Ciudad de México.- No es necesario crear monstruos pesadillescos para las películas de terror, creen los realizadores Veronika Franz y Severin Fiala: a veces, las más oscuras criaturas habitan dentro de las personas.

En su aclamada cinta El Baño del Diablo, los austriacos retratan la caída al abismo de Agnes (Anja Plaschg), una mujer del siglo 18 acosada... por la depresión y la angustia.

Está inspirada en poco conocidos casos reales de mujeres desesperadas que, temiendo ir al infierno si se quitaban la vida, asesinaron para recibir la pena de muerte, previa absolución religiosa con la que salvar su alma.

"Si no la conoces, la enfermedad de la depresión parece un monstruo, es como un demonio que te posee", afirma Fiala en una entrevista virtual.

La cinta de terror psicológico, cuyo nombre refiere a una forma arcaica de llamar a la depresión y la alienación, llega a cines este jueves tras ser alabada por la crítica y premiada en Sitges y Berlín.

Agnes es una mujer recién casada enmedio de una comunidad de férreos principios religiosos, y su nueva realidad está infestada de insatisfacción, hostilidad e infelicidad, sin haber escapatoria posible.

Que el antagonista de su largometraje de época sean las enfermedades mentales y la incapacidad de la sociedad para hacerles frente, opinan los realizadores, hace que sea relevante en la actualidad.

"Nos basamos en protocolos de corte, donde mujeres fueron interrogadas por haber cometido crímenes atroces. Al leerlos, nos sentimos conmovidos", explica Franz.

"Lo que decían esas mujeres hablaba mucho sobre sus vidas, sentimientos, sociedad. Nos pareció también moderno: mujeres que no creen ser lo suficientemente buenas, que se esfuerzan por encajar".

"El cine, en su mejor expresión, puede cambiar vidas, puede hacerte sentir y comprender cosas que no esperabas o sabías. Si las películas te dicen lo que ya esperas, son aburridas".

Severin Fiala, co director


Los cineastas, cuya reputación en el género ya estaba en las nubes gracias a sus primeros filmes (Goodnight Mommy, The Lodge), suben un peldaño más con este título, que evade las expectativas del terror.

El Baño del Diablo carece de "jump scares" o grandes giros de tuerca: su narrativa, de atmósfera opresiva, transcurre de manera cronológica en el descenso mental a los infiernos de Agnes.

Tampoco esconde sus cartas, pues apenas pasan unos segundos de metraje cuando el espectador es golpeado con una imagen tan brutal como hipnótica.

"Al hacer películas no pensamos en entretener. Nos tomamos todo con seriedad. Esto es algo sobre una mujer que vivió en verdad, su vida pasa frente a nuestros ojos", afirma Franz.

"No queríamos retorcer la historia en la estructura común de una película de terror y sus requerimientos", completa Fiala.

Franz y Fiala consideran que su filmografía, protagonizada por mujeres, es feminista, pero no porque convierta a las los personajes en heroínas, sino porque las retrata con respeto.

"Repudiamos que a las mujeres en el cine a veces sólo se les sexualiza o son estúpidas o ángeles perfectos. Nosotros tomamos los personajes femeninos con seriedad.

"Eso significa mostrar de lo que son capaces, de la oscuridad de la que son capaces, lo mismo que los hombres", sostiene Fiala.

'Heroína' inesperada

Anja Plaschg, quien se pone en los oprimidos zapatos de Agnes en la historia, había sido considerada inicialmente como compositora musical debido a su experiencia con la banda Soap&Skin.

Pero tras leer el guion, la artista, quien curiosamente es autora de una canción de nombre "Me and the Devil" (Yo y el diablo), les pidió que la dejaran audicionar.

"Nos dimos cuenta de que sabía más sobre Agnes que lo que nosotros. Al final ella lo hizo mejor que cualquier actor profesional", explica Franz.

"Ella sabía que el rodaje sería psicológicamente difícil y muy oscuro, pero quería ir a esos lugares. En su familia hay temas similares a los que experimenta el personaje", completa Fiala.