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Más tardaron en presumir que Chihuahua había descendido hasta el 6º o 7º lugar en homicidios dolosos, que éstos en regresarnos al top ten de los peores 4 del país.
Por delante de Chihuahua (PAN), están peor: Guanajuato (PAN), Baja California (Morena), Edomex (Morena), y poquito atrasito de nosotros: Sinaloa (Morena), Jalisco (MC), Guerrero (Morena) y Colima (Morena).
Semanas atrás el Ejecutivo federal y el estatal se ufanaban de la baja en los indicadores de homicidios dolosos relacionados con el crimen organizado.
Presidencia de México -porque república ya no existe- mostraba estadísticas donde, según ellos, los homicidios dolosos habían descendido en el orden del 30%.
La SSP estatal hacía lo propio, pero con un porcentaje más conservador, 25%.
A las dos secretarías que hacen frente a la “malandrada” y son comandadas por “guapitos” que, a través de campañitas en redes sociales donde son promocionados como super policías, la realidad aterriza sus presentaciones en Power Point.
La semana pasada esa cruda realidad nos devolvió al 4º lugar nacional entre las entidades más violentas del país.
Tan sólo en Ciudad Juárez (Morena), la urbe más poblada del estado, ejecutaron a 12, dos de ellos fueron colgados en el puente que bifurca la fronteriza ciudad con el camino a Santa Teresa.
En el Libramiento Oriente de Chihuahua (PAN), cuatro cuerpos fueron tirados en esa zona que se ha convertido en uno de los lugares favoritos de la delincuencia para arrojar ejecutados.
En la desastrosa carretera Aldama-Ojinaga, otras cuatro personas que habrían sido secuestradas previamente en Aldama, fueron halladas sin vida en el kilómetro 61 de la peligrosa ruta.
Las fuerzas del orden federales y estatales desplegaron un operativo para cercar a las bandas criminales que se disputan el territorio del sol a sangre y fuego, pero hasta el momento no existe informe oficial del operativo.
Las macabras cifras y el deshonroso lugar que tienen a la entidad entre las violentas del país, lo cual no es reciente. Desde hace más 40 años, Chihuahua al ser frontera y cruce obligado para el trasiego de drogas, y de delitos del fuero federal, paga las consecuencias de su ubicación territorial.
Desde Fernando Baeza hasta Maru Campos, y desde Miguel de la Madrid hasta Claudia Sheinbaum, ninguno ha podido con este flagelo.
Todas las estrategias, con balazos, con abrazos y sin ellos, han chocado contra el crimen organizado más poderoso de la tierra, el que, por cierto, pasó en los años 70 de tener influencia en Tamaulipas, Jalisco, Baja California, Sinaloa y Chihuahua, a controlar en la actualidad vastos territorios de la geografía nacional.
En este país es más lucrativo ser malandro, que efectivo del orden, aunque algunos trabajan para ambos bandos.
Qué tan atractivo será que de los 500 mil activos que el propio Calderón estimó, y pese a los más de 420 mil muertos desde que el michoacano declaró la guerra al crimen organizado, hasta los tiempos de Sheinbaum Pardo, la cifra sigue vigente según aseguró Sebastian Lukács Gorka, director antiterrorismo del Consejo de Seguridad Nacional Casa Blanca.
La inseguridad en el país, por más bizarra que sea, ya no es asunto que incline la balanza en favor de algún partido político e ideología.
Todos han fallado, y en los últimos siete años de régimen de la 4T, cuando más se empoderó el crimen organizado, se ha banalizado tanto el tema o simplemente ya nadie se asombra, que hasta los inversionistas extranjeros se adaptaron a los riegos e indexándolos al costo de sus mercancías.
Habida cuenta de lo común y cotidiano que resulta el maniqueo de las cifras y las culpas, el Ejecutivo estatal y su par federal llaman a no politizar la inseguridad, y ahora la salud. Más unidos que nunca.
Mientras que los funcionarios públicos del orden pintan un panorama sin sobresaltos sobre la inseguridad, la que minimizan como broncas entre bandos opuestos, y copian el libreto de la sonrisa Colgate para lo que venga, el pueblo la piensa para viajar por las carreteras del estado y del país entero.
Muy pronto aprendieron del odiado enemigo público número uno a conformarse con una tajadita del pastel. Más vale zambutirse eso a vivir en el error.