El amanecer apenas pintaba de naranja los cerros cuando el rugido de los motores comenzó a abrirse paso entre las calles todavía silenciosas de la ciudad.

Eran las 7:00 de la mañana cuando los miembros del motoclub Indios de Ciudad Juárez, comandados por el fundador y presidente del club, Daniel Calderón; por el presidente de Indios de Chihuahua, Jorge Díaz; y el vicepresidente Gesem Padilla, comenzaron a reunirse en la gasolinera acordada con sus chalecos de piel, parches bien cosidos y miradas listas para la ruta. Entre abrazos, bromas y el inconfundible olor a gasolina fresca, afinaban los últimos detalles del viaje: presión de llantas, niveles de aceite y el clásico recordatorio de rodar en formación.

El destino: Saucillo, Chihuahua, donde el fin de semana celebrarían una de las fiestas motociclistas que por primera vez en aquella ciudad era la más esperadas de la región. Música, hermandad y el espíritu biker como punto de encuentro. A las 7:45 am el líder del grupo levantó el brazo izquierdo, cerró el puño y, como si todos compartieran un mismo latido, las motocicletas comenzaron a avanzar. El sonido grave de las máquinas fue mezclado con el aire fresco de la mañana en la carretera hacia Delicias, amplia, recta y despejada, con el sol ascendiendo lentamente por la línea del horizonte.

Rodar en grupo siempre tiene su esencia: la disciplina de mantener distancia, la concentración absoluta en los compañeros de adelante, y el momento en que las curvas son tomadas al unísono, como una sola serpiente de acero avanzando por el asfalto. Kilómetro tras kilómetro, la carretera iba transformándose en una línea interminable que atravesaba el paisaje semidesértico del centro-sur del estado. A lo lejos, los campos agrícolas comenzaban a despertar, algunos tractores ya trabajaban y el aroma a tierra húmeda oba colándose entre los cascos.

Un viento lateral empezó a soplar con fuerza poco después de pasar por Meoqui, obligando al grupo a recostarse ligeramente hacia la derecha para mantener la estabilidad.

Cada motociclista sabía que el viento era parte del viaje, un contrincante inevitable que, por momentos, parecía retar su habilidad al manejar.

La primera pausa llegó en Delicias; motores apagados, cascos en las mesas de la tienda de conveniencia y botellas de agua pasando de mano en mano. En el estacionamiento, los presentes comentaban el camino, reían y compartían historias de rutas anteriores. Allí, como siempre ocurre en los viajes bikers, un par de curiosos se acercaron a preguntar de dónde venían y hacia dónde iban.

"Vamos a Saucillo, a la fiesta biker", respondió con orgullo Paco Fox, miembro activo con más de 20 años de experiencia, "Va a estar bueno", dijo.

Con una foto grupal y el tanque nuevamente a tope, la caravana retomó la marcha.

La entrada a Saucillo los recibió con la bulliciosa mezcla de música rock, motores acelerándose y puestos de comida ya instalados frente al recinto del evento. El olor a asado estaba mezclado con el persistente aroma de la gasolina y grasa.

Comenzaron a estacionar sus máquinas, alineándolas como si fueran una exposición espontánea: modelos clásicos, choppers alargadas,

touring imponentes y deportivas rugientes. El ambiente era eléctrico. Saludaron a clubes de Chihuahua, Parral, Cuauhtémoc y de otras partes del estado que también habían llegado para celebrar.

En el escenario principal ya afinaban guitarras. El sonido de una batería retumbaba como un aviso del desmadre por venir. Mientras tanto, los asistentes se dirigían a saludar viejos amigos, intercambiar parches o simplemente levantar una cerveza helada para brindar por la hermandad

biker. Con el sol cayendo detrás de los mezquites y las primeras luces del evento encendiéndose, la fiesta apenas comenzaba. Entre música, risas y motores acelerados como gritos de libertad, los integrantes del motoclub sabían que aquel viaje no era sólo un desplazamiento: era un recordatorio de por qué ruedan, por qué regresan a la carretera una y otra vez, por qué a cada ruta la convierten en historia, es porque al final, ser biker no se explica, se vive.