En tiempos donde la polarización política ha sido, en muchos casos, la nota predominante en la vida pública nacional, resulta digno de reconocimiento y análisis el diálogo respetuoso y la cooperación institucional que han ido fortaleciendo la gobernadora de Chihuahua, Maru Campos, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.

Ambas mujeres, representantes de proyectos políticos distintos, han dado señales claras de que, más allá de las diferencias ideológicas, el compromiso con el bienestar de la ciudadanía y el respeto al pacto federal pueden prevalecer como ejes rectores del quehacer público.

La visita de la presidenta de México a Ciudad Juarez el viernes pasado, donde realizó su primer informe regional, tuvo una anfitrionía de primer nivel, pues la gobernadora Maru Campos confirmó que los puentes de diálogo, cierran brechas de enfrentamientos estériles.

Incluso, la mandataria estatal fue de las primeras en sostener una reunión con la presidenta Sheinbaum, a escasos días de haber concluido el proceso electoral, el año pasado, y eso no fue un gesto superficial. Fue una muestra de madurez política, visión de Estado y una apuesta clara por la gobernabilidad y el desarrollo compartido.

Para Chihuahua, una entidad con una vasta extensión territorial, un complejo entramado económico y profundos desafíos sociales y de seguridad, esta nueva etapa de entendimiento con el Gobierno Federal representa una gran oportunidad.

Por años, el distanciamiento político entre el poder federal y ciertos gobiernos estatales obstaculizó la llegada de recursos, dificultó la coordinación en seguridad y, en ocasiones, convirtió a los estados en trincheras de oposición más que en espacios de colaboración. Hoy, el clima parece ser otro.

La presidenta Sheinbaum ha señalado, en diversos foros, su intención de respetar la autonomía de los estados, fortalecer el federalismo y construir una relación institucional con todos los gobernadores, sin importar su filiación partidista. La gobernadora Maru Campos, por su parte, ha demostrado capacidad para gobernar desde el diálogo, con firmeza en sus principios, pero con apertura para construir puentes.

Este entendimiento beneficia directamente a las y los chihuahuenses. Por ejemplo, en materia de seguridad, la colaboración estrecha entre las fuerzas federales y estatales puede traducirse en operativos más efectivos, inteligencia compartida y recursos mejor aprovechados.

En el tema del agua, particularmente sensible en Chihuahua por su impacto en la agricultura y los conflictos por el uso del recurso, se abre la posibilidad de construir acuerdos duraderos que eviten imposiciones unilaterales.

Además, una relación fluida entre el estado y la federación puede potenciar proyectos de infraestructura estratégica, como carreteras (el mismo viernes pasado se anunció la reparación de los tramos federales en Chihuahua), parques industriales, modernización de aduanas y mejoras a la red eléctrica que impulse la atracción de inversiones en el norte del país.

Es justo reconocer que tanto Campos como Sheinbaum representan a una nueva generación de liderazgos políticos: técnicos, preparados, con experiencia administrativa y con una mirada moderna sobre la política, menos centrada en el conflicto y más en los resultados.

Este tipo de relación madura y responsable entre una gobernadora panista y una presidenta morenista envía un poderoso mensaje al resto del país: sí es posible superar la lógica de la confrontación y apostar por el entendimiento institucional, sin que eso implique renunciar a las diferencias o disolver las identidades políticas.

Chihuahua necesita del respaldo de la federación, pero también la federación requiere de estados fuertes, productivos y estables como Chihuahua para empujar los grandes proyectos nacionales. En esa lógica, la colaboración no es un favor, es una responsabilidad compartida.

El reto ahora será convertir ese buen inicio de relación en políticas públicas efectivas, en proyectos concretos y en beneficios tangibles para la población. Las expectativas están puestas, los liderazgos existen y la voluntad parece firme.

Que este diálogo entre mujeres de Estado se convierta en ejemplo para una política que ponga al ciudadano en el centro y que entienda que México sólo avanzará si avanza en unidad, con respeto y con visión de futuro.

Y ahora solo resta que, algunos actores, comprendan que ese acercamiento entre ambas mandatarias, es real; porque si continúan los embates, los ataques y las críticas inmaduras, justo por quienes buscan el poder por el poder, entonces no han entendido el mensaje. Al tiempo.