Su nombre aparece tanto en el corrido de Los Tigres del Norte, “El avión de la muerte”, como en el informe final del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico “Fue el estado 1965-1990”, que documenta los abusos del poder padecidos por miles mexicanos en las décadas más oscuras de violaciones a los derechos humanos en el país.
Su nombre, Manuel Atilano Escandón, también está en una de las viejas tumbas del panteón de Dolores de la capital, donde yacen sus restos desde 1979, después de un desesperado acto suicida: estrelló un avión militar en Badiraguato, Sinaloa, en venganza por la tortura que le infligieron los soldados que indebidamente lo detuvieron.
La historia de Atilano forma parte del compendio de violaciones a los derechos humanos, masacres, desapariciones forzadas, desplazamientos y más sufridos por miles de mexicanos en la era más oscura de la represión del Estado autocrático impuesto en el país por décadas.
En este contexto, los elementos de la la Fuerza de Tarea Cóndor, en marzo de 1979, en el municipio de Guachochi, detuvieron arbitrariamente y torturaron a los pilotos Manuel Atilano Escandón, Víctor Fong y al mecánico Rito Quezada.
Las referencias del caso contenido en el informe provienen del libro “La Operación Cóndor”, publicado por la revista Proceso en 1981; la historia documentada también incluye una pieza del jefe de jefes de los grupos norteños, que en una ingeniosa síntesis de cuatro minutos retrata una realidad identitaria de muchas víctimas que padecieron los excesos militares.
Los restos de Atilano, el que terminó sin vida por decisión propia, descansan en el emblemático cementerio de la capital de Chihuahua.
Es la tumba Ñ-52 del patio 16 donde terminó su historia, pero también donde un sencillo dibujo de un aeroplano en color negro en una plaza azul sobre la cruz de la tumba, que dice “El avión de la Muerte”, dio vida a la leyenda conocida y hasta venerada tanto por otras víctimas, como por militares que conocieron las brutales torturas que soportó Atilano en unas cuantas horas de encierro ilegal.
Un caso más entre 8 mil víctimas del Cóndor
El caso de Atilano es uno de más de ocho mil documentados de violaciones graves a derechos humanos de los mexicanos, la mayor parte en el contexto de movimientos sociales y políticos que el régimen vigente entonces aplastó de forma violenta. Además de esos rivales políticos, hay casos en los que el Gobierno federal consideró delincuentes a ciudadanos comunes, sin la mínima evidencia.
Por ello y como resultado del acuerdo entre los colectivos de sobrevivientes, familiares y víctimas de la llamada “Guerra Sucia” y el Gobierno mexicano, el 6 de octubre de 2021 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el decreto de creación de la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos cometidas de 1965 a 1990 (Covehj).
Entre sus instrumentos, la comisión estableció el Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (MEH), que entre 2022 y 2023 realizó intensas jornadas de investigación por las que obtuvo 227 testimonios individuales y colectivos en 14 estados de la República: Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Veracruz y Yucatán.
Los investigadores consultaron 27 documentos públicos, tanto físicos como digitales, entre los que destacan el Archivo General de la Nación, Archivos de la Represión (Artículo 19) y el National Security Archive (NSA). Asimismo, 15 archivos de familiares, sobrevivientes y colectivos en diversas regiones del país.
Este equipo fue integrado por nueve investigadores contratados por la Secretaría de Gobernación y por tres voluntarios. También contó con colaboradores sin ningún tipo de percepción económica, pero con un marcado interés y compromiso por formar parte de este ejercicio de esclarecimiento histórico. Además, tuvo el apoyo de quienes realizaban servicio social y beneficiarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro del Gobierno federal.
De la detención a la tortura
El domingo 4 de marzo de 1979, Manuel Atilano se dirigía de Sinaloa a la ciudad de Chihuahua en su avión Piper Cherokee 1967 con matrícula XB-QOV, cuando un problema mecánico lo obligó a aterrizar de emergencia en la pista de la comunidad de Santiago de los Caballeros en Badiraguato.
Dejó el aeroplano en el lugar y logró llegar por tierra a la capital del estado; dos días después del percance, regresó a la población acompañado del piloto Víctor Fong y el mecánico Rito Quezada en una avioneta Cessna 182. Sobrevolaron la zona donde había dejado la aeronave y se encontraron con la sorpresa de que había desaparecido.
Presuntamente los militares la confiscaron y la desaparecieron, sin investigación seria alguna sobre la propiedad o procedencia. No traía nada a bordo que pudiera ser indicio de un delito y con un par de llamadas a Chihuahua o Sinaloa habrían investigado la propiedad y vuelos del aparato; no lo hicieron.
Al no encontrar el avión, Atilano y sus acompañantes decidieron regresar a Chihuahua, pero primero aterrizaron en Guachochi para cargar combustible
“Una vez en tierra, Víctor Fong y Rito Quezada se quedaron cargando combustible mientras Manuel Atilano se dirigió a un restaurante cercano. Un grupo de soldados llegaron al restaurante y detuvieron arbitrariamente a Atilano”, narra el informe del MEH. “En la pista, Víctor y Rito recibieron la noticia de la detención de su amigo. Decidieron esperar hasta las 6 de la tarde, pero Atilano no regresó”.
Al paso de las horas, sin noticias de Atilano, Fong se acercó a un soldado en las inmediaciones de la pista y le pidió información sobre el paradero del piloto. La respuesta fue que desconocía el asunto y, poco después, una camioneta del Ejército arribó al lugar; los militares le pidieron unos datos y también lo detuvieron arbitrariamente.
Fong narró al periodista Miguel Cabildo de la revista Proceso, dos años después, que los militares lo despojaron de su licencia y dos mil pesos que había ganado por algunos vuelos realizados.
“Desde el miércoles 7 de marzo, recuerda Fong, fue vendado de los ojos mientras era golpeado e interrogado. Posteriormente, agentes de la Procuraduría General de la República (PGR) lo subieron a él y a Manuel Atilano a un helicóptero Bell 206. Ambos hombres fueron trasladados a Badiraguato, base de operaciones de la Fuerza de Tarea Cóndor. Durante el vuelo, Víctor
Fong relató haber escuchado a Atilano quejarse”, asienta el informe que relata este y muchos casos de represión.
“El 8 de marzo, en la base de operaciones de Badiraguato, Manuel Atilano se ofreció como piloto para realizar un vuelo de reconocimiento en la región. Atilano y tres militares abordaron una aeronave que a los pocos minutos de haberse elevado se estrelló”.
Los mensajes que salieron de ese vuelo fueron presentados por Proceso, nota de Cabildo, con registros de quienes los escucharon en la frecuencia 122.8, común en los viajes aéreos a la sierra.
El reportero escribió, en la nota encabezada con el titular: “Un piloto estrella su avión para matar a sus torturadores”, el aterrador episodio dentro de la Operación Cóndor, de la que ya se hacían menciones en medios de comunicación.
“Ya me fregaron y no me van a torturar más. Pero eso sí, se van a morir conmigo. Luego la confusión. El silencio”, escribió Cabildo, legendario reportero, fundador junto con Julio Scherer de la revista referente del periodismo de fondo. Murió en diciembre de 2023 a los 76 años de edad.
Víctor Fong permaneció detenido arbitrariamente siete días en la Base de Operaciones de la Fuerza de Tarea Cóndor. Durante su detención, fue alimentado con frijoles. Entre 10 a 12 detenidos dormían a un costado de los camastros de los soldados, de acuerdo con lo que narró la víctima al reportero que lo entrevistó cuando recuperó su libertad.
“Fong fue sometido a interrogatorios cuatro veces al día, fue fichado y trasladado a la ciudad de Culiacán. Una semana después de su detención arbitraria, el 14 de marzo, rindió su declaración ante el Ministerio Público de Culiacán. Las autoridades acusaron a Fong de los delitos de homicidio en complicidad y daños en propiedad ajena, pero fue liberado poco tiempo después”, reseña el informe.
Supuso que esos cargos de asesinato y daños habían sido los ocasionados por su amigo y compañero de viajes.
Atilano, en cambio, supuestamente fue requerido para realizar un sobrevuelo en los límites de Chihuahua y Sinaloa, al mando de un avión militar, a cambio de recuperar su libertad y tras firmar una carta en la que aceptaba haber recibido un trato decoroso durante el tiempo que estuvo preso para una supuesta investigación.
En realidad, no existen registros de que así hubiera sido como tomó Atilano el mando de una aeronave.
Otra versión entre militares apunta a que dicho vuelo que condujo era para revelar el lugar de operación o almacenamiento de droga que le acusaban falsamente, pero él accedió a dar la confesión y dirigir a los soldados a un sitio, con el plan previo de escapar y matarlos... o morir junto con ellos. La verdad de si lo planeó o sólo se le ocurrió, Atilano se la llevó a la tumba.
Los Tigres del Norte le hacen justicia
“En Chihuahua lo agarraron / Sin tener una razón / Y después lo torturaron / Sin tenerle compasión / A su amigo lo encerraron / Y abordaron el avión”, dice la estrofa inicial del corrido “El avión de la muerte”, de Los Tigres del Norte, lanzada en 1989 y compuesto por Teodoro Bello, dentro del álbum “Mi bella suerte”.
“Ya con rumbo a Sinaloa / Atilano les gritaba / Ahora yo soy el que manda / Si quieren usen sus armas / Quiero ver ese valor / Que en el suelo demostraban”.
SU CUERPO descansa en el panteón de Dolores en la capital, junto con el motivo por el cual cometió el acto suicida
La pieza musical del popular grupo también forma parte del estudio e investigación del MEH sobre este caso emblemático de detención arbitraria y tortura por parte de militares.
Según la versión más difundida, el vuelo del 8 de marzo de 1979 fue realizado para un reconocimiento que necesitaba el mando de la base militar sinaloense que, al no contar con un piloto a la mano, optó por el civil detenido, que estaría en vías de liberación, pues su familia en Chihuahua buscaba por todos los medios que le permitieran verlo, saber de qué era acusado y lograr su libertad.
Un capitán retirado del Ejército hace poco más de una década -que habló con El Diario a condición del anonimato y podemos mencionar como Capitán N- conoció del caso por oídas, porque en ese año le tocó formar parte de batallones en la sierra de Guachochi y Guadalupe y Calvo.
Originario de Zacatecas y con una larga carrera militar, Capitán N recuerda que corrió de boca en boca la historia de Manuel Atilano Escandón, ocurrida mientras él se encontraba estacionado en una base de la capital del estado, en lo que era reasignado a otras misiones de la Operación Cóndor que tenían objetivos específicos en la región serrana.
Es muy posible, dice, que el piloto estuviera por ser liberado, por amparos y favores que su familia había pedido en Chihuahua, pues ser piloto antes y ahora, es señal de influencia, relaciones y buenos contactos en altas esferas. Es posible que por ello, si esa es la realidad, fue aceptado para que condujera la aeronave militar con tres soldados a bordo, de los mismos que habían participado en la detención.
También es muy posible que la canción de Los Tigres del Norte le haga más justicia a lo vivido, pues, recuerda, las torturas que eran aplicadas a los detenidos eran tan crueles que resultan difíciles de imaginar, generalmente ordenadas por altos mandos y ejecutadas por oficiales, soldados y cabos, unos más feroces que otros.
“Si la orden era torturar a algún detenido, había algunos que cumplían con algún golpe, alguna patada, que veces creíamos merecida porque también caían delincuentes bien hechos; otros sí se daban vuelo y sacaban en las torturas todos sus rencores y resentimientos y frustraciones, una bestialidad impresionante que todavía duele recordar”, afirma.
“En la nave recordó / Todo lo que le habían hecho / Que con pinzas machacaron / Partes nobles de su cuerpo / Y que estrellaría el avión / Aunque muriera por eso”, asienta otro fragmento de la canción, que Capitán N no considera lejano a la realidad que vivieron quienes fueron detenidos en la sierra de Chihuahua entre los años 70 y 80.
“En la torre de control / Todo aquello se grababa / Se oían gritos de terror / Y tres hombres que lloraban Atilano se reía y más los amenazaba / El teniente y los soldados / De su acción se arrepentían / Torturaron a un gran gallo / Pienso que no lo sabían / En el avión de la muerte / Se subieron aquel día”, continúa el heroico relato de final suicida.
El héroe suicida y los responsables de los abusos
“Diferentes víctimas y/o testigos de graves violaciones a los derechos humanos en el contexto de la Operación Cóndor, continuamente hicieron referencia a este corrido, tanto en los testimonios y en las pláticas informales que se tuvieron con ellos”, agrega el informe histórico oficial presentado este año, al finalizar la administración de Andrés Manuel López Obrador.
“Los hechos sobre la detención arbitraria, la tortura y la muerte de Manuel Atilano Escandón, musicalizados por Los Tigres del Norte han representado un símbolo de resistencia e identidad en un sector de la población, que rememora y se identifica con las arbitrariedades, las vejaciones y la violencia que las fuerzas armadas emplearon en contra de ellos y de sus familias”.
“El teniente le decía / Mi mujer me está esperando / Atilano contestó / Ahora vamos a estrellarnos / Yo también tengo mujer / Y se quedará llorando. / Llegando a Badiraguato / Helicópteros se alzaban /
Iba a estrellarse al cuartel / Por la escuela no hizo nada / Los boludos se bajaron / Sentían que se los llevaba”, agrega el popular corrido que marcó toda una era de la agrupación musical sinaloense.
Al respecto, Capitán N asienta que, de nuevo, está muy apegada a la realidad que corrió de boca en boca entre los jóvenes militares de aquel tiempo. Teodoro Bello, el compositor de la pieza, parece que tomó la foto de aquella extraña proeza de la rebeldía.
Si bien no existen certezas sobre quiénes eran los soldados que viajaban en el avión de la muerte con Atilano, es decir, si eran quienes directamente lo torturaron o solo compañeros, lo cierto es que durante los años alrededor del 79 fueron extendidos los abusos por las serranías que conforman lo que es conocido como el Triángulo Dorado de las drogas.
“Alguna vez un piloto aquí en la Base Aérea (número 13, de Chihuahua), me platicó que sí mandaron boludos (helicópteros), a tratar de convencer a Atilano para que aterrizara, pero ya lo habían vuelto loco los malos tratos y la tortura. No esperaban que llegara a eso la tortura de dos días, supongo, pero esas fueron la consecuencias”, dice Capitán N.
No hay registros oficiales del vuelo que permitan establecer con claridad los detalles, pero las versiones apuntan a que duró entre 20 y 35 minutos en el aire, entre el inicio de la supuesta misión que ejecutaría y el desplome de la aeronave.
Tampoco los hay del avión que le decomisaron a Atilano ni de la aeronave que destruyó estrellándola con tres militares a bordo; del primero, algunas versiones apuntan a que habría sido regresado a la familia del piloto unos meses después, tras largos trámites y litigios.
De la segunda aeronave, posiblemente la Secretaría de la Defensa Nacional decidió no proporcionarlos al MEH, cuyos integrantes, al dar a conocer el informe final, se quejaron de la falta de colaboración del Ejército en la entrega de información. Esa fue una constante de la Sedena.
La justicia que tomó Atilano en sus manos fue la única. No hubo responsables penales de lo ocurrido contra él ni contra Fong, como tampoco un proceso debidamente instruido contra el amigo del piloto.
Pese a ello, el MEH enlista a los responsables no jurídicos, pero sí históricos de este abuso y de otros tantos cometidos en una de las fases más oscuras de la historia política de México.
“Desde la jerarquía militar, de mayor a menor grado y mando, los responsables son: el secretario de la Defensa Nacional, General de División Diplomado en Estado Mayor Presidencial, Félix Galván López”, dice el informe hacia el final de este apartado. Al General Secretario, un grupo de pilotos de las cinco principales aerolíneas de Chihuahua le entregaron una carta solicitando garantías mínimas de seguridad para los vuelos realizados en región serrana.
Además, Galván López fue el encargado de diseñar el Plan Cóndor I, comúnmente conocido como Operación Cóndor, durante el Gobierno federal encabezado por José López Portillo.
El informe agrega al General de División Diplomado en Estado Mayor Presidencial, Juan Arévalo Gardoqui, comandante de la Quinta Zona Militar en Chihuahua, en cuya área de jurisdicción y mando superior se encontraba el cuartel militar en la comunidad de Guachochi.
Asimismo, al General de Brigada Diplomado en Estado Mayor Presidencial, Rodolfo Pérez Gutiérrez, comandante de la Novena Zona Militar en Culiacán, Sinaloa, esta entidad base de la Fuerza de Tarea Cóndor.
Finalmente, al General de Brigada Diplomado en Estado Mayor Presidencial, Manuel Díaz Escobar Figueroa, comandante de la Fuerza de Tarea Cóndor “III”, implementada del 1 de septiembre de 1978 al 27 de junio de 1979 y con base de operaciones en Badiraguato, Sinaloa.
Vagos recuerdos de Atilano
A pesar del impacto de su historia en la opinión pública, especialmente por el corrido que hicieron famosos a Los Tigres del Norte, son pocos los registros del origen de Manuel Atilano Escandón.
En redes sociales circulan sus fotografías de adulto y de niño, cuando terminó el sexto grado en una primaria Emiliano Zapata, de las que hay decenas en todo el estado de Chihuahua.
De lo que existen evidencias más firmes es de su ocupación de piloto aviador, dedicado a la fumigación agrícola.
Era un pequeño empresario que tenía algunos años, al momento de su muerte, dedicado a esa labor, requerida dentro y fuera de Chihuahua, para fumigar enormes extensiones de sembradíos en las zonas de temporal del estado y del vecino Sinaloa.
Su tumba no parece descuidada en la actualidad en el panteón de Dolores, lo que supone la existencia de familiares y dolientes que acuden al lugar con regularidad, aunque hay videos en redes sociales, del historiador aficionado chihuahuense ya fallecido, Miguel Anguiano Carlos, donde muestra el lugar con signos de abandono, entre los años 2013 y 2015.
“Dijo adiós a sus amigos / Camaradas de aviación / Y después allá en el cerro / Se estrelló con el avión / En Chihuahua y Sinaloa / Gran recuerdo les dejó”, dice el final del corrido; remata con el acto heroísmo de Atilano, pues la versión más sólida apunta a que decidió no estrellarse en la base militar de Badiraguato por la cercanía con un kínder, donde los niños jugaban en el patio, por lo que dirigió la aeronave hasta chocar con una loma enfrente de la instalación castrense.
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