Egipto.- Dicen que a todos les llegan sus 15 minutos de fama, y para Apolo, un joven perro callejero que deambula por la necrópolis de Guiza en el Gran Cairo, ese momento ocurrió el 14 de octubre. Justo después del amanecer, un piloto de parapente llamado Alex Lang vio al perro retozando en lo alto de la pirámide de Kefrén, un monumento de piedra caliza de más de 136 metros de altura del famoso complejo de Guiza al que no está permitido subir.

“Miré hacia abajo y vi que algo se movía”, dijo Lang, un contador de Atlanta. Participaba en un deporte de aventura llamado paramotor, que te permite atarte una mochila unida a un pequeño motor y un ala y convertirte en una aeronave humana.

“Estaba solo ahí parado, confiado, como si fuera el rey o quizá el faraón de la colina”, dijo Lang.

Lang grabó un breve video que se convirtió en una sensación de la noche a la mañana, acumulando 28 millones de vistas en Instagram y convirtiéndose en tendencia en varias otras plataformas. Las imágenes llevaron a los comentaristas de las redes sociales a preguntarse si la criatura de grandes orejas erectas no sería Anubis, un antiguo dios egipcio de los muertos que a menudo se representaba como un hombre con cabeza de chacal.

“Se equivocan de dios”, dijo Vicki Michelle Brown, cofundadora de la Fundación Estadounidense para el Rescate de Animales en El Cairo. “Los trabajadores del complejo piramidal de Guiza ya lo habían bautizado como Apolo”.

Brown y su socio, Ibrahim Elbendary, viven en un edificio de departamentos ubicado frente a la pirámide de 4600 años de antigüedad.

Navegando en internet poco después de que se publicara el video de Lang, Elbendary reconoció a Apolo por su color y el rizo de su cola. Durante los últimos tres años, la operación protectora de animales había proporcionado comida, agua y atención médica al perro, a sus ocho hermanos y a su madre de manada.

La manada suele acampar en los escalones de la esquina noroeste de la pirámide de Kefrén, a sus anchas con una decena de otras manadas del lugar. Casi todos los perros han sido vacunados y, a excepción de Apolo, castrados o esterilizados.

“Siempre que intentamos atraparlo, corre directamente a la cima de la pirámide”, dijo Elbendary.


Esquema piramidal

Mientras sobrevolaba la pirámide, Lang se distrajo tanto con Apolo que su paramotor se quedó sin combustible, lo que le hizo iniciar el descenso. Aterrizó sano y salvo más allá de las pirámides, en el Sahara. Cuando llegó al lugar de aterrizaje designado, habló a sus compañeros pilotos sobre el perro y les enseñó las imágenes. Recuerda que un piloto que aseguraba ser influente de las redes sociales le dijo: “Es un video increíble”.

El influente, Marshall Mosher, editó la grabación, sustituyendo una selfie de Lang por una foto de sí mismo en vuelo y mirando hacia abajo, como si él estuviera observando al perro. Sin pedir permiso a Lang, publicó el video modificado en una cuenta de Instagram, identificándose en el pie de foto como el piloto.

(Cuando se le pidió que comentara el video, Mosher escribió en un correo electrónico: “Es mi edición de video, mi publicación, y no estoy obligado por ninguna norma legal o moral a etiquetarlo”).

Cuando el video se hizo viral, el influente concedió numerosas entrevistas a periódicos y medios televisivos de todo el mundo, a menudo atribuyéndose el mérito de haber visto a Apollo.

Al final de la engañosa gira de prensa de Mosher, envió a Lang un mensaje de texto en el que casi se disculpaba: “Llevo años trabajando para conseguir un video viral como este y creo que me dejé llevar por la oportunidad”. Dijo a The New York Times que compartió con Lang los varios cientos de dólares que ganó con la publicación por los derechos de uso, cosa que Lang confirmó.

Lang restó importancia al episodio: “No estaba en esto por el dinero ni por la fama”, dijo. “Preferiría ser como Apolo, estar por encima de todo, disfrutando de la vista”.


Deambulando por las calles

Hace cinco años, el ministro de Agricultura de Egipto calculó que el país tenía 15 millones de perros callejeros y que mordían a unas 200.000 personas al año. En El Cairo, a los perros callejeros se les llama baladi, palabra árabe que significa “nativo” o “local”. Los perros baladi son una mezcla de razas de saluki, perro del faraón y perro de Canaán que evolucionaron de forma natural. “Están literalmente por todas partes en la ciudad”, dijo Brown. “En las escaleras, en las callejuelas, en los techos de los coches”.

Humanos y perros tienen una tensa historia en El Cairo. Alan Mikhail, historiador de la Universidad de Yale, dijo que, contrariamente a la idea generalizada de que los perros eran considerados impuros en el Islam, su relación con las personas era en su mayor parte armoniosa y mutuamente beneficiosa. A partir del siglo XVI, los perros eran especialmente valorados porque comían basura, e incluso se les concedió cierta protección legal.

Sin embargo, a finales del siglo XVIII, la incursión de tres años de Napoleón en Egipto marcó un cambio. Los perros semisalvajes que vigilaban informalmente las sinuosas callejuelas de El Cairo molestaron tanto a las tropas francesas que el 30 de noviembre de 1798 se ordenó a los tiradores que ejecutaran a todos los perros callejeros que encontraran, y escuadrones de soldados recorrieron la ciudad con cestas de carne envenenada. Por la mañana, El Cairo estaba lleno de perros muertos, dijo Mijail.

No pasó mucho tiempo antes de que los perros “pasaran a ser vistos principalmente como contaminantes acústicos, competidores por el espacio urbano, potenciales vectores de enfermedades y fuentes inútiles de suciedad”, escribió Mikhail en un libro, The Animal in Ottoman Egypt.

Hasta hace poco, las autoridades sacrificaban a los perros baladi esparciendo la toxina citrinina por las calles durante la noche. En El Cairo de hoy en día es ilegal envenenarlos, aunque la aplicación de la ley tiende a ser laxa, dijo Brown.

“La sociedad de aquí considera que los perros callejeros son alimañas”, dijo Brown, quien creció en Tennessee. “Afortunadamente, los perros callejeros están ganando cada vez más aceptación y apoyo popular”.

Su organización alberga a 266 perros, y Brown ha facilitado adopciones en toda Europa y Norteamérica. En el último mes, han llovido solicitudes para Apollo. Brown las ha rechazado todas.

“Las pirámides son el hogar de Apolo, y convertirlo en un animal doméstico sería muy injusto”, dijo. “Pero si alguien quiere un perro de las pirámides, podemos enviarle muy fácilmente un cachorro que amaría ser amado”.