Dominique Pelicot es el depredador más infame de Francia. Admite que drogó subrepticiamente a su esposa durante casi una década para poder violarla, y que invitó a decenas de desconocidos que conoció por internet a abusar de su cuerpo dormido, desprovisto de toda fuerza.

Y, sin embargo, durante más de tres meses, Pelicot, de 72 años, se ha sentado en el juzgado donde se le acusa con otros 50 hombres y se ha pintado a sí mismo como un hombre honesto. El violador entre 51 violadores, según él, que tuvo el valor de decir la verdad sobre lo que hicieron todos ellos. El hombre que amaba desesperadamente a su mujer y a su familia pero, tras 40 años resistiéndose, se dejó vencer por impulsos pervertidos.

También es el hombre que ya no tenía nada que perder: dijo que esperaba recibir la pena máxima y pasar 20 años en prisión cuando se pronuncie el veredicto esta semana.

“Nadie le pertenece a alguien más, pero yo hice lo que quise cuando tuve el impulso”, dijo Pelicot un día durante el juicio, recargado en su silla del banquillo de los acusados, con la misma chaqueta gris de forro polar que llevaba todos los días abrochada. “Eso es lo que está en el fondo de esta historia”.

Dijo al tribunal que había sentido remordimientos las mañanas siguientes de drogar a su mujer, Gisèle Pelicot, pero que eso no lo había detenido. “El día siguiente era terrible, porque veía en qué mal estado se encontraba”, dijo, “pero hoy no me quejaré, porque sería indecente. Es ella la que sufre, no yo”.

Durante el juicio, los jueces y abogados del tribunal de la ciudad francesa de Aviñón intentaron comprender el enigma que es Pelicot, solo con moderado éxito.

Gisèle Pelicot, en el centro, y Stéphane Babonneau, uno de sus abogados, saliendo del tribunal tras el alegato final de la defensa el lunes

Casi al principio del juicio, el tribunal escuchó a psiquiatras y psicólogos que describieron la psique de Pelicot como dividida en dos partes distintas, aunque no le diagnosticaron ningún trastorno mental.

El lado A era el Pelicot que sus amigos y familiares conocían antes de su segunda y última detención, en noviembre de 2020. Ese Pelicot era un abuelo, padre y marido atento y entregado, que había estado enamorado de Gisèle desde que se conocieron a los 19 años.

La pareja había modelado una relación sólida y dedicada a sus tres hijos a lo largo de las décadas, capeando tiempos financieros difíciles y aventuras románticas. Pelicot iba a los partidos de fútbol y al cine con su hijo mayor, David, y recogía a su hija, Caroline, de los clubes nocturnos para asegurarse de que llegara bien a casa.

Profesionalmente, nunca pareció encontrar su sitio, pues primero trabajó como electricista antes de dedicarse al sector inmobiliario y luego a las ventas. Pedía dinero en voz baja a su hija adulta, pero eso no provocó una ruptura en la unida familia.

Luego estaba la otra parte de la psique de Pelicot, dijeron los terapeutas, su lado B: perverso, manipulador, incapaz de empatía, adicto al sexo, una persona que veía a los demás como objetos que utilizar o doblegar a su voluntad.

Este lado, dijeron los expertos ante el tribunal, estaba arraigado en lo que Pelicot y su media hermana, Ginette Pelicot, describieron como un hogar violento en su infancia.

Los hijos de la pareja, Caroline, Florian y David, durante el juicio en septiembre

Pelicot creció en el centro de Francia, al sur de París. Después de que el primer marido de su madre la abandonara a ella y a sus dos hijos, se casó con el hermano de éste, con quien tuvo dos hijos más, uno de ellos Dominique.

Ginette dijo que se había marchado de casa siendo joven para huir de los intentos de abusos sexuales de su padrastro.

Muchas veces durante las semanas de testimonio, Pelicot mencionó un recuerdo desgarrador de lo que describió como su padre violando y humillando a su madre.

“En todo hombre hay un demonio”, declaró Pelicot. “El mío procede de mi infancia”.

Su abogada, Béatrice Zavarro, argumentó que Pelicot también estaba emocionalmente marcado por otros supuestos traumas.

El primero fue una violación que Pelicot dijo haber sufrido a los 9 años, mientras era paciente de un hospital, a manos de un enfermero. Luego, cinco años más tarde, cuando era aprendiz de electricista y trabajaba en una obra, según declaró al tribunal, lo obligaron a participar en una violación en grupo. (En el juicio no se presentaron pruebas de que se hubiera producido ninguno de los dos delitos).

Aun así, según Pelicot, contuvo su Lado B durante 40 años gracias a la fuerza de su relación con su esposa, una mujer a la que llamó repetidamente su “santa”.

“Tengo algo dentro de mí contra lo que he luchado durante mucho tiempo, gracias a mi mujer”, dijo un día. Otro día dijo: “La quería enormemente y la sigo queriendo”.

Esa moderación, según sugirió su abogado, empezó a ceder en 2011, cuando Pelicot se conectó con otros hombres en un notorio sitio web no moderado que se cerró el pasado junio tras acumular más de 23.000 casos policiales en Francia entre 2021 y 2024.

Béatrice Zavarro, abogada de Pelicot, declaró ante el tribunal que su cliente había quedado marcado por traumas tempranos

Allí, dijo, aprendió de otro usuario el método de drogar a su esposa para su propio placer sexual, de modo que pudiera hacerle cosas que ella no permitiría estando consciente. Con el tiempo, la ofreció a otros hombres que conoció en internet, según declaró al tribunal.

Lo que describió como su creciente perversión se reflejó en los estrados del juzgado, por el número de hombres que se le acusó de reclutar por año: uno de 2015, siete de 2017 y luego 17 de 2019.

Llevaba una doble vida: llevaba a su mujer a citas médicas durante el día para tratar los inquietantes síntomas que le provocaba por la noche.

Incluso después de ser detenido y acusado de filmar bajo las faldas de mujeres en una tienda de comestibles en septiembre de 2020, y de que la policía confiscara sus teléfonos y su computadora portátil rebosantes de pruebas incriminatorias, Pelicot continuó. Tras salir de la cárcel, volvió a llevar hombres a su casa para que se unieran a él en la violación de su esposa casi en estado de coma, hasta que la policía lo detuvo por segunda vez dos meses después, esta vez basándose en pruebas de violaciones encontradas en sus aparatos electrónicos.

Zavarro, la abogada de Pelicot, argumentó que él quería que lo detuvieran para poner fin a su conducta dañina. Incluso dijo a la policía dónde podía encontrar en su garaje el disco duro externo que contenía miles de fotos y videos que había tomado de las violaciones de su esposa, las pruebas que la policía necesitaba para localizar y acusar a otras decenas de hombres.

Pero la versión de que Pelicot había cedido a su peor lado solo a partir de 2011 se enfrentó a un obstáculo en el tribunal.

Desde que está en la cárcel, su ADN coincidió con el de un caso sin resolver de intento de violación en la región de París en 1999. Pelicot admitió el intento de violación en un interrogatorio policial, y esa transcripción fue leída en voz alta por el juez principal casi al final del juicio.

Según esas actas, Pelicot atrajo a una agente inmobiliaria de 19 años a un edificio con el pretexto de que estaba interesado en comprarlo. La inmovilizó contra el suelo, le ató las muñecas con una cuerda, le puso un frasquito de éter en la nariz y luego le bajó los pantalones. Pero el efecto de la droga se disipó pronto, y ella consiguió escapar.

Grafiti en el que se lee “Destruyan el patriarcado” en una pared de Mazan, la pequeña ciudad donde vivía la pareja

También es el principal sospechoso en un segundo caso sin resolver de 1991, relacionado con otra joven agente inmobiliaria que fue violada y asesinada. La durmieron con éter mientras visitaba un apartamento en París con un cliente desconocido. Ante el tribunal este mes, Pelicot negó cualquier implicación en ese caso.

Esos dos casos aún no han llegado a los tribunales, pero Laure Chabaud, fiscal del caso actual, dijo en su alegato final de la semana pasada que estaba claro que el “comportamiento desviado de Pelicot había persistido durante varias décadas”.

Durante los meses que pasó ante el tribunal, Pelicot presentó sobre todo su lado A: educado, arrepentido y, según dijo, trabajando con psicólogos para comprenderse a sí mismo.

“Estoy aquí por la verdad, efectivamente”, dijo un día. “No oculto nada”.

Es uno de los más de una decena de acusados que se han declarado culpables en el juicio. Quienes dicen ser inocentes han admitido haber mantenido relaciones sexuales con Pelicot, pero afirman que nunca tuvieron intención de violarla.

Sobre todo, dicen que Pelicot los engañó haciéndoles creer que participaban en un trío y que Gisèle Pelicot fingía estar dormida. Han afirmado que Dominique Pelicot los manipuló, dirigió o dominó. Algunas han dicho que creen que también los drogó, probablemente en una bebida que les ofreció.

Tras el testimonio de cada acusado, se pasaba un micrófono a la caja de vidrio de Pelicot, donde repetía las mismas frases tantas veces que se convirtieron en un coro en el macabro juicio: los hombres sabían “perfectamente” que había drogado a su esposa sin que ella lo supiera y que iban a unirse a él para violarla.

“En ningún caso” los manipuló, dijo. No ofreció a ninguno de ellos agua, café ni nada de beber, dijo. Y, según dijo, no drogó a ninguno de ellos, solo a su mujer.

“Soy un violador como muchos de los presentes”, dijo cerca del comienzo del juicio. “Lo sabían todo, todo”.

Coacusados llegando al tribunal de Aviñón para el juicio en noviembre

“Soy tan responsable como ellos”, dijo meses después, en su último día de testimonio e interrogatorio. “Sin mí, ellos no estarían aquí. Y sin ellos, yo no estaría aquí”.

Muchas declaraciones como esas, en las que se echaba la culpa por igual a un juzgado repleto de acusados, provocaron fuertes abucheos y risotadas de los demás acusados.

A lo largo del juicio, Pelicot pareció intentar presentarse bajo una luz más positiva. Saltó en defensa de su ahora exesposa; cuando algunos abogados defensores la interrogaron agresivamente, dijo: “en ningún caso ella fue cómplice”. Cuando los videos que había grabado de otros violándola se presentaron ante el tribunal como prueba, se tapó los ojos. Dijo repetidamente que estaba avergonzado.

Zavarro terminó su alegato final con dos poemas que Pelicot había escrito en prisión a miembros de su familia, pidiéndoles que recordaran su mejor versión. “Sé que algún día volveremos a vernos”, escribió a su exesposa. “Espero que podamos hablar de todo esto”.

Pero a lo largo de los meses, ha habido destellos del otro Pelicot en el juzgado, una vez cuando se enfrentó a las preocupaciones de sus hijos.

La policía reconstituyó fotos borradas de su ordenador, en las que aparecía su hija Caroline en la cama, con ropa interior que no era suya y durmiendo con las luces encendidas. Ella ha dicho que está convencida de que la drogó y la agredió sexualmente.

Él ha dicho que nunca drogó a Caroline. Pero nunca ha ofrecido una razón convincente para tener las fotos. Ha negado haberlas tomado.

Y su hijo David expresó públicamente su preocupación por que su propio hijo fuera víctima de los abusos de Pelicot. Una y otra vez, Pelicot ha dicho que nunca abusó sexualmente de ninguno de sus hijos o nietos.

Cuando Antoine Camus, el abogado que representaba a Gisèle Pelicot y a sus hijos, le dijo que los hijos necesitaban curarse y reconstruirse, y que “solo tú puedes liberarlos de esta pesadilla”, Pelicot respondió fríamente.

“Ese es su problema”, dijo. “No el mío”.