Tras el lamentable y cobarde asesinato del presidente municipal de Uruapan en Michoacán, Carlos Manzo, una ola de indignación y rabia sacudió a México y con toda justicia y legitimidad porque ese cáncer del crimen organizado no ha podido desparecer, pues no se trata de una acción administrativa, de una línea discursiva política y tampoco de acciones coercitivas como sucedió dos sexenios atrás y que en Chihuahua bien sabemos lo doloroso y sangriento de esa estrategia fallida.

Sin embargo, para la oposición oportunista, carroñera y cínica, no parece importar la sangre y el dolor que ocasionó esta mal llamada “guerra contra el narco”, porque finalmente además de ser una “estrategia” errónea y fallida, terminó siendo una guerra entre grupos criminales en la que el Gobierno federal encabezado por el espurio Calderón, pactó con uno de esos grupos para intentar monopolizar el mercado, lo que generó años de pesadilla y muerte, mientras desde la federación con la Policía Federal como puntero se intentaba eliminar a los otros cárteles, los gobiernos locales hacían los mismo con los grupos antagónicos, todo un desastre.

El momento de la desgracia y la tragedia de lo sucedido en Michoacán para el PRIAN y los frustrados opositores se convirtió en una fiesta de éxtasis donde las plataformas de redes sociales fue el instrumento en el cual exhibieron su peor rostro, porque los zopilotes y las hienas como animales sin conciencia se alimentan de la carroña porque es un instinto natural, mientras que los políticos de la derecha mexicana hacen de la carroña un arma de interés personal y político, muy lamentable y totalmente reprobable.

Pero este espacio no es para señalar lo que todos sabemos, sino para recordar que la estrategia de la guerra y las acciones coercitivas no dieron resultados, todo lo contrario fue un infierno que aquí en Chihuahua aún sigue calando hondo, no sólo por el ambiente de terror y miedo, sino por la sangre que se derramó sin tener algún resultado positivo, no se logró acabar con el “narco”, no se detuvo el tráfico de drogas ni armas y comenzó el aumento en el consumo interno de estupefacientes, sólo hay que recordar que antes de esa guerra espuria los datos eran muy distintos.

Aunque fue en el sexenio de Vicente Fox donde se liberó a “El Chapo” Guzmán y el Cártel de Sinaloa comenzó a crecer exponencialmente, terminó con números no tan malos respecto a los homicidios dolosos generados por el crimen organizado, aún se podía transitar por todo el territorio nacional sin temor, puesto que las rencillas del narcotráfico sucedían en un mundo que ocasionalmente afectaba la vida pública, pero eso llegaría a su fin con el fraude electoral del 2006 y la ilegitimidad de Felipe Calderón que para intentar subsanar esta mancha que cargará históricamente, anunció el 11 de diciembre del 2006 la guerra que cambiaría a México y que aún no se ha podido detener.

Y para no olvidar, fue Michoacán donde comenzó el infierno cuando el 13 de diciembre de ese año Calderón anunció el “michoacanazo”, y ese estado se convertiría en un laboratorio de sangre, siendo gobernado por el PRD en ese momento, con todo el poderío “del Estado” y “sin temblarle la mano”, como les gusta decir a los fascistas, la Policía Federal encabezada por Genaro García Luna, actualmente en la cárcel de Estados Unidos por delitos del crimen organizado para el Cártel de Sinaloa, en aquel momento comenzó esta guerra.

El termómetro de sangre inició aquel frío diciembre y no pararía nunca más, poco a poco otros estados se vieron inmersos en esta guerra sin cuartel, sin un rostro y sin un objetivo; la sangre y la muerte comenzaron a trastocar la vida pública al grado de llegar al estado fallido en grandes extensiones del territorio nacional, espacios que nunca volverían a recuperarse porque los grupos criminales comenzaron a apoderarse de territorio para sus operaciones.

Y llegó el fin de la actividad económica en todos los niveles por el cierre de negocios, los asesinatos a todas horas del día, las masacres en bares, centros de rehabilitación, negocios, calles, amenazas, toques de queda, levantones, secuestros, extorsiones y los muertos que tocaron a casi todas las familias chihuahuenses, todo para nada, para nada, porque esa estrategia jamás servirá sino se termina con el problema de raíz, con las causas y con el mercado de las drogas, tantita madre y tantita memoria para quienes piden el regreso de esa guerra.