“Él mató a mi amigo, sin piedad, sin sentimientos, sin corazón”, fue parte de una de las declaraciones que rindieron las víctimas de secuestro agravado rescatadas el pasado 8 de noviembre en la colonia Infonavit Casas Grandes.
Además del secuestro, durante períodos que van de una a tres semanas y peticiones de rescate por 22 mil dólares hasta tres millones de pesos, tres de las seis víctimas fueron obligadas a ver la muerte de su amigo, con quien viajaron desde Tlaxcala, luego de una confusión por parte de los presuntos agresores, que los acusaron de ser parte de “La Empresa”, y estarles robando “las cajas” (las personas migrantes que buscan introducir de manera irregular a Estados Unidos).
El siguiente relato es una historia conjunta de las declaraciones de tres migrantes de Tlaxcala que llegaron juntos a Juárez en avión el 2 de noviembre, identificados con las iniciales, así como la de uno más de origen nayarita, otro de Camargo y el sexto, de Oaxaca, vertidas durante la audiencia inicial que ocurrió ayer. No obstante, de acuerdo con las leyes y normas vigentes, los imputados se presumen inocentes mientras no se declare su responsabilidad mediante sentencia emitida por la autoridad judicial.
M.A.V.M. (de Oaxaca) fue secuestrado desde el pasado 16 de octubre; E.M.V. (Camargo), el 20 de octubre; C.P.L. (Nayarit), desde el día 31 de octubre, y las víctimas A.F.P.N, O.C.C. y J.A.P.G (Tlaxcala), desde el 2 de noviembre. Todos habían contactado ya con “polleros” (traficantes de personas) para lograr su propósito de irse a Estados Unidos. Al llegar a Juárez, se comunicaron con ellos, quienes optaron por secuestrarlos. Los llevaron a la casa de Galiano Alcalá 2517, en Infonavit Casas Grandes, los despojaron de sus pertenencias, los desnudaron para asegurarse de que no llevaban nada oculto, y los volvieron a vestir.
El 16 de octubre llegó M. A. V. M. a Juárez, en avión. Lo recogió un automóvil gris conducido por “David” o “El Primo”, acompañado de una mujer que viajaba como copiloto, Gloria. Por él, ante los presuntos secuestradores, respondería su tía para pagar 22 mil dólares.
Cuando llegó, Deyra Itzel le dijo que estuviera tranquilo, que ahí habían matado a uno anteriormente.
E. M. V. llegó el 20 de octubre a Juárez en autobús, por la noche. Lo recogió el mismo carro gris, un Toyota. Ahora conducía “Leyva”, y de copiloto iba “El Polvos”, Luis Carlos (de los mencionados, Leyva y El Primo no estuvieron presentes en la audiencia). También pedían 22 mil dólares. C. P. L. llegó el 31 de octubre en avión, y lo recogió El Primo.
Identifican a Adriana como la dueña de la casa, madre de dos de los adolescentes detenidos, E. Q. D. y G. Q. D., quienes son primos de G. V. Q., la tercera menor de edad arrestada.
Los metieron a dos habitaciones, primero a una en color azul. Comían una o dos veces al día, y eran constantemente amenazados con navajas, bates, tablones, armas cortas y armas largas. Eran obligados a grabar videos atados de manos y pies, cubiertos de ojos y boca con cinta adhesiva gris (para ductos). Les daban tablazos en las nalgas, para grabarlo y enviarlo a sus familiares por mensaje. Eso les pasaba a los que no pagaban su rescate.
Los sacaron el 2 de noviembre de esa habitación a una rosa o a la sala, porque en la azul metieron a los cuatro migrantes tlaxcaltecas.

Santa Muerte, asfixia y bates
A.F.P.N, O.C.C., J. A. P. G. y Emanuel López Rodríguez llegaron el 2 de noviembre en avión a esta frontera. De inmediato fueron subidos a un Toyota gris, a punta de pistola, por El Primo. Entraron al cuarto azul, donde se erigía un altar a la llamada “Santa Muerte”, en donde había un arma blanca, un “cuerno de chivo”.
Había dos colchones y un ventilador. Además de los cuatro migrantes estaban seis hombres más, Polvos, Leyva, El Primo, “El Barbas” (Jesús Salvador C. S.), E. Q. V. y otro no identificado, como parte de los supuestos agresores.
Todos los presuntos secuestradores respondían a un ente, “El Padrino”, por teléfono, quien al ser contactado por “El Barbas” en presencia de los hombres secuestrados les dijo “son unos puercos, los vamos a matar y descuartizar”.
Al exterior escucharon los demás cómo les exigían decir quién era su líder y para quién trabajaban de “La Empresa”, grupo delictivo con presencia en Juárez, pero las respuestas se veían opacadas por música a alto volumen, puesto así a propósito para tapar los gritos de los torturados. “Se robaron a los pollos”, les reclamaban dentro del cuarto azul.
A los recién ingresados los dejaron sin comer por más de 12 horas, luego de atarlos como a los demás y privarlos de los sentidos.
Deyra Itzel llegó luego a darles unas tortas. E. Q. V. pasó enseguida con “El Padrino” al teléfono. No habían pagado por su rescate, y peor aún, ante los nervios y el temor, Emanuel no supo qué contacto dar para la extorsión. “Para que vea que es neta, tráete una bolsa”. Entonces tomaron a Emanuel entre Leyva, Polvos y E. Q. V., y mandaron a este último por una bolsa de plástico.
El hombre nayarita vio pasar por la sala a E. Q. V. de ida, y luego de regreso al cuarto azul con una bolsa amarilla en la mano. La colocó luego en la cara de Emanuel, y la aseguró con cinta adhesiva en el cuello. Lo pusieron bocabajo, maniatado, pero opuso resistencia y gritaba que no podía respirar, lo que era oído hasta la sala, por las demás víctimas atormentadas. Lo aseguraron entre los demás. Leyva lo ahorcó, de nuevo sin éxito, y Polvos ingresó con un bate para darle en la cabeza, manos, costillas, abdomen… El bate se rompió, pero siguieron con el tablón.
Emanuel perdió el conocimiento. Sus amigos lo vieron agonizar y dar su último respiro entre el plástico, la sangre, los sesos y pedazos de cráneo. La risa entre los supuestos agresores no faltó.
Desnudos, maniatados y bajo amenaza, fueron obligados a ver la carnicería. Deyra, dijeron, se rió de ellos por no poder mantener la mirada. La sangre y restos de su amigo les dio en el cuerpo. “Eso fue lo más horrible que he visto en mi vida”, dijo uno de los amigos de Emanuel.
A J. A. P. G. lo pusieron a limpiar la escena donde su amigo fue asesinado. “Limpia o sigues tú”, lo amenazaron. Lo envolvió, por órdenes, en una cobija blanco y negro asegurada con cinta adhesiva gris, y luego en otra azul y blanco. “Limpié los restos del cráneo, los sesos”, relató al Ministerio Público. Deyra lo obligó, según contó, a escribir además un cartel.
Deyra y “Barbas”, dijeron, se encargaron de llevarse el cuerpo. Los vieron los tres de Tlaxcala, y los otros tres secuestrados, desde la sala. Subieron el cuerpo a la cajuela del auto gris y se fueron.
El cuerpo fue abandonado en el cruce de la avenida De Las Granjas y calle Quintana Roo, de la colonia Granjas Polo Gamboa, y luego hallado por policías municipales. Encontraron también la cartulina naranja con la leyenda escrita por J. A. P. G.: “singan (sic) mandando gente de esta PUTA EMPRESA pura gente nueva CARTEL DE JUAREZ (CDJ)”.
El colchón luego fue destruido por Leyva, Polvos y E. Q. V., y metido en bolsas. Tenía restos de la humanidad de Emanuel.
Los días pasaron como si nada para los agresores, y con más tortura para los plagiados. El jueves 7 de noviembre celebraron el cumpleaños número 16 de Gloria, la adolescente de iniciales G. Q. V., y comieron, bebieron y se drogaron, según dijeron las víctimas, quienes observaron el bacanal sin participar.
El día 8, David y Gloria se llevaron temprano a M. A. V. M. y otros más a la Central Camionera, para deshacerse de ellos sin someterlos a más castigo. Ahí buscó ayuda, y entonces inició la preparación del operativo. Mientras, los tres de Tlaxcala eran amenazados por “Barbas”. Los asesinarían y llevarían sus cuerpos a otros sitios, pero antes de que pudiera cumplir su amenaza, la Policía llegó.
Tras la lectura de los antecedentes de investigación, los cuatro acusados solicitaron la duplicidad del término constitucional para responder a las acusaciones y poder ofrecer pruebas para su liberación, aunque fueron enviados a prisión preventiva por 12 meses. El próximo martes 19 de noviembre se resolverá su situación jurídica, bajo la causa penal 6693/2024.

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