hacer alto en una esquina un vendedor callejero me ofreció un cuadro de la Última Cena hecho de yeso. Le pregunté cuánto costaba. "15 pesos" -me informó. "Es muy caro" -opiné. "¿Cómo caro? -protestó el sujeto-. Le sale a peso cada apóstol, y a 3 pesos Jesucristo". ¿A cómo nos siguen saliendo los costosos e inútiles caprichos de López Obrador? Esa pregunta no tiene fondo. La joven esposa fue llevada a toda prisa por su marido a la clínica de maternidad, pues exactamente a los nueve meses de casados, contados día por día, llegó la inaplazable visita de la cigüeña. Tras una breve espera apareció el médico, sonriente, y le informó al muchacho: "Eres padre de un robusto bebé". El flamante papá consultó su reloj y dijo: "¡Qué puntual es la naturaleza! ¡Son las 11 de la noche; la misma hora que hace nueve meses!". Poco después salió nuevamente el médico, feliz: "Ahora eres papá de una linda bebita". Otra vez vio el joven esposo su reloj y comentó: "De nuevo es puntualísima la naturaleza. Son las 12 de la noche. La misma hora que hace nueve meses". Añadió en seguida: "Y voy a la cafetería a tomar algo. Si la naturaleza sigue con su puntualidad, el siguiente bebé no llegará sino hasta dentro de una hora y media". El avieso galán llevó a su dulcinea al soledoso sitio llamado el Ensalivadero, lugar umbrío y alejado de la ciudad al que acuden por la noche en sus vehículos las parejitas en trance de ardimiento y que no tienen para pagarse un cuarto de motel. En este caso el único en estado ardoroso era el muchacho, pues la chica se mostraba fría, lejana, indiferente, y no le permitió ni un beso, no digamos ya otro tipo de expansiones de mayor sustancia y entidad. Ni siquiera aceptó pasarse al asiento trasero del coche, antes bien se bajó de él, y junto con su acompañante estuvo todo el tiempo recargada en el vehículo. Luego de un largo rato de estar así, de pie, inmóviles y silenciosos, dijo el novio: "Mejor regresémonos. No vamos a estar los tres parados aquí toda la noche". (Él, ella y el automóvil). FIN.

MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
-Le tengo miedo a Dios.
Eso me dijo ayer este amigo mío con el que acostumbro tomar la copa -varias- los martes por la noche. Me contó:
-El cura de mi pueblo encendía una vela y hacía que los niños del catecismo fuéramos pasando uno por uno y pusiéramos un dedo en la llama. Lo retirábamos de inmediato, claro. Y nos decía el sacerdote:
-Si no pueden aguantar este fuego, imaginen el que arde en el infierno. Ahí arderán ustedes toda la eternidad si no cumplen los mandamientos de Dios y de la Iglesia.
Luego nos explicaba que la eternidad es como una bola de piedra mil millones de veces más grande que la Tierra. Cada mil millones de años pasaba una mosca y con el ala rozaba aquella enorme roca. Cuando a fuerza de pasar la mosca y rozarla aquella bola de piedra se partiera en dos, la eternidad ni siquiera habría empezado todavía. Y nosotros estaríamos quemándonos en el infierno porque no fuimos a misa o nos portamos mal.
-Yo imaginaba a Dios -dijo mi amigo-, como un padre. Pero no un padre amoroso, bueno, sino castigador y cruel. Así lo imagino todavía. Y todavía me arde la quemadura de la vela.
¡Ah, este amigo mío! Cuando bebe recuerda cosas que debería olvidar.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
Por AFA.
". La Presidenta irá a Canadá.".
Dijo un lector algo mula:
"Vamos de menos a más.
López Obrador nomás
llegó hasta Chalchicomula".