Ciudad de México.- Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la desaparición del Seguro Popular, en enero del 2020, para dar paso a la creación de una nueva figura, para atender a 69 millones de mexicanos que no tenían acceso a la salud, a la cual denominaron Instituto de Salud y Bienestar (Insabi), lo anunciaron como la gran solución para quienes no contaban con ningún servicio de salud.
El Insabi, como muchas otras decisiones que se tomaron en las altas esferas del poder y que se financiaron con dinero público –lo cual significa que no importa si se fracasa—fue una gran apuesta de la 4T y en la teoría tenía sustentación para suplantar algo exitoso como el Seguro Popular.
Durante su existencia, desde enero de 2020 hasta el 15 de marzo de 2022, el Insabi terminó consumiendo 271 mil 519 millones de pesos, dinero proveniente de aportaciones federales y los recursos aportados por algunos gobiernos estatales; solamente para darle vida y poner en funcionamiento al nuevo Instituto fue necesario fondearlo con 40 mil millones de pesos, cuyo destino fue darle forma a esa nueva figura del sector salud.
Como sucedió en otros casos, la explicación para justificar la desaparición del Seguro Popular, que había funcionado muy bien desde que fue creado en el gobierno de Vicente Fox, se fundamentó en que estaba plagado de corrupción, particularmente en el tema de la compra de medicinas.
El presidente López Obrador alegó que el dinero aportado por el gobierno federal a las entidades que se habían sumado al Seguro Popular, utilizaban ese recurso para comprarle a empresas farmacéuticas “benditas” con licitaciones amañadas y las cuales dobleteaban y hasta triplicaban el costo de los medicinas, pero en el peor de los casos, esos mismos gobierno estatales destinaban el dinero para otras cosas ajenas a la atención de la salud y por ello el sistema de hospitales y la atención a los ciudadanos estaban por los suelos.
Nunca se presentó una denuncia, nunca se exhibieron las empresas farmacéuticas que se beneficiaban al vender medicinas para el Seguro Popular, tampoco se denunció a ningún gobernador o gobernadora por desviar ese dinero, la palabra presidencial fue suficiente y con ello se decretó su desaparición sin que valieran argumentos a favor.
En la conferencia mañanera del pasado miércoles 10 de julio, el presidente López Obrador tuvo un momento de brillantez y de honestidad lo cual lo llevó a aceptar lo que se dijo siempre: que el Insabi fue un fracaso. En un acto de auto reflexión y autocrítica, que no son lo común en el Presidente, terminó por aceptar que ese modelo no funcionó y por ello debieron dejarlo atrás y darle paso al IMSS Bienestar.
Ahora, que se acepte el fracaso del Insabi no tapa el derroche de dinero y menos la presunción de corrupción durante los 27 meses que operó, a la fecha el gobierno del presidente López Obrador se niega a informar sobre el destino de más de 150 mil millones de pesos que se perdieron en el mar de la burocracia y que no tuvieron el más mínimo impacto en la mejoría del servicio de salud pública de los mexicanos.
El fin del Insabi también arrastró consigo la extinción del Fondo de Salud para el Bienestar (Fonsabi) y junto con este, por arte de magia, la desaparición de 44 mil millones de pesos que ahí se tenían, de los cuales el gobierno federal se niega a dar una explicación de a dónde fueron a parar con el alegato de que al ya no existir no tienen porque informar de un organismo que se extinguió.
El saldo que dejó el Insabi es catastrófico para el sector salud público, no solamente se trata de los 190 mil millones que andan perdidos –150 mil del Insabi y 40 mil millones del Fonsabi--, la decisión se tomó por un capricho y por esas malas artes del destino al siguiente año de su creación se presentó la peor pandemia que vivió México en la era moderna que terminó por costar más de 800 mil personas muertas y con muchos casos de pacientes que ni siquiera pudieron ser atendidos por estar colapsado el sistema de salud.
El desastre es tan grande por la razón de que mientras el Seguro Popular daba cobertura a 69 millones de mexicanos, el Insabi “apenas alcanzó” para cubrir a 18 millones y con el IMSS Bienestar esa cifra se incrementó solamente en un millón más de mexicanos incorporados a un sistema de salud, pero el saldo es que ahora hay 50 millones de mexicanos que se quedaron en la indefensión y sin ningún tipo de cobertura a su salud.
El Insabi fue un capricho que nos salió bastante caro en lo presupuestal, en el impacto en la salud y en una eventualidad tan crítica como la pandemia de Covid-19; pero más allá de es saldo desastroso, como suele suceder cuando lo que se despilfarra son recursos públicos, nadie va a rendir cuentas por ese retraso de décadas en la atención a la salud.