A veces los espacios editoriales se etiquetan para escribir de política, de temas sociales de impacto, de salud, de problemas comunitarios pero, sobre todo, para opinar de asuntos que deben, necesariamente, importar al grueso de la población.
Pero con frecuencia nos olvidamos de temas que aparentemente son intrascendentes y, en el fondo, están en la primera raya de la vida diaria, del imaginario colectivo o, en síntesis, de lo que debe importarnos.
Por eso necesito dedicar este espacio a la profesión más noble del mundo -no me equivoco-, porque además de eso, noble e importante, es la más defendida pero curiosamente, la que menos le interesa a la clase política…
Porque quienes ejercen esta profesión, no tienen salario, ni prestaciones, mucho menos aguinaldo o vacaciones y, muy posiblemente, a veces un regalo cada año. Intentaré, con un ejemplo personalísimo, hacer un acercamiento al concepto más hermoso del mundo: Mamá.
Me acerqué lentamente a su regazo. Esa noche, cuando la mujer enfrentaba la peor tragedia de su vida, tuvo tiempo de escucharme. Y me abrazó como si fuera la última vez.
Sentí la calidez de su respiración muy pegada a mi cara. Sus pequeñas manos acariciaron mi cabello, hasta acomodarlo en su lugar. Ahí permanecí de rodillas, junto a su cansada figura, que, sin dudarlo, necesitaba más de mí que yo de ella.
Luego suspiró profundamente y me dijo en tono suave: “Ya pasó, todo estará bien”. Sus palabras se clavaron en mi corazón, como un dardo lleno de anestesia para calmar el dolor.
No me soltó a pesar de que era la noche más triste de su vida. Pero era momento de levantarse. Así me lo dice cada vez que nos caemos: “es hora de levantarse”.
No sé de dónde saca tantas fuerzas, pero no fue la única ni la última ocasión en que se secaba las lágrimas para volver a empezar. Ella nunca se ha rajado. Es la expresión menos sutil que puedo utilizar, pero la más cercana a la realidad.
La vi hacer maravillas con unos cuantos pesos para que no nos faltara nada. Nos hizo inmensamente felices, porque no solo era tener suficientes alimentos en la mesa, aunque ella se quedara sin probar bocado; era enviarnos a la escuela a como diera lugar, pero con todo lo necesario.
Era -nunca lo he puesto en duda-, rifarse su propia vida para cuidar la nuestra. Ha sido enfermera, administradora, contadora, maestra, niñera, mesera, cocinera profesional, doctora y hasta animadora de fiestas infantiles. No tiene todos esos títulos colgados en la pared de la sala de su casa. Los tiene tatuados en el alma.
Pero nunca tuvo un salario, a pesar de que el trabajo era intenso, verdaderamente agotador. Su jornada iniciaba poco antes del amanecer y concluía hasta que ya estábamos dormidos. Y a veces más allá de la media noche…
No tengo la más mínima idea de lo que sufrió para hacernos llegar, pero lo imagino; tampoco sé lo que lloró en silencio cuando no le alcanzaba el dinero para sostenernos, lo supongo. Y mucho menos sé de qué tamaño es su corazón, que debió repartir en partes iguales… lo deduzco.
Esta mujer, que se llenó de heridas en las manos para trabajar, que abandonó los salones de belleza para cambiarlos por una estufa y un tallador de ropa hecho de cemento… que se convirtió en hada madrina, en médico las 24 horas del día o en albañil que inventaba cómo hacer más segura la puerta de la entrada de la casa…
Esta mujer, que dejó de teñirse el cabello para poder combinar lo blanco con lo sagrado… que maltrató su vientre cinco veces para bendecirse a sí misma; que jamás regateó el amor y mucho menos su protección, construyó una historia extraordinaria y debe ser, es, una maravillosa mujer.
Y aquella noche, que debe ser la más triste de su vida, tuvo tiempo de abrazarme y decirme “todo estará bien”. Ella me necesitaba más que yo a ella, pero volvió a acariciar mi cabello como cuando era niño.
Había perdido a su compañero de vida, con quien estuvo casada por más de 50 años. Era su tragedia y tuvo tiempo de abrazarnos. No sé cómo describir lo que es una Mamá. Lo pongo en mayúsculas: Mamá.
El próximo viernes es el día de las madres y sigo sin entender, cómo es posible que exista un ser humano tan extraordinario como una Mamá.
Por adelantado, feliz día de las Madres. Estén físicamente en nuestras vidas o se hayan ido, fueron, son y serán lo más hermoso de la vida, porque son vidas que dan vida. Y son quienes ejercen la profesión más grande del mundo… sin salario. Y si ahora se le da dinero a todo mundo, por lo que sea y justificado sin duda, ¿por qué no a las mamás? Digo, mucho más que merecido ¿no? Al tiempo.
Opinión
Lunes 06 May 2024, 06:30
La profesión más importante del mundo… sin salario
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José Luis García
