Recién egresado de la Universidad, impartí cátedra en una escuela de nivel profesional privada. Ahí duré unos 3 o 4 años. No sabía nada de sindicatos ni de leyes que protegieran al trabajador. Un día comenté que sería óptimo crear una asociación de profesores que tuvieran voz y voto en las decisiones de la dirección, que se respetaran los acuerdos y que tuviésemos sueldos dignos. Al siguiente semestre ya no me contrataron.
Los derechos de los trabajadores son inalienables. Ni un paso atrás en sus conquistas laborales. Pero debe tenerse en cuenta que la economía es una ciencia y que no se puede ni se debe siquiera intentar quebrantarla. A veces tenemos que hacer sacrificios como agremiados en beneficio propio.
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación tiene agarrado con los plantones al gobierno federal y hace lo que quieren, suspenden clases cuando gustan y exigen que no se les descuenten esas semanas de ausencias. Ah, pero cuando llegan las vacaciones, se van a sus casas. El tema de hoy es muy concreto: jubilaciones y pensiones.
Los sistemas de jubilaciones y pensiones tienen sus antecedentes en la Constitución de 1917 en el Artículo 123. En 1925 se creó la Dirección General de Pensiones Civiles y de Retiro y en 1943 se crearon el Instituto Mexicano del Seguro Social y en 1953 el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.
Desde la época colonial los trabajadores exigían derechos: día de descanso obligatorio, jornadas más cortas, jubilaciones, servicios médicos y un larguísimo etcétera. Los movimientos obreros de Cananea en 1906 y Río Blanco en 1907 hicieron ecos en estas exigencias.
Para los años cincuenta del siglo pasado la esperanza de vida no llegaba al medio centenar. Después del IMSS llegó –pocos años después- a los 55 abriles. En 1970 era de 58 años. Era común escuchar a las personas durante los sepelios “murió porque se jubiló”. Si iniciaban a laborar a los 20 años más treinta o poco más de servicio, cuando se retiraban daban el paso al más allá. De los profesores se decía que iban del salón al cajón. En este año, la esperanza de vida supera los 75 años, un poco más para las mujeres. Con estos datos, un sentido común nos diría que los años laborales también deberían incrementarse. Si una docente inicia su carrera en el magisterio a los 20 años, a los 28 de servicio y 48 de edad tendría derecho a la jubilación. Si vive 78 años, el sistema de jubilación y pensión debió entregarle su pensión durante 30 años. Es decir, más de los que trabajó. Ahora si permanece en este valle de lágrimas más tiempo pues hagan cuentas.
Si se jubilan con el sueldo íntegro esto costará muchísimo dinero del presupuesto federal. Para cuando los hoy en activo se jubilen no habrá dinero y cuando no hay, pues no hay para nadie. Si se jubilan y les descuentan material didáctico, bonos por asistencia, productividad, puntualidad, transporte, canasta básica su ingreso se verá reducido entre un 40 o un 50%. ¿Y qué hará la clase jubilada? Buscarse otro empleo para compensar lo perdido. Y mientras más pasan los años más necesidades se tienen: más medicinas, mejor medio de transporte, una vivienda digna, aparatos ortopédicos, alimentos selectos. Y después de 30 años de servicio magisterial ¿qué saben hacer? impartir cátedra. Entonces ofrecerán cursos de regularización o de plano entrarán a la economía informal. Pero ¿qué necesidad?
Claro, a nadie le gusta le rebajen de su salario, pero a veces tenemos que hacerlo. Tuve el honor de participar en este tema en mi sindicato. La cuota –en el año 2000- para el fideicomiso de jubilaciones y pensiones era apenas del 1.5% del ingreso total. Pronto lo incrementamos al 3, al 5, al 9 y 13% y tenderá a subir porque un buen nivel de vida tiende a que los profesores los vistan de madera pasados fácilmente los ochenta años. También se incrementaron los años de servicio mínimos para jubilarse.
Compañeros del CNTE y también los de otros gremios, no asesinen la gallina de los huevos de oro. Es necesario repetirlo: cuando ya no hay dinero, no habrá para nadie. Y entonces las puertas de la indigencia estarán abiertas para todos.
Mi álter ego, je je je… se muere de risa: Donald Trump fue nominado al Premio Nobel de la Paz. Ja, ja, ja, je, je, ji, ji. De una vez que ese premio se les otorgue post mortem a Adolfo Hitler, Augusto Pinochet, Iván el Terrible, Benito Mussolini, Victoriano Huerta, José Stalin y muchísimos más. Netanyahu no construye la paz, pero tiene un humor más negro que las finanzas de Pemex.
Opinión
Miércoles 16 Jul 2025, 06:30
El CNTE, cada día más fuerte
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Rafael Soto Baylón
