Los dirigentes del Reino Unido, Francia y Alemania están superando sus arraigadas diferencias. Están creando nuevas asociaciones de defensa. Y, juntos, no pierden de vista a su viejo aliado, Estados Unidos.
En los seis meses que el presidente Donald Trump ha sacudido la alianza transatlántica de décadas, sus homólogos de los países más poderosos de Europa están creando instituciones diplomáticas y de defensa paralelas para un futuro sin Estados Unidos como principal garante de la seguridad económica y militar.
El jueves, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el canciller alemán, Friedrich Merz, firmaron un extenso tratado de defensa mutua, cooperación económica y otras asociaciones. La semana pasada, Starmer y el presidente francés, Emmanuel Macron, acordaron coordinar sus arsenales nucleares. En mayo, los tres hombres viajaron juntos en tren a Ucrania para una demostración de solidaridad. La próxima semana, Macron visitará a Merz en Berlín.
Los tres hombres también son líderes de una “coalición de voluntarios” destinada a apoyar la lucha de Ucrania contra Rusia a medida que disminuye el apoyo estadounidense, un esfuerzo que pronto tendrá una sede formal en París. La planificación de una posible fuerza de mantenimiento de la paz dirigida por Europa en Ucrania lleva meses en marcha. El viernes, la Unión Europea anunció su decimoctavo paquete de sanciones contra Rusia.
La “alianza triangular”, como a veces se denomina al Reino Unido, Francia y Alemania, ya son socios a través de la OTAN y el Grupo de los 7, foros que incluyen a Estados Unidos. Los funcionarios de los tres países europeos se cuidan de decir que las instituciones que están construyendo pretenden complementar esas alianzas, no sustituirlas.
Pero la OTAN es una extensa burocracia de defensa que representa a 32 países, algunos de los cuales discrepan entre sí. Los funcionarios de Berlín, Londres y París están deseosos de que un grupo más pequeño y ágil responda a lo que Merz dijo el jueves que era un cambio en la relación entre Europa y Estados Unidos.
Los analistas afirman que esos esfuerzos están creando una especie de sistema de planificación, debate y acción “en caso de emergencia”, que sea independiente de Estados Unidos y que esté preparado para reaccionar ante una Rusia cada vez más agresiva.
Es posible que el sistema de seguridad no llegue a utilizarse nunca. Pero si Trump sigue dando marcha atrás en los compromisos estadounidenses en el continente, disponer de esa opción podría llegar a ser necesario.
“Ahora tienes un formato en el que ya has establecido los protocolos de reuniones y el foro para reunirte”, dijo Minna Alander, integrante del Centro de Análisis de Políticas Europeas con sede en Estocolmo. “Se trata literalmente de que todos los niños se reúnan y traten de averiguar qué hacer con el padre borracho”.
Durante una conferencia de prensa celebrada el jueves, Starmer anunció el “Tratado de Kensington” con Alemania, calificándolo como el primer pacto bilateral entre ambas naciones, mientras que Merz insinuó la motivación del acuerdo.
“La arquitectura de seguridad europea y los lazos transatlánticos están experimentando una transformación de gran alcance como no habíamos visto en mucho tiempo”, dijo el canciller alemán. “Y en estas nuevas condiciones nuestro objetivo es garantizar la libertad, la seguridad y la prosperidad de los pueblos de nuestros dos países”.
Los pactos de Starmer con Alemania y Francia tratan en parte de reconstruir los puentes diplomáticos y económicos quemados por el brexit, la decisión británica de abandonar la Unión Europea.
También son consecuencia de la conmoción diplomática provocada en febrero por el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, cuando acusó a Europa de desviarse de los valores democráticos y de libertad de expresión, y de las repetidas reflexiones de Trump sobre abandonar el compromiso del Artículo 5 de la OTAN de acudir en defensa de cualquier miembro que sea atacado.
“No están actuando en contra de Estados Unidos ni completamente al margen de Estados Unidos, sino que tienen que tomar sus propias decisiones y asumir la responsabilidad de las mismas”, dijo Lawrence Freedman, profesor emérito de estudios bélicos en el King’s College de Londres.
“Básicamente, los tres impulsores de la defensa pueden hablar entre sí y asegurarse de que sus ideas y planes están alineados”, añadió Freedman.
Tras quedar en primer puesto en las elecciones parlamentarias alemanas de febrero, Merz ha pasado sus primeros meses en el cargo dando prioridad a la política exterior, con la esperanza de reafirmar el liderazgo alemán en la escena mundial.
Dotado de nueva autoridad para pedir préstamos, sobre todo para el ejército, se ha comprometido a elevar el gasto alemán en defensa e infraestructuras conexas al 5 por ciento del producto interior bruto en los próximos años.
Para Alemania, que luchó contra el Reino Unido, Francia y Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y pasó la mayor parte de las décadas siguientes contentándose con mantener un ejército relativamente pequeño, la decisión de rearmarse es sorprendente. Ha contribuido a impulsar a otros líderes europeos, incluido Macron, a prometer también un mayor gasto en defensa.
Merz, Starmer y Macron han tratado de entablar relaciones estrechas con Trump, en parte pregonando sus esfuerzos para que Europa sea más responsable de su propia defensa, un viejo objetivo del presidente estadounidense. Al mismo tiempo, han presionado a Trump para que mantenga a Washington activo en la seguridad europea, especialmente apoyando a Ucrania.
Merz ha instado a Trump a respaldar nuevas y duras sanciones destinadas a paralizar la economía rusa y ahogar los ingresos que impulsan sus esfuerzos bélicos, y el dirigente alemán lideró una iniciativa para suministrar más armas estadounidenses a Ucrania, compradas con dinero europeo.
Sin embargo, Merz ha expresado su preocupación por lo que él y funcionarios de toda Europa consideran como las amenazas estadounidenses de retirar soldados y armas del continente. Esas amenazas, incluidas las del secretario de Defensa de Trump, han alterado el cálculo de seguridad que ha sostenido a Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial: la promesa de que Estados Unidos lideraría la defensa de sus aliados europeos frente a los ataques.
En privado, los funcionarios alemanes afirman que gastar más en el ejército y colaborar más estrechamente con los socios europeos es la estrategia adecuada para este momento, independientemente de lo que Trump y su gobierno puedan hacer después.
El Reino Unido, Francia y Alemania “se ven cada vez más como pilares de la seguridad europea, en un momento en el que hay menos Estados Unidos o incluso de ningún Estados Unidos en Europa”, dijo Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, un grupo de investigación con oficinas en toda Europa Occidental y en Washington.
Las alianzas que están construyendo, añadió Leonard, “no son instituciones como la OTAN. Pero están pensando en institucionalizar la relación”.
Steven E. Sokol, presidente de la organización sin fines de lucro American Council on Germany, dijo que acogía con satisfacción el aumento de la cooperación, pero expresó su preocupación por que pudiera acabar perjudicando a Washington.
“A medida que alteramos el orden establecido y alejamos a algunos de nuestros aliados, ellos buscarán otras alianzas”, dijo sobre la política del gobierno de Trump. “Me pregunto si, en el futuro, eso beneficiará a Estados Unidos”.