Ciudad Juárez.- Hace algunos días volé desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles con destino a esta frontera. Por años me había resistido a viajar hacia o desde ese aeropuerto. Sin embargo, tratando de entender mejor el tema, decidí volar desde ahí. Aunado a lo anterior, la temporada vacacional va saturando los vuelos nacionales en las diversas aerolíneas, por lo que no insistí en cambiar fechas cuando el buscador de vuelos me arrojaba como resultado el AIFA.
Desde siempre he criticado ese proyecto. La narrativa para cancelar el proyecto del Aeropuerto de Texcoco solo era respaldada por ignorantes y uno que otro resentido. “Es que hay corrupción en el proyecto”, decían algunos. Es muy probable, sin embargo, la solución no es cancelar el proyecto, pagar el aeropuerto completo y luego optar por construir un aeropuerto regional en una zona lejana de la ciudad. La solución era sancionar a los que hubieran incurrido en actos de corrupción de ser el caso.
“Yo prefiero el lago”, decían algunos otros. Como si la mayor parte de la Ciudad de México no se hubiera construido justamente sobre un lago, y no sobre un vaso de captación como era el caso del Aeropuerto de Texcoco. Además, como si este gobierno no hubiera destruido miles de hectáreas de selva en la construcción del Tren Maya.
En pocas palabras, y lo diré así de crudo: solo un fanático irracional podía celebrar la cancelación de un proyecto de infraestructura como el Aeropuerto de Texcoco. Pero como el pueblo es infinitamente bueno y sabio, optó por respaldar la cancelación del Aeropuerto de Texcoco (y así, pagar por un aeropuerto que no se construyó) y además pagar también el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, conocido también como Santa Lucía.
Me encontraba en el centro de la ciudad y decidí pedir un vehículo de plataforma (Uber) para trasladarme al Aeropuerto Felipe Ángeles. El conductor llegó a recogerme y me preguntó si iríamos al AIFA. Le dije que sí. Posteriormente, me dice “¿Le parece si mejor me paga por fuera? Es que si no, Uber me va a retener gran parte de la cuota”. En pocas palabras, quería que yo pagara la misma cantidad que pagaría mediante la aplicación, pero que lo hiciera directamente al conductor en efectivo, para no reportarle a Uber el viaje. Desde luego que me negué. El conductor no veía nada malo en su actuación. Ese acto de corrupción refleja la hipocresía del mexicano promedio: quiere erradicar todo acto de corrupción, menos la corrupción propia.
Posteriormente, tomamos rumbo hacia el AIFA. La aplicación de navegación Waze marcaba 50 minutos. Por un momento que pensé que exageraban aquellos que decían que el AIFA estaba lejos. Sin embargo, el trayecto tomó más de una hora y media. Una incapacidad o indolencia por parte de los programadores de la plataforma tecnológica de Waze, pues no reconoce ni establece claramente la ruta ni la entrada principal al aeropuerto.
Durante el trayecto se pasa por una zona popular del Municipio de Ecatepec. Llamó mi atención que en esa avenida hay un carril confinado para el transporte público, Mexibús que es el equivalente del Juárez Bus o BRT. Sin embargo, ningún automovilista respetaba la exclusividad del carril. Incluso un par de kilómetros más adelante eran los propios agentes de vialidad quienes incentivaban que los automovilistas invadieran el carril exclusivo para desahogar el tráfico causado por dos semáforos que evidentemente no estaban sincronizados. Nuevamente, el ciudadano y la propia autoridad en común acuerdo para violar las disposiciones viales.
En ese trayecto se pasa por mercados ambulantes (comercio informal), puestos de piratería (comercio ilegal) y pedigüeños de la zona. En este escenario, tanto la incapacidad de las autoridades municipales de Ecatepec de regular adecuadamente el comercio, como la falta de cultura cívica del mexicano permiten que la piratería y el ambulantaje sean temas comunes.
Finalmente, se llega al Aeropuerto Felipe Ángeles. El aeropuerto en sí no está mal, simplemente no es un aeropuerto idóneo para manejar el tráfico aéreo de la Ciudad de México. Para construirlo, el presidente de la República instruyó cancelar la construcción del proyecto que ya estaba en marcha, el del Aeropuerto de Texcoco. Para lograrlo, derivado de los instrumentos de inversionistas y mecanismos de protección a los mismos, se tuvo que pagar el aeropuerto, con la diferencia de que no se construiría. Un despilfarro de recursos públicos en el que poca gente se pone a razonar.
Además, se destinaron recursos para la construcción de este aeropuerto, justamente de las tarifas que los usuarios pagan por volar desde el Benito Juárez. En resumen, quienes viajan desde el aeropuerto Benito Juárez pagan por el mantenimiento y operación del aeropuerto Felipe Ángeles. Pésima idea. El AIFA es administrado por las autoridades militares, al igual que muchas áreas que resultan clave para el gobierno. Es decir, más militarización.
Si usted, a la inversa que yo, decide llegar al AIFA y de ahí tomar transporte hasta la Ciudad de México, tiene pocas opciones. Hay específicamente un área donde se anuncia que existe un tren suburbano que lo llevará hasta la estación de Buenavista, ya en la ciudad. Sin embargo, ese tren no existe. Solamente inauguraron la estación, pero sin tren. Un ejemplo más de simulación de este gobierno. Las plataformas tecnológicas de transporte como Uber no prestan el servicio desde esa terminal. Primero, porque asumo que les resulta incosteable a los conductores. Segundo, porque las autoridades no permiten cargar pasaje en esas zonas. Por tanto, le queda solamente la opción de tomar un taxi de los autorizados por el gobierno en esa terminal. Las mafias de taxis que por años no se han podido erradicar, continúan haciendo su agosto ahora en el AIFA.
Estando en el aeropuerto, se puede ver que, a pesar de ser temporada vacacional, solamente se utiliza cerca del 33% de las puertas de salida. El mercado no da para llenar aviones desde un aeropuerto al que nadie quiere ir.
Dentro del aeropuerto están muchos locales comerciales vacíos, con anuncios de renta. Los datos de contacto refieren a Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, S.A. de C.V., una empresa de participación estatal mayoritaria agrupada en el sector coordinado por la Secretaría de la Defensa Nacional, algo así como Cuba, donde el Estado es el dueño de todo.
Posteriormente, a la hora de embarcar, nos tocó viajar en un avión de la aerolínea Viva Aerobús con bandera de Malta, y una tripulación de pilotos y sobrecargos extranjeros, en una tenue violación a lo establecido en el artículo 32, cuarto párrafo de la Constitución y las leyes aeronáuticas. En el avión se transportaba principalmente a ciudadanos centro y sudamericanos, que vienen a esta frontera con el afán de cruzar a Estados Unidos.
A pesar de ser un aeropuerto sin el tráfico aéreo que tiene el aeropuerto Benito Juárez, el avión despegó con más de una hora de retraso.
Al llegar a la ciudad, las autoridades migratorias se dedican a revisar, segregar e incluso extorsionar a aquellos ciudadanos extranjeros que ingresen a Juárez, en vez de revisar a quienes ingresan al país, según sus facultades y funciones. Naturalmente, la Guardia Nacional y la FGR siguen llevando a cabo sus labores policiacas en el aeropuerto de esta sufrida ciudad.
En resumen, corrupción gubernamental, corrupción ciudadana, falta de infraestructura, tráfico, militarización, acoso e intransigencia de autoridades migratorias, y tolerancia de autoridades aeronáuticas, todos estos elementos me tocó vivir en un breve viaje. Bien se puede resumir que este viaje engloba todo lo que es México.
Opinión
Domingo 14 Jul 2024, 06:30
Vuelo desde el AIFA: microcosmos de México
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Sixto Duarte

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