A principios de febrero de 2020, China encerró a más de 50 millones de personas, con la esperanza de impedir la propagación de un nuevo coronavirus. Nadie sabía entonces exactamente cómo este se estaba propagando, pero a Lidia Morawska, experta en calidad del aire de la Universidad Tecnológica de Queensland en Australia, no le gustaron las pistas que consiguió encontrar.
Le parecía que el coronavirus se propagaba por el aire, transportado por las gotículas exhaladas por los infectados. Si eso era cierto, las medidas habituales, como desinfectar las superficies y mantenerse a un par de metros de las personas con síntomas, no bastarían para evitar la infección.
Morawska y su colega, Junji Cao, de la Academia China de Ciencias de Pekín, redactaron una advertencia grave. Ignorar la propagación aérea del virus, escribieron, provocaría muchas más infecciones. Pero cuando los científicos enviaron sus comentarios a revistas médicas, fueron rechazados una y otra vez.
“Nadie quería hacer caso”, dijo Morawska.
La Organización Mundial de la Salud tardó más de dos años en reconocer oficialmente que la covid se propagaba por el aire. Ahora, cinco años después de que Morawska empezara a dar la voz de alarma, los científicos prestan más atención a cómo otras enfermedades pueden propagarse también por el aire. La primera de la lista es la gripe o influenza aviar.
El año pasado, los Centros de Control de Enfermedades registraron 66 personas infectadas en Estados Unidos por una cepa de gripe aviar denominada H5N1. Lo más probable es que algunas de ellas enfermaran por manipular aves infectadas por el virus. En marzo, el Departamento de Agricultura descubrió vacas que también estaban infectadas por el virus H5N1 y que los animales podían transmitir el virus a las personas, posiblemente a través de gotículas salpicadas por la maquinaria de ordeño.
Si la gripe aviar adquiere la capacidad de propagarse de persona a persona, podría producir la próxima pandemia. Por ello, algunos expertos en influenza rastrean con preocupación los cambios que podrían hacer que el virus se transmitiera por el aire, viajando en diminutas gotículas a través de hospitales, restaurantes y otros espacios compartidos, donde sus próximas víctimas podrían inhalarlo.
“Disponer de estas pruebas es muy importante para no encontrarnos en la misma situación que cuando surgió la covid, en la que todo el mundo se peleaba por averiguar cómo se transmitía el virus”, dijo Kristen K. Coleman, experta en enfermedades infecciosas de la Universidad de Maryland.
Los científicos llevan más de un siglo discutiendo sobre cómo se propagan los virus de la influenza. En 1918, una cepa de gripe llamada H1N1 arrasó el mundo y mató a más de 50 millones de personas. Algunas ciudades estadounidenses la trataron como una enfermedad transmitida por el aire; exigieron mascarillas en público y abrieron ventanas en las escuelas. Pero muchos expertos en salud pública seguían convencidos de que la gripe se propagaba en gran medida por contacto directo, como tocar el picaporte de una puerta contaminada o recibir un estornudo o una tos.
El virus H5N1 salió a la luz por primera vez en 1996, cuando se detectó en aves silvestres en China. El virus infectaba sus tractos digestivos y se propagaba a través de sus heces. Con los años, el virus se propagó a millones de pollos y otras aves de granja. Cientos de personas también enfermaron, sobre todo por manipular animales enfermos. Esas víctimas desarrollaron infecciones por H5N1 en los pulmones que a menudo resultaron mortales. Pero el virus no podía pasar fácilmente de una persona a otra.
La amenaza de una propagación del H5N1 a las poblaciones humanas llevó a los científicos a estudiar detenidamente cómo se propagan los virus de la gripe. En un experimento, Sander Herfst, virólogo de la Universidad Erasmus de Rotterdam en los Países Bajos, y sus colegas pusieron a prueba si el H5N1 podía propagarse entre hurones en jaulas colocadas a diez centímetros de distancia.
“Los animales no pueden tocarse, no pueden lamerse”, dijo Herfst. “Así que la única forma de que se produzca la transmisión es a través del aire”.
Cuando Herfst y sus colegas rociaron el virus H5N1 en las fosas nasales de hurones, estos desarrollaron infecciones pulmonares. No propagaron los virus a hurones sanos de otras jaulas.
Pero Herfst y sus colegas descubrieron que unas pocas mutaciones permitían que el H5N1 se transmitiera por el aire. Los virus modificados genéticamente que portaban esas mutaciones se propagaron de una jaula a otra en tres de cada cuatro ensayos, enfermando a hurones sanos.
Cuando los científicos compartieron estos resultados en 2012, estalló un intenso debate sobre si los científicos debían intentar producir intencionadamente virus que pudieran iniciar una nueva pandemia. No obstante, otros científicos siguieron la investigación para averiguar cómo esas mutaciones permitían que la gripe se propagara por el aire.
Algunas investigaciones han sugerido que los virus se vuelven más estables, de modo que pueden soportar un viaje por el aire dentro de una gotícula. Cuando otro mamífero inhala la gotícula, ciertas mutaciones permiten que los virus se adhieran a las células de las vías respiratorias superiores del animal. Y otras mutaciones pueden permitir que el virus prospere en la temperatura fresca de las vías respiratorias, produciendo montones de virus nuevos que luego pueden exhalarse.
El seguimiento de la gripe entre los seres humanos resultó más difícil, a pesar de que aproximadamente mil millones de personas contraen la gripe estacional cada año. Pero algunos estudios han apuntado a la transmisión aérea. En 2018, unos investigadores reclutaron a estudiantes universitarios enfermos de gripe y les hicieron respirar en un muestreador de aire con forma de cuerno. El 39 por ciento de las pequeñas gotículas que exhalaron eran portadoras de virus de la gripe viables.
A pesar de estos hallazgos, aún no está claro exactamente cómo se propaga la gripe por el aire. Los científicos no pueden ofrecer una cifra precisa del porcentaje de casos de gripe causados por la propagación aérea frente a una superficie contaminada como el picaporte de una puerta.
“De hecho, faltan conocimientos muy básicos”, dijo Herfst.
Durante la temporada de gripe del año pasado, Coleman y sus colegas llevaron a personas enfermas de gripe a un hotel de Baltimore. Los voluntarios enfermos pasaron un tiempo en una habitación con personas sanas, jugando y hablando juntos.
Coleman y sus colegas recogieron los virus de la gripe que flotaban por la habitación. Pero ninguno de los voluntarios no infectados enfermó, por lo que los científicos no pudieron comparar la frecuencia con la que la gripe infecta a las personas a través del aire, frente a la incidencia por toses de corto alcance o en superficies cubiertas de virus.
“Es difícil recrear la vida real”, dijo Coleman.
Mientras Coleman y sus colegas siguen intentando precisar la propagación de la influenza, la gripe aviar está infectando cada vez a más animales en todo Estados Unidos. Incluso los gatos se están infectando, posiblemente por beber leche cruda o comer comida cruda para mascotas.
A algunos expertos en gripe les preocupa que el H5N1 esté adquiriendo algunas de las mutaciones necesarias para transmitirse por el aire. Un virus aislado de un trabajador lechero de Texas tenía una mutación que puede acelerar su replicación en las vías respiratorias, por ejemplo. Cuando Herfst y sus colegas rociaron hurones con gotículas transportadas por el aire portadoras del virus de Texas, el 30 por ciento de los animales desarrollaron infecciones.
“Los laboratorios de Estados Unidos y de todo el mundo están atentos para ver si esos virus se están acercando a algo que podría ser muy peligroso para los humanos”, dijo Herfst.
Sería imposible predecir cuándo —o incluso si— los virus de la gripe aviar obtendrán las mutaciones adicionales necesarias para propagarse rápidamente de persona a persona, dijo Seema Lakdawala, viróloga de la Universidad de Emory. Pero con el virus campando a sus anchas por las granjas y tantas personas infectadas, las probabilidades de que evolucione hasta transmitirse por el aire son cada vez mayores.
“Lo que me resulta sorprendente es que estamos dejando que la naturaleza haga este experimento”, dijo Lakdawala.