Jamás he votado por los colores guinda. No sufragué por la revocación de mandato ni por los miembros del poder judicial. Al contrario, he sido su crítico. También dije en el 2018 y lo repetí en el 2024 que ojalá a AMLO y continuismo le fuera bien porque le iría bien al país. No le apuesto al declive de la 4T porque nos llevaría la tristeza. Pero como van las cosas, ellos se pondrán en su lugar solitos.
Me refiero hoy específicamente a la declaración de Layda Sansores cuando dijo “Ser mujer, ser indígena y ser pobre es lo peor que le puede suceder a una mujer” (debería haber dicho “a una persona”). Feministas, indigenistas, derecho humanistas se rasgaron las vestiduras. Asombradas y molestas cuestionaron el lenguaje machista, misógino, clasista, racista, de la gobernadora. Exigieron una inmediata disculpa pública y le exigieron asistiese a cursos y talleres de capacitación en perspectiva de género para que corrigiera esas desagradables declaraciones.
Ay, Layda, nunca dices nada en concreto y cuando afirmas algo coherente tus propios correligionarios te tunden duro y macizo. Si hubieses dicho “ser mujer, indígena y con dinero es lo deseable” te hubieran criticado así “promueves el aspiracionismo”.
La pobreza trae consigo -a blancos, piel roja, indígenas, amarillos, rubios, mestizos, caucásicos, mongólicos, negroides y amerindios -aunque suene repetitivo- muchísimas consecuencias: ignorancia, injusticia, hambruna, desnutrición, desigualdad, violencia, exclusión, superstición, maltrato, oscurantismo, atraso, credulidad, alimento de populistas, manipulación. En el caso de los indígenas los hombres sufren de estas apocalípticas penurias y más las mujeres porque son consideradas seres inferiores. Si los varones no tienen acceso a la educación, las féminas menos. Si los señores son soca bajados, las damas más. Si los hombres no tienen valía, las mujeres carecen de valor. Los indigenistas defienden los usos y costumbres de cada comunidad. Las más afectadas son las mujeres que pueden ser vendidas al mejor postor, sea uno de miles de casos. Desgraciadamente aun en clases sociales altas, la misoginia y el machismo predominan. Los extremos se tocan.
Para qué quieren que Layda asista a cursos ¿para que aprenda que no debe hablar mal de las indígenas? ¿para que no use la palabra “pobre” porque ya tenemos sistemas de salud mejores que los de Dinamarca? ¿Porque ser humilde debe aceptarse con dignidad y orgullo? ¿Porque por decreto populista y demagógico las mujeres indígenas tienen las mismas oportunidades que los hombres? ¿Porque las mujeres no tienen derechos si el acoso sexual lo comete un diputado morenista? ¿Porque los hombres no pueden sufrir agresiones sexuales –según lo dice Fernández Noroña- y solo lo deben soportar las damas?
Si la mandataria asiste a esos cursos ¿son para analizar la situación de las mujeres indígenas pobres en México o para adoctrinarla y se concientice que en nuestra nación Patria se escribe con A y Presidente también? ¿O para establecer políticas para que esa frase deje de tener vigencia?
Por favor, levanten la mano a quienes les gustaría pertenecer a esta triple naturaleza: indígena, mujer y pobre.
En México criticamos el racismo de Trump pero somos iguales o peores. Aquí, si queremos insultar a alguien con saña le decimos “pinche indio” o “pinche india”. Cambiar siglos de discriminación y que cuando vayamos al bebé de un familiar, conocido, vecina ya no digamos “mira… nació morenita (prietita), pobrecita” no es tarea fácil.
Estamos a años luz de distancia de lograr ser un país de primer mundo porque vamos en reversa. Ser pobre no debe ser motivo de vanidad ni para la persona ni para el gobierno. Pero la 4T sigue promoviendo –para su conveniencia- el odio de clases en vez de unir a los gobernados sin distinciones sociales, raciales o ideológicas. Ay, Layda, una vez hablas con razón… y te pegan. Mejor escribe otro poema a AMLO.
Mi álter ego reflexiona: ¡Pero si la corrupción ya no existe en nuestra nación! El huachicoleo fiscal debe ser obra –con toda seguridad- de los hijos de Calderón.