¡Hoy no! ¡hoy no! hoy no quiero hablar del otro tema, hoy solo platicaremos del antihéroe que desea, anhela y suspira por ser el héroe de una película, sí, sí, sí, de aquél que desea, pero en vez de luchar contra el dragón de las siete cabezas, prefiere quedarse bajo las sábanas por miedo a que aquel le mire feo.
Hoy platicaremos acerca del tipo de persona que cuando ve un obstáculo, lo estudia, lo analiza, lo contempla, entiende y calcula lo que se debe hacer y no lo hace porque… mejor se va a tomar un cafecito para calmar los nervios, porque recuerda que es mejor ver la guerra por televisión que asistir presencialmente a ella. ¡El miedo es tan grande que hasta las sombras le dan un susto! Por no decir como afirman que dicen en el rancho, ósea “le asustan hasta los truenos” dijo el vecino.
Sí, hoy platicaremos de los pusilánimes que encontramos en la tiendita de la esquina, en el supermercado, en el camión de pasajeros, en las dependencias públicas, en los compadrazgos y hasta en la casa; me refiero aquellas personas que carecen de valor, coraje o determinación para enfrentar situaciones difíciles o tomar decisiones importantes, que no saben decir no por debilidad de carácter o miedo; ojo, pero un miedo sinónimo de utilidad, de conveniencia, no vayas a pensar que del otro.
La palabra pusilánime proviene del latín pusillanimis, y éste de pusillus ("diminuto") y anima ("espíritu"), que significa "de ánimo pequeño", lo que denota una falta de fortaleza mental. Sí, pusilánime es la persona tímida, indecisa, o fácilmente influenciable por el miedo o la duda.
Samuel Vargas Montoya, filosofo mexicano, en su libro Tratado de Psicología[1] nos dice que: Santo Tomás de Aquino cuenta con uno de los estudios más completos que se hayan intentado sobre el hombre, su naturaleza y destino, sobre la pusilanimidad este santo nos dice sustancialmente que ésta se refiere a un vicio vinculado con la debilidad del ánimo y la falta de coraje para enfrentarse a las dificultades y adversidades, especialmente cuando se trata de actos que requieren virtud o esfuerzo moral[2].
Ejemplo de un ser pusilánime podría ser un funcionario o un jefe que, al enfrentarse a decisiones difíciles o controversiales, tales como denunciar el acoso de una persona hacia otra, se muestra indeciso o evita tomar acción por miedo a las repercusiones, piensa, voy a perder el trabajo o la simpatía de mis compañeros, y resuelve: mejor nada digo.
Otro caso típico sería aquel funcionario que, al saber de irregularidades o actos de corrupción dentro de la institución, decide no denunciar por miedo a perder su empleo o enfrentar represalias. Qué podemos decir: triste la persona dirigida por el interés, que esconde la dignidad humana; ándele pues sígale de tapete dirían otros, luego no se queje.
Salir del vicio de la pusilanimidad depende de nuestra voluntad, es difícil si ésta es débil, primero hay que aceptar que tienes un propósito más grande que cumplir; considera la magnanimidad, esta es la virtud contraria a la pusilanimidad, nos invita a dar de nosotros por algo más importante que el miedo; tener miedo es natural al ser humano, no obstante, actuar con valentía no significa que no sintamos miedo, sino que a pesar de este, decidimos seguir adelante, confiando en que lo que tienes dentro de ti es más fuerte que cualquier obstáculo.
Ser magnánimo, esto es, generoso, noble, altruista, desinteresado, benévolo, bondadoso, no es para quienes se ostentan como benevolentes porque “dan” bienes que provienen de los recursos públicos, es decir de todos; por el contrario, ser magnánimos es de aquellos que eligen levantarse cada día, desafiar el miedo y avanzar, aunque sea un paso a la vez dar de sí y lo que poseen.
¿Qué más te puedo decir? Sino solo comenzar hoy, con una pequeña decisión valiente, y verás el cambio en todos los órdenes.
Vargas, S. Tratado de Psicología. (1968). Editorial Porrúa. México. Pág. 34.
Aquino. S.T. a 1. S.