Hagamos de cuenta que el presidente López Obrador es un “profeta” falso -of course- él dijo: soy su mesías y, se comparó con Cristo, diciendo “así como Cristo ayudaba a la gente, yo ayudo a la gente”. Sin embargo, se ha dedicado a mentir a su rebaño durante seis años; además, ha hecho un pacto con ellos de seguirle a ciegas a cambio de los programas sociales, dinero que no sale de sus bolsillos sino de los impuestos de ciudadanos cumplidos.
López Obrador se ha dedicado a mentir diciendo que todo está bien; en su último informe dijo que México ya tiene el mejor sistema de salud del mundo, lo cual obvio, es una bofetada a la inteligencia de cualquier mexicano.
Un gran porcentaje de ciudadanos le dieron el bono electoral al saliente mandatario, no para derrumbar las instituciones -aunque ya lo había predicho- y, muchos no le dieron la seriedad que merecía.
El presente quiebre histórico que sufre el país no es ninguna novedad, Salomón ya lo había dicho: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será.”
Una época similar la vivió Israel en el tiempo del profeta Jeremías, porque había un sistema político-religioso. Jeremías exclama: Hay de los pastores,-es decir de los gobernantes- que destruyen y dispersan las ovejas de mis pastos; porque bajo su liderazgo, el pueblo ¿bueno y sabio? Abandonó la justicia. ¿Acaso no es cierto que, a la gente le importa poco que haya violencia, impunidad, y, más muertos que en los países en guerra; que a las madres de desaparecidos no las oiga el presidente, mientras ellos reciban dinero en efectivo?
Esos políticos del tiempo del profeta, no eran los dueños del rebaño y abusaban de su autoridad tal y como lo hace hoy López Obrador, a través de Morena. Con una mayoría calificada obtenida con marrullerías, pretende en el ocaso de su mandato dar la estocada el Poder Judicial, eligiendo a jueces por mandato popular, eliminar órganos autónomos y modificar la Constitución a su antojo y cualquier contrapeso que le impida gobernar desde las sombras, mediante una mandataria dócil que cumpla sus caprichos.
Dijo Gerardo Fernández Noroña que: “No hay poder sobre la tierra que pueda detener la reforma al Poder Judicial” es decir: obtener la mayoría calificada, para hacer y deshacer a su antojo. Ya se me hace mucha soberbia, vamos a ver si no hay poder sobre la tierra que los detenga, porque sobre uno grande hay otro grande y otro más grande está sobre ellos, o sea, el Ser Supremo que tiene injerencias en los humanos.
Eso me recuerda lo dicho con jactancia y soberbia, -según la película- lo dicho por uno de los diseñadores del Titánic: Ni Dios lo puede hundir. Y la historia atestiguó su hundimiento.
Así como a los reyes malvados de Israel se les permitió reinar con la venia de Egipto y Babilonia; así este monarca moderno, -malvado también, por cierto- López Obrador, se le ha permitido avanzar en su obstinación tiránica y déspota, con el silencio de los EEUU a través de Ken Salazar, un embajador que el parecer no defiende los intereses de los norteamericanos, y le hace el “caldo gordo” a López Obrador, aduciendo que, la relación bilateral no se verá afectada, ni aunque secuestren a quienes revisan aquí el comercio del aguacate.
Tampoco se debilitará la relación comercial- según él- si se eligen jueces por voto popular, y estén politizados y/o comprometidos al régimen. ¿No fallarán los jueces politizados, a favor de México en controversias del actual T-mec?
Como a la sazón de aquellos falsos profetas y políticos del tiempo de Jeremías, el pueblo creyó las mentiras, que no serían exiliados por 70 años a Babilonia bajo el yugo de Nabucodonosor. Así hoy, muchos inclusive religiosos que no se sorprendan que ya estemos bajo una dictadura. ¿Eso querían, o no?
Opinión
Martes 10 Sep 2024, 06:30
Y mi pueblo así lo quiso
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Jaime Rodríguez Chacón
