Mis últimos editoriales han versado sobre la situación en nuestro país, Sheinbaum, Trump, migrantes, aranceles, inseguridad, violencia, etc.; por lo regular hago una reflexión de los temas de la agenda nacional o local. Incluso a veces, internacional. El punto es que en esta ocasión, -como lo hago esporádicamente-, trataré un asunto muy personal, que deseo compartirles.
Me anticipo a pensar, que algunas personas -al leerlo-, se sentirán un tanto identificadas conmigo.
Les cuento, -por no decir: “les presumo”-, que en este 2025, estaré cumpliendo 50 años de edad. En agosto. Así que, tengo semanas reflexionando al respecto; por las razones que enseguida expongo.
Comienzo con un análisis numérico: nací en 1975, eso significa que he vivido exactamente la mitad de mi vida en el Siglo XX y la otra mitad en el XXI.
Por otra parte, he traspasado por 6 décadas:
⁃ Mi más tierna infancia en los Setentas.
⁃ Mi infancia y adolescencia, primer novio, secundaria, entrada al Bachi, ilusiones y desilusiones, en los Ochentas.
⁃ Mi juventud, carrera profesional, maestría y primer boda, en los Noventas.
⁃ Mi vida adulta, convertirme en madre, doctorado, crecimiento político y profesional en los Dos mil.
⁃ Divorcio, equivocaciones, caos, retomar la ruta, desarrollo, progreso, conformar nueva familia, el deceso de mi Mami, en los años Diez.
⁃ Estabilidad, tranquilidad, consolidación, en el decenio de los Veinte, que están transcurriendo.
Así, en 6 enunciados estoy resumiendo mi vida entera.
Los de mi generación, estamos hechos de muy buena madera; sobrevivimos a huracanes, inundaciones, y sequía; a muy altas y muy bajas temperaturas; a la crisis del 95, cuando iniciábamos la vida adulta; al “fin del mundo”, que se anunciaba para el 2000; al otro fin, el del calendario maya en 2012; a la pandemia por COVID-19; y al pendejo de Andrés Manuel.
En mi caso muy particular, debo agregar que sobreviví al cáncer de mama. Y, aquí andamos todavía, luego de tanto y tanto, vivos y felices.
He estado pensando acerca de cómo festejarme este año. Ha habido ocasiones en que organizo fiestas temáticas; a veces en granja, salón o casa. El mero día, no puede faltar la cenita romántica o en familia. Por lo regular hay pastel en la oficina. A veces, ahorro para algún viaje. El año pasado me auto-obsequié el boleto para el concierto de Luismi. Y así, cada ocasión busco la manera de disfrutar y celebrar la vida, en torno a mi cumpleaños.
Esta vez, quiero algo especial y significativo. Por un lado, voy a hacer una cena de gala, con cincuenta asistentes solamente (apúntense con anticipación los que quieran asistir). No es que esté haciendo una convocatoria abierta, (ni que fueran los XV’s de Rubí); solo digo que habrá lista de invitados, alfombra roja, algo elegante y peculiar, pues la ocasión lo amerita. Por otra parte, mi esposo y yo, nos vamos a regalar un viaje a Italia. Ya sé decir: “grazie” y “buongiorno”.
Cumplir 50 quizá se dice fácil; pero es un cúmulo de experiencias vividas y de expectativas por vivir. Es una ocasión, que merece algo único y exclusivo. Al menos para mí.
Yo digo y decreto, que viviré hasta los 84; así que tengo todavía más de 30 años por delante.
Considero -y así se los he externado a quienes me rodean-, que me encuentro en un momento muy pleno. Estoy haciendo lo que me gusta y además me pagan por hacerlo (política); sigo preparándome siempre con cursos y certificaciones, aunado a las clases que imparto a nivel Maestría; disfruto la vida en pareja y la estabilidad que me proporciona Luyo; mantengo una estrecha y envidiable relación con mi princesa.
¿Qué más le puedo pedir a la vida?
La respuesta es: nada. Nada más que seguir con vida.
Ya es momento…