Los Ángeles.- En todo Estados Unidos hay mucho miedo. Pero esta ciudad se ha atrevido a desafiar a Donald Trump. Y aunque siempre está presente la amenaza de enfrentarse a la Guardia Nacional o incluso a los Marines, los angelinos saben que ya no se pueden quedar callados. Tienen una larga tradición de choques con aquellos que abusan de su poder.

Ayer estuve en una gran manifestación de miles de personas en el centro de la ciudad, con letreros que pedían "educación, no deportación". Otros carteles estaban cargados de insultos a Trump y al servicio de inmigración (ICE). ¿Tienes miedo de estar aquí? Le pregunté a una de las asistentes. Me dijo que sí pero que sentía la obligación de hablar por aquellos que no lo pueden hacer. Otros, también con miedo, me dieron respuestas muy similares. El miedo es palpable. La gran diferencia con otras ciudades de Estados Unidos es que los angelinos se atrevieron a decir lo que muchos estaban pensando.

También fui testigo de cómo un grupo de religiosos protestaba a las afueras de un centro de detención cada vez que pasaba una camioneta de ICE con inmigrantes a punto de ser deportados. Varios, hincados, le pedían a Dios la liberación de los detenidos. Todo esto ocurría a solo unos metros de decenas de miembros de la Guardia Nacional, listos para entrar en acción en cualquier momento.

Les pregunté a tres de ellos si hablaban español y me dijeron que sí. Pero no quisieron decirme nada más. Estos miembros de la Guardia Nacional - convocados por Trump- si fueran llamados a reprimir a los manifestantes, tendrían la innoble tarea de enfrentarse con otros hispanos de su misma comunidad. Hermano contra hermano. Casi la mitad de todos los habitantes de Los Ángeles son latinos y una tercera parte nació en otro país. Hay pocas ciudades tan diversas y multiculturales como esta.

Las protestas comenzaron el pasado fin de semana cuando miles salieron a las calles para oponerse a las políticas migratorias de Trump. Fue un rotundo NO a las deportaciones de personas que no tienen un récord criminal y a la separación de familias. Hay banderas mexicanas por todos lados, pero eso no debe sorprender a nadie. Esta fue una ciudad mexicana hasta 1848 y se llamaba, originalmente, El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de Los Ángeles del Río de Porciúncula.

Trump quiere deportar a la mayoría de los 14 millones de indocumentados que hay en Estados Unidos. Y aunque ese objetivo es prácticamente imposible, su gobierno se ha puesto como meta la deportación de tres mil personas diarias. Eso ha generado un terror en la comunidad inmigrante.

Ahora es frecuente ver a agentes federales, encapuchados, en lugares de trabajo, tiendas, escuelas y hasta en las cortes a donde se presentan los inmigrantes para regularizar su situación migratoria. Los videos en las redes sociales rompen el corazón. Tengo clavado las palabras de un niño de, quizás, 10 años pidiéndole a su mamá que se calmara luego de que ella fuera detenida y corriera el riesgo de ser deportada. Pero la madre no pudo más y estuvo a punto de desmayarse tras sufrir un ataque de nervios. Si la deportaban ¿quién cuidaría de su hijo?

Muchos en Estados Unidos se han olvidado de que fueron los inmigrantes indocumentados quienes sostuvieron a este país durante la pandemia, y que son los que les dan de comer al resto de la población, quienes cuidan a sus hijos y los que hacen los trabajos que nadie más quiere hacer. Pero las protestas en Los Ángeles han venido a recordárnoslo.

Esta es una valiente ciudad, de inmigrantes y latinos, que no se va a dejar doblar. En el nombre lleva su destino. Es posible que Trump insista en más opciones de fuerza. Pero lo que sí está claro es que, para los angelinos, el silencio ya no es una opción.