Imagínate que las noticias te alcanzan antes del café, pero disfrazadas de trend o challenge. Así es TikTok: el noticiero más poderoso para una generación que no lee encabezados, pero sí hashtags.
Hoy, millones de adolescentes y jóvenes adultos que ya no buscan información… se la encuentran. Les aparece entre risas, transiciones y narraciones virales. No la contrastan, la comparten sin verificar; no la digieren, la consumen como la ultima noticia en la existencia. Las audiencias han cambiado, la lógica del saber: ya no se aprende por voluntad, sino por algoritmo (RTVE, 2022).
¿Por qué? Porque el tiempo no alcanza, la atención escasea y las pantallas rebozan de información. Google es lento, los periódicos son “densos” y los noticieros parecen telenovelas de otra época. TikTok ofrece una alternativa seductora: información inmediata, masticada, en formato de 30 segundos con subtítulos y un rostro joven que te habla “como tú” (Kolsquare, 2022).
Es accesible, ligero, personalizable y —muy importante— visualmente estimulante. En resumen: es la droga blanda de la información.
No es casualidad. El algoritmo no te pregunta qué quieres saber, te adivina. Te entrega justo lo que emociona, lo que enciende reacciones, lo que se replica. Y lo hace rápido, sin filtros éticos, sin pausa para pensar, sin referencias (Excélsior, 2023). La lógica del entretenimiento reemplaza a la del conocimiento. ¿Resultado? Una generación híperinformada… pero mal nutrida.
En TikTok, un dato falso bien editado tiene más alcance que un reportaje de investigación. Casi el 20% de los videos noticioso contienen datos erróneos o tergiversados (Guía Universitaria, 2023). Y aunque TikTok ha implementa filtros, etiquetas y verificadores de datos, la velocidad del contenido supera cualquier sistema de control (El País, 2021). Lo peor: los usuarios rara vez se detienen a cuestionar (CNN en Español, 2022).
Pero el problema no es solo la desinformación. Es lo que se normaliza en medio del glitter visual: Narrativas que romantizan la ansiedad, glorifican al narco, vuelven viral el sufrimiento o disfrazan el abuso de autenticidad. Lo tóxico se camuflajea de tendencia. Lo riesgoso se hace relato, lo peligroso, entra por los ojos… y se queda en la mente.
Impactos reales, no virtuales como la alteración del sueño por la exposición constante a pantallas y contenido acelerado que altera el descanso, incrementa la ansiedad nocturna y afecta la memoria a corto plazo (La Tercera, 2024).
Los problemas de concentración ya que TikTok entrena al cerebro por lo fugaz. Cada video es una descarga de dopamina, lo que disminuye la tolerancia a lo lento y profundo (Kolsquare, 2022).
Los trastornos emocionales por la trivialización de temas como la depresión y la autolesión sin un marco responsable puede fomentar autodiagnóstico, apatía o sobreexposición al dolor ajeno (RTVE, 2022).
La vida comparada constantemente con la de los influencers puede provocar frustración, baja autoestima y una identidad filtrada por los likes (Fundación Gabo, 2024).
Se crean nuevas costumbres sin que lo notes:
Hablar con frases virales en lugar de ideas propias. Compartir sin verificar. Validar el dolor con “likes” en lugar de pedir ayuda. Creer que si está en TikTok, es verdad. Pensar que un “trend” es una forma de vida.
Da igual si tienes cuenta o no. TikTok no necesita que te registres para atraparte. Sus videos llegan por WhatsApp, por Instagram Reels, por Facebook, por pantallazos en Twitter. TikTok se infiltra como metástasis informativa (Fundación Gabo, 2024). Todos terminamos expuestos a su contenido. Sin pedirlo. Sin saberlo. Sin filtros.
TikTok no es el enemigo. Es el síntoma de una sociedad que dejó de contrastar, que se aburre de leer, que prioriza lo breve sobre lo verdadero. Pero también es una oportunidad: para educar, alfabetizar y enseñar a pensar en medio de tanto efecto especial.
Que TikTok baile, pero que también piense, que informe, pero que no confunda.
Y que tú, sí, tú que estás leyendo esto…
No dejes que un trend decida por ti lo que es verdad.
Cómo informarte sin infoxicarte:
Haz doble clic en la verdad: No te quedes con el primer video. Googlea, pregunta, compara.
Sigue cuentas verificadas o institucionales: El filtro azul no lo dice todo, pero es un comienzo.
Cuestiona lo demasiado escandaloso: Si suena exagerado, probablemente lo es. Busca contexto.
Piensa antes de compartir: ¿Es útil? ¿Es verdad? ¿Es reciente? Que tu dedo no vaya más rápido que tu criterio.
Detrás de cada trend disfrazado de humor, puede esconderse una verdad.
Porque no todo lo viral merece tu atención. Si no enseñamos a pensar, terminaremos celebrando la ignorancia con coreografía.
Hoy, más que nunca, la desinformación no grita: susurra entre filtros, se disfraza de meme y se esconde en tu “Para ti” (fyp).
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