Decía Jorge Ibarguentoitia: “hay personas que piensan que la farsa es una comedia escrita por un tonto”. Otros que el humor blanco era el de antaño, con chistes para retrasados mentales. No faltan quienes nacen con estrella y otros estrellados. Roberto Gómez Bolaños pertenece a la primera clase. Y hasta su serie –post mortem- se mereció inmerecidamente.
Él fue bautizado como Chespirito por el director Agustín Delgado. “Un pequeño Shakespeare” –dijo- por su talento para escribir guiones. Pero La distancia entre el inglés y el defeño debe ser… más lejana que cuando te mandan “muy lejos”. ¿Qué mal le habrá hecho Shakespeare a Delgado? No lo sé. Pero su venganza fue despiadada.
Es increíble que los acérrimos defensores de los derechos humanos (por cierto ¿todavía existen las comisiones estatales porque la nacional es evidente que no?) -sobremanera de los infantes- no hayan puesto atención en el tema del programa porque promueve, estimula, enseña, mal educa, tolera y es digna de carcajadas la violencia que don Ramón ejerce en contra de un niño indefenso. Los adultos tienen autorización para vilipendiar, deshonrar y rebajar a los chiquillos, si no pertenecen a la clase social del agresor porque lo hacen con ternura, comicidad y amor. Como cuando dice doña Florinda a su retrasado mental hijito “no te juntes con esta chusma”. Y por supuesto que el Chavo es la víctima sistemática: no tiene nombre, ni padre, ni madre, ni pariente y ni siquiera alguien del DIF que se acerque para auxiliarlo. Vive en un tonel, desde la perspectiva de RGB, feliz, muy feliz. Si la violencia física en contra de una mujer de reprobable también debe serlo hacia un hombre. Doña Florinda cachetea impune e injustamente a don Ramón. El uso del lenguaje también denigra a los demás protagonistas. Así la frase soez tiene licencia si es para divertir y las frases “qué te importa”, “llévate tu mugroso perro”, “vieja chancluda” brincan de acá para allá. El lenguaje utilizado nace de una premisa falsa: lo estúpido es divertido: “Fue sin querer queriendo “o “cállate, cállate que me desesperas” o “vamos a juegar”. Los gestos, lenguaje y guión hacen que cada programa sea una calca de los anteriores. Sus temas son infinitamente repetitivos. Gómez Bolaños se quebró el coco –que no lo hizo en la carrera de ingeniería en la UNAM- para denominar a sus personajes: el Chavo del 8 fue por el canal de tv que le dio vida. Ramón Valdés es don Ramón. Florinda Meza es doña Florinda. Rubén Aguirre es el profesor Jirafales (¿será porque son altas?). Edgar Vivar es el señor Barriga. Y de esta inspiración divina solo se salvan Carlos Villagrán, María Antonieta de las Nieves y Angelines Fernández (la bruja del 71 porque, no lo sospechan, ese año inició el programa). En una época Gómez Bolaños eliminó las risas grabadas de su programa. Pero volvieron. Tuvo su razón de ser: es la señal para que el público sepa cuánto se está divirtiendo.
Los temas musicales son tal plagio que ni siquiera aparecen en los créditos. Para el Chavo “An elephant never forgets” y para el Chapulín “Baroque Hodeown” ambos de Jean-Jaques Perrey. Nunca fui fan del Chavo ni de sus otros personajes. Con excepción del Chapulín Colorado. Pero desde aquellos tiempos saboreaba el cine de arte y, oh sorpresa, mi pasión por las películas clásicas me llevaron a saber que los mejores cuadros del mediocre héroe fueron pirateados de obras clásicas de Laurey & Hardy (el gordo y el flaco); Moe, Larry y Curty (Los Tres Chiflados) y de los Hermanos Marx. Es una verdadera lástima que en México no se castigue el plagio.
Queremos que nuestra descendencia sea culta, inteligente, capaz, crítica y de buen gusto. Pero si permitimos a las actuales generaciones vean esas series donde glorifican la mediocridad y no contentos con ello los alabamos, entonces daremos un mensaje por demás claro: la sandez, la ignorancia, la intimidación, el atraso y la discriminación social y física son muy entretenidos y tomarse para sí obras ajenas es permisible. Y luego se quejan de que sus hijos actúan como tontos. No por nada en aquella época a la televisión se le llamó la caja idiota, gracias a las “graciosadas” de gente como Chespirito. Por eso tenemos el país y los programas televisivos que merecemos. ¿Quiere que su hijo sea político, juez o magistrado? Póngalo a ver “Sin querer queriendo” y verá que mínimo será diputado oficialista.
Mi alter ego reconoce que #EsClaudia tiene mucha suerte ¡Le cancelaron la audiencia con Trump! ¡La hubiera hecho llorar en vivo y a todo color! Puf!!! O tal vez le hubiera pedido consejos de cómo llevar gente para que lo alabe.