La pérdida de valor del peso frente al dólar es de un 19.26 por ciento entre la semana previa a las elecciones del mes de junio y el último día hábil de agosto, lo que la convierte en la peor caída desde el mes de marzo de 2020, cuando comenzó la pandemia de Covid-19.

El registro histórico de la paridad oficial que diariamente emite el Banco de México (Banxico) –de la que tienen ligeras variaciones las operaciones en los mercados formales internacionales y los locales a través de las casas de cambio reguladas– muestra que la depreciación del peso es la más fuerte en poco más de cuatro años, cuando cayó un 27 por ciento.

En el último día hábil de agosto, el pasado viernes, el tipo de cambio para solventar obligaciones en México con moneda extranjera, que fija Banxico de acuerdo con las condiciones del mercado de dinero, fue de 19.81 pesos por dólar, según lo publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF).

Con base en ese referencial, en las casas de cambio locales la principal divisa local era ofrecida a la venta en 19.10 pesos y a la compra en 18.10 pesos. La diferencia de valores obedece a la oferta y demanda de las monedas.

En el mercado nacional e internacional, el peso mexicano comenzó la jornada con una apreciación de 0.87 por ciento, es decir, 17.2 centavos. Su cotización promedio durante el último día hábil de agosto en la canasta de divisas fue de 19.67 pesos por dólar, con variaciones hasta un máximo de 19.87 y un mínimo de 19.62 pesos por dólar.

La apreciación de la moneda no marcó mucha diferencia con la caída acumulada desde el pasado 22 de mayo, fecha clave en el fenómeno del “superpeso” que había sido notable en los últimos meses, hasta el comienzo de la etapa de volatilidad más fuerte que había resentido la divisa nacional.

En esa última semana antes de las elecciones del 2 de junio, el tipo de cambio alcanzó su nivel más fuerte, al cotizarse cada dólar en 16.61 pesos; tras la jornada electoral, el lunes 3 de junio, comenzó con su caída al cotizarse en 17.63 pesos por dólar.

Desde esa fecha y hasta agosto, el peso se mantuvo con variaciones entre los 17 y los 20 por dólar en los mercados, aunque el referencial oficial publicado diariamente en el DOF fue fijado, en su punto más alto, el pasado viernes en 19.81 pesos por dólar.

De la pandemia al ‘superpeso’

El fenómeno del “superpeso” comenzó a notarse entre finales de 2022 y 2023, tiempo que coincide con el alza en el envío de remesas de Estados Unidos a México por parte de los connacionales migrantes que mandan recursos a sus familias, así como con el diferencial entre las tasas de interés de ambos países y las percepciones favorables de otro fenómeno económico conocido como el nearshoring o la relocalización de empresas que vieron con potencial a la economía emergente mexicana.

La divisa había enfrentado otros movimientos desde el año 2018, pues al 30 de junio, antes de las elecciones del primer domingo de julio de ese año, cotizaba en 19.86 pesos por dólar; al triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, resintió una baja a 20.14 pesos por dólar.

En los meses de transición entre el Gobierno saliente de Enrique Peña Nieto la moneda se mantuvo estable, igual que durante todo el año 2019 y el comienzo de 2020, entre los 18 y los 20 pesos por dólar en las cotizaciones oficiales de referencia y las transacciones en el mercado de cambios.

El 3 de marzo, la moneda mexicana iniciaba la jornada en 19.77 por dólar, cuando iniciaban las versiones alrededor del mundo del virus Covid-19 y comenzaban a surgir noticias de una pandemia. Aunque desde el 30 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado la enfermedad como una epidemia de preocupación internacional, fue hasta el 11 de marzo cuando fue considerada una pandemia y surgieron las primeras recomendaciones preventivas, que incluían la paralización de actividades económicas.

A partir del 12 de marzo, el peso mexicano comenzó una espiral de bajada que tuvo como fecha más notable el 25 de marzo, cuando cotizaba cada dólar a 25.11 pesos.

La depreciación acumulada en menos de un mes, de comienzo a finales de marzo de 2020, fue de 27.01 por ciento, a consecuencia del anuncio de posibles cierres de actividades económicas que, al concretarse los siguientes meses, trajeron después afectaciones generalizadas en las cadenas globales de suministro y una era inflacionaria cuyos efectos todavía son padecidos.

Para el 16 de abril de ese año, la divisa más fuerte cotizaba en 24.11 pesos. Al comenzar a absorberse los efectos del gran cierre económico y las medidas que adoptó México, donde actividades consideradas esenciales se mantuvieron abiertas, el tipo de cambio inició con un proceso de revalorización.

Al normalizarse las actividades en un nuevo entorno pandémico, con múltiples medidas de seguridad e higiene, para el mes de septiembre de 2020 casi había regresado al nivel prepandemia la moneda nacional, cotizándose en 20.96 pesos por dólar.

La estabilidad en el tipo de cambio se mantuvo el resto de ese año, así como en 2021 y 2022, entre los 19 y los 21 pesos por dólar.

Al finalizar el 2022 y con visos de ciertos repuntes en actividades productivas dentro y fuera del país, la revalorización fue fortaleciéndose. Inició el mes de enero de 2023 en 19.47 pesos por dólar; febrero ganó terreno hasta ubicarse en 18.79 y el 24 de abril en 17.99 pesos por dólar, lo que marcó un hito en la paridad cambiaria.

El 13 de julio y el 2 de agosto del año pasado alcanzó su máximo valor frente al dólar, al cotizarse cada unidad estadounidense en 16.85 pesos por dólar, en lo que fue uno de los puntos más altos del “superpeso” en 2023.

Vino entonces durante el resto de ese año y los primeros cinco meses de 2024 un período de estabilidad entre los 16 y los 18 pesos por dólar en los mercados e indicadores formales.

Transición y volatilidad

Para el mes de mayo de 2024, con máximos históricos, el tipo de cambio estaba en 16.61 pesos por dólar, pero al ganar Claudia Sheinbaum la Presidencia de la República, comenzó a debilitarse ante los resultados de las elecciones de diputados y senadores con una amplia ventaja que preveía una mayoría calificada, que le daría tanto a la presidenta entrante como al saliente la oportunidad de hacer cambios constitucionales sin negociar con otras fuerzas políticas.