Cd. de México.- Al hurgar entre los numerosos ejemplares de la mesa de novedades en alguna librería, lectoras y lectores revisan los títulos, autores y sellos, quizás sin llegar a preguntarse nunca cómo han llegado esos libros ahí.

La distribución es, por supuesto, la parte más invisibilizada dentro de todo el proceso para conectar libros y lectores, pero resulta fundamental en tanto que "sin distribución no hay ventas, sin ventas no hay librerías, sin librerías no hay libreros, y sin libreros tendríamos menos lectores", escribe Víctor Malumián en El destino de una caja (Gris Tormenta, 2024).

"Es, sin dudas, el eslabón menos glamoroso de toda la cadena (del libro); y es un eslabón, además, en muchos puntos condenado al fracaso", advierte en entrevista Malumián (Buenos Aires, 1981), editor, distribuidor y promotor cultural, recientemente de visita en el País.

Y es que a pesar del largo tiempo invertido conociendo los títulos que lanzan las editoriales, preparando pedidos, haciendo envíos, controlando entregas, facturando, devolviendo y demás, una compleja red de circunstancias termina por influir en que los libros finalmente estén al alcance en las estanterías.

Por ejemplo, cuando Malumián y Hernán López Winne, cofundadores de Ediciones Godot, salieron con entusiasmo a recoger impresiones de libreros tras sumar a su catálogo El innombrable, de Samuel Beckett, se encontraron con que ni siquiera habían sido abiertas las cajas con los ejemplares.

"Si esa emoción (por abrir la caja con novedades) no está, no es culpa del librero, son años de recibir títulos que no pidió en cantidades que tampoco pidió", apunta el argentino en su libro, publicado en la colección Editor de Gris Tormenta.

Con la intención de tener una visión más precisa del destino de los libros que editaban, y hacer a partir de ello una labor mucho más depurada y consciente, Malumián y su colega terminaron por crear su propia distribuidora, Carbono, con los insospechados retos y dificultades que tal trabajo implica.

Pese a no ser algo sencillo, el argentino observa una tendencia con cada vez más gente incursionando en la distribución a lo largo del continente; "el fantasma de las pequeñas distribuidoras recorre Latinoamérica", refiere acerca de estos esfuerzos que, en lugar de trabajar con decenas de editoriales que los llenen de novedades cada mes, optan por asociarse con un puñado y así pueden darle la atención apropiada a cada una.

"Lo que estamos viendo en estas nuevas distribuidoras chiquitas, boutique, a pulmón o como las quieras llamar, es que lo que hacen es trabajar los sellos para que los sellos vayan creciendo. Vas creciendo por un trabajo hormiga de reposición constante, con estos títulos y estos fondos editoriales".

Esto va de la mano, opina Malumián, con toda una camada de editores independientes que con profesionalismo honran aquel pacto implícito con los autores sobre hacer todo lo que esté en sus manos para crear el mejor libro con el manuscrito que reciben y acercarlo al público lector.

"Han entendido que por más que editen excelentes libros, si esos libros no llegan a las manos de las lectoras y los lectores, no tienen ningún sentido. Y han empezado a mirar la distribución y la comercialización, en el mejor de los sentidos, como parte de su deber.

"Ya ningún editor independiente cree que su labor termina cuando el libro está impreso y sin erratas; sabe que tiene que hablar con la prensa para darlo a conocer, y también con la distribuidora para entender a dónde va a ir. Ya no pasa en la edición independiente que el editor diga: 'Ah, no sé dónde están los libros'", afirma el argentino, impulsor de la Feria de Editores en Buenos Aires.

De forma que la sugerencia de Malumián a sus colegas de este sector, que pueden llegar a bajar la cortina con miles de ejemplares sin vender en el almacén, es hacer tirajes más acotados, pero mucho mejor colocados a partir de conocer los intereses y públicos de las librerías; "editar un poco menos y preocuparnos un poco más por el destino de los libros", concluye.

'Que se recomiende todo'


Con esa convicción de que distribuir libros no es sólo moverlos, sino que hay que generar interés por los mismos, Carbono lanzó su propio club de lectura.

"Cualquier excusa es buena si logramos que más libros lleguen a más manos de las lectoras y lectores", sostiene Malumián, para quien los profesionales del libro compiten contra las plataformas de streaming por el tiempo ocioso del público lector.

La estrategia del club consistió, básicamente, en hacer llegar por correo electrónico a los suscriptores entrevistas y pautas de lectura sobre determinados títulos, con la información de en qué librerías conseguirlos; "una distribuidora que piensa que el canal de librerías es el punto nodal, el aliado por antonomasia para poder lograr que los libros lleguen a los lectores, no puede jamás saltárselas", remarca el argentino.

Con mucho éxito, Club Carbono comenzó a reunir a lectores y escritores en desayunos y bares notables. Cuando esto no fue posible durante la pandemia de Covid-19, organizaron un almuerzo de sorrentinos en honor al primer libro de Virginia Higa, con más de 40 personas conectadas con la autora vía Zoom.

Al día de hoy, el club suma más de 15 mil suscriptores. Y ha tomado tal vida propia que los lectores empezaron a reunirse por su cuenta, independientemente de la gestión de la distribuidora, e incluso recomiendan la lectura de títulos editados por sellos con los que Carbono no trabaja.

"Entonces, para nosotros fue una cuestión de decir: 'Che, ¿nos metemos, decimos algo?'. Y no lo hicimos; si queremos que la gente lea, pues que se recomiende todo", comparte Malumián.

Desde México, donde Carbono también distribuye las novedades de sus editoriales asociadas, es posible suscribirse al club de lectura a través del sitio en línea: www.carbonolibros.com.ar/sumate.