Estamos en época de
celebraciones donde el
festejado es el único ausente…
Si no hay pisto, no asisto, es el lema que rige la confirmación y asistencia a las reuniones. Se ha perdido el valor de la felicidad auténtica y el alcohol constituye ahora la felicidad artificial. La chispa de la vida es la chispa etílica que el mercado nos ha impuesto como etiqueta social. Vivimos en una sociedad alcohocéntrica, sí, donde el alcohol, es la parte central y esencial, no tan solo de las reuniones, sino de la vida.
Si bien, la palabra "alcohocéntrica" no es un término reconocido por la Real Academia Española, pero se utiliza comúnmente en contextos sociales y de salud mental para describir una sociedad o cultura que normaliza y centra su interés y entretenimiento en el consumo de alcohol y que muchas veces, termina en una terrible dependencia.
Partiendo de ese término, una sociedad alcohocéntrica es considerada la que asume que el alcohol debe estar presente en la mayoría de los eventos y celebraciones sociales.
Es un ambiente donde existe una gran presión para que se beba alcohol como distinción y forma de generar una interacción social. Si no bebes, estás fuera del ambiente porque no te desinhibes ni pasas de las pláticas a las confesiones.
Quien no se incorpora a ese ambiente sufre discriminación. La mayoría de las veces cuando los adolescentes empiezan a consumir alcohol, por lo general, es por presión o amenaza de quedar excluidos del grupo si no se toma a la par de los demás.
La palabra alcohocéntrica, se genera por analogía con "egocéntrico" (centrado en el yo), indicando que el alcohol es el punto central o la norma alrededor de la cual giran las actividades sociales y los negocios.
Para empezar, la cultura cristiana ha sido la formadora de nuestra civilización occidental. Aparte de una visión religiosa, que pretende unir (o reunir, de ahí la palabra religión de re-ligare) lo humano con lo divino, es una concepción que da sentido a la vida, una forma de cultivar conocimiento, desarrollar la trascendencia y reconocer -con humildad intelectual y sin soberbia racional- la existencia de un Ser Superior.
El cristianismo ha sido crisol de varias grandes culturas como la griega, romana y alemana entre otras, para consolidar el dualismo, de dos principios básicos del espíritu y materia. El cristianismo ha sido la brújula y el péndulo del reloj de la historia humana que nos ha mantenido por siglos.
Tiene como esencia principal a su fundador que cada año se conmemora su nacimiento y su muerte, como coordenadas de alegría y tristeza. Son los ciclos de finitud e inmortalidad que profesa la cultura cristiana.
El nacimiento es Jesús es la natividad, o sea, la Navidad marcada en diciembre de cada año y es el festejo de los cristianos, para lo cual se celebran ceremonias, rituales, tradiciones y costumbres, algunas de origen religioso u otras paganas, pero centradas en la misma figura.
Como las posadas, que son fiestas mexicanas tradicionales del 16 al 24 de diciembre para recordar la búsqueda de alojamiento de María y José, padres de Jesús, con procesiones, villancicos, piñatas, comida y dulces. Se recrea pidiendo posada o alojamiento. Desde hace siglos las figuras de Maria y José recorrían calles sobre hombros de feligreses por las calles de barrios y colonias buscando donde descansar.
¿Qué tienen que ver lo que ahora llaman “posadas” donde ni siquiera se conoce el significado de la palabra, ni el motivo del festejo y mucho menos se recuerda al festejado?
Ahora, las llamadas “posadas” que nada tiene de cristianas, ni de festejo de la natividad, son fiestas donde el alcohol es el principal invitado y para evitar la palabra Navidad, que es el nacimiento de Cristo, les llaman “felices fiestas”, asi de general y vago. ¿Fiestas de qué o por qué? Y claro que son felices porque corre el alcohol.
Hace días el escritor cubano Leonardo Paduro, famoso por su obra de “El hombre que amaba los perros”, en una plática celebrada en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, dijo que hay un “cansancio histórico” que se vive en su país.
En la cultura cristiana, en la civilización occidental pasa algo similar. Hay un cansancio por reconocer las raíces, por conocer la historia y por aceptar el origen. Si estamos tercos en suplantar la inteligencia humana, con mayor razón y de un plumazo borramos de la memoria la historia.
Los borrachazos, excesos etílicos y adoración al dios Baco se da en estas fechas que hipócritamente llamados “posadas”, montándonos en celebraciones cristianas para hacer fiestas paganas. Y luego viene un círculo vicioso y perverso: las autoridades decretaron que del 12 de diciembre al 6 de enero, los abarrotes están autorizados para vender bebidas alcohólicas de las 9 de la mañana a las 10 de la noche, o sea, 13 horas del día. Al mismo tiempo, las autoridades viales afilan los dientes para infraccionar y detener a conductores en estado etílico. No se diga en bares, restaurantes y eventos sociales que casi todos anuncian sus “posaditas”.
Por supuesto que se pueden hacer fiestas, pachangas, festivales o como le llamen cada vez que se quiera, pero no usurpando nombres. A las posadas no llamarles posadas porque ya no lo son. Serán fiestas de amigos, familiares o de vecinos, de compañeros de trabajo y oficina, pero al pan, pan y al vino, vino para darle un uso correcto al lenguaje.
Se trata de la desacralización, que es el proceso de quitar el carácter sagrado o religioso a algo o alguien que previamente lo tenía, ya sea un objeto, un lugar o un concepto, reduciendo su veneración o significado espiritual.
En las redes sociales circulan mensajes vagos e imprecisos como uno de “pídele a diciembre” pero nunca se menciona la palabra Dios, como si un mes tuviera la posibilidad de darnos tranquilidad, paz y armonía. Curioso pero cierto: hay vergüenza de decirse cristiano y de aceptar una expresión religiosa, mientras que delincuentes y criminales se cuelgan orgullosos y visibles rosarios o medallas para asesinar y traficar drogas.
Hay una lamentable descristianización de la Navidad, convirtiendo esta festividad en un consumismo sin control. El nacido en un pesebre fue sustituido por un gordo, barbón y mofletudo señor Claus, que vende juguetes. Son las mejores fechas para muchos comerciantes que se frotan las manos en esta temporada inflando precios, repartiendo jojojojos a cambio de venta de fotos.
En varios países ya han prohibido decir “Feliz Navidad” que es sólo cristiana, y lo sustituyen por “Felices fiestas” para supuestamente ser incluyentes de otras religiones. O el intento del gobierno español de hablar de “fiestas del afecto” en lugar de la Navidad como si hubiera un odio hacia la cultura cristiana, hacia la Navidad cristiana, hacia el nacimiento del fundador del cristianismo.
Y luego se da la paradoja, que mientras en el mundo occidental se tolera y promueve esa descristianización de la Navidad y de los valores cristianos, en otros países persiguen a las personas que profesan la religión cristiana en pleno siglo XXI, de supuesta tolerancia y respeto a la libertad religiosa.
Existe la lista mundial de la persecución donde se registra que más de 380 millones de cristianos sufren por su fe altos niveles de persecución y discriminación.
Aquí nos damos el lujo y soberbia de descristianizar la Navidad mientras que en otros lares desearían un mínimo de libertad para celebrar cristianamente la Navidad. Por ejemplo, uno de cada 7 cristianos en el mundo es perseguido. Uno de cada 5 cristianos es perseguido en África; 2 de cada 5 cristianos son perseguidos en Asia; 1 de cada 16 cristianos son perseguidos en América Latina; en pleno siglo XXI van 4 mil 476 cristianos asesinados; 7 mil 679 iglesias atacadas; cuatro mil 744 cristianos detenidos. Y en los países cristianos nos damos el gusto de mal festejar la Navidad.
Ahora, la sabiduría concentrada en frases o aforismos que resumen teorías o corrientes, son transformadas en nuevas reglas de vida.
Si supiera René Descartes que su famosa frase “Pienso, luego existo…” terminó con una apología bebedora de “tomo, luego existo…” que repiten varias personas como mantra de sabiduría.
Esa es la nueva sabiduría del Occidente “cristiano”, que festeja con alcohol una conmemoración desprovista de sentido, respeto y significado.
Por lo pronto, que pasen una Feliz Navidad y nos reencontramos el próximo 2026.