MIAMI— En el mundo criminal colombiano, Diego Marín se destacó como el máximo superviviente.
Una y otra vez, el una vez secuaz del cártel de Cali evadió la captura —o destinos peores— y a la vez construyó una red de lavado de dinero que se extendió por cuatro continentes. Lo hizo, según las autoridades, con crueldad, astucia callejera y disposición para sobornar a numerosos policías y políticos sudamericanos.
Pero durante todo ese tiempo, Marín contó con un aliado aún más poderoso: la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés).
Durante años, la agencia antinarcóticos afirmó que lo investigaba, y dijo al Departamento de Justicia de Estados Unidos que se encontraba entre los principales objetivos de la DEA. En realidad, la relación era más complicada: Marín fue incorporado brevemente como informante, y al mismo tiempo corrompía asiduamente a los agentes con un festín de prostitutas, cenas elegantes y regalos de lujo, según determinó una investigación de The Associated Press.
A cambio, al menos uno de esos agentes ayudó a Marín a lavar dinero y traficar contrabando —y desvió a las autoridades de su búsqueda. Y mientras la DEA se hacía de la vista gorda, el negocio de Marín floreció hasta convertirse en un imperio criminal que generaba hasta 100 millones de dólares al año, según el Servicio de Impuestos Internos de los EE.UU.
Las conclusiones de la AP —basadas en entrevistas con agentes en activo y en retiro, así como en un conjunto de archivos altamente sensibles del Departamento de Justicia— ofrecen una mirada sin precedentes del fraude, la supervisión deficiente y el despilfarro de fondos que permitieron el ascenso de Marín. La corrupción era tan extensa, reportaron los funcionarios, que les recordó uno de los escándalos más notorios de la historia de las fuerzas del orden de Estados Unidos: los tratos sin escrúpulos del FBI con Whitey Bulger, el jefe de la mafia de Boston.
“Es una vergüenza para la DEA”, dijo el general colombiano retirado Juan Carlos Buitrago, quien durante años intentó llevar ante la justicia a Marín sólo para ver cómo su propia carrera se descarrilaba por esa persecución. “Porque eso terminó creando un monstruo”.
Tras décadas en la sombra, Marín se ha convertido recientemente en noticia de primera plana en Colombia, donde enfrenta cargos de lavado de dinero que condujeron a su arresto en España el año pasado. Entre las revelaciones difundidas en los medios colombianos: Marín proporcionó un avión privado y una donación ilegal de 125.000 dólares a la campaña del presidente Gustavo Petro.
Los abogados de Marín declinaron hacer comentarios. La DEA no respondió a las solicitudes de comentarios.
Estas revelaciones son la mancha más reciente de una agencia que se encuentra en una encrucijada bajo el mandato del presidente Donald Trump. Agentes de la DEA ya han sido redirigidos para colaborar en el control migratorio, y el Departamento de Justicia considera fusionar a la DEA con la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, una reestructuración que podría cambiar la forma en que Estados Unidos lucha contra las drogas.
“Intocable”
Marín, de 62 años, aprendió a timar desde muy joven. Fue criado en Palestina —un pueblo fronterizo del oeste, establecido por católicos devotos quienes se ganaban la vida en productivas fincas de café alrededor. De niño vendía dulces en la plaza del pueblo para ayudar a su familia.
No se sabe con precisión cómo entró en el negocio de la droga, pero fue en algún momento durante las sangrientas guerras de la cocaína en Colombia, una época popularizada por la famosa frase “plata o plomo” del capo Pablo Escobar.
Su primer roce con la ley ocurrió en 1993, cuando fue arrestado bajo sospecha de ocultar dinero procedente de la venta de drogas en electrodomésticos con destino a Colombia para los líderes del cártel de Cali —Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, los principales rivales de Escobar. La evidencia, obtenida mediante escuchas telefónicas, coincidió con la propia inteligencia de la DEA en ese momento sobre que Marín estaba involucrado en el narcotráfico, según registros judiciales colombianos.
Las autoridades de Colombia se negaron a acusarlo y cualquier posible procesamiento se vino abajo cuando un agente de policía —quien posteriormente fue condenado por filtrar información confidencial al cártel— se retractó de su testimonio contra Marín.
Desde entonces, según registros del gobierno de Estados Unidos, Marín ha buscado enriquecer los bolsillos de las fuerzas del orden. Un informe del FBI de 2020 dijo que Marín “sobornó a todo el mundo” mientras desarrollaba un nicho en el lavado de dinero del narcotráfico mediante empresas en paraísos fiscales en el extranjero y cargamentos con valor declarado incorrectamente.
Al mismo tiempo que amasaba una fortuna, Marín se cuidó de evitar las joyas y los objetos ostentosos típicos de los infames capos de la droga. Se conocen pocas fotografías suyas. Evitó cuidadosamente abrir cuentas bancarias y limitó sus comunicaciones electrónicas.
“Él era prácticamente intocable”, dijo Luis Sierra, investigador criminal estadounidense de larga trayectoria quien se desempeñó como agregado de Investigaciones de Seguridad Nacional en Bogotá. “Sus tácticas consistían en comprometer y corromper a funcionarios colombianos —e incluso a algunos estadounidenses“.
Buitrago, el general colombiano que dirigió la investigación sobre Marín, refirió haber obtenido información confiable de que Marín había ofrecido 5 millones de dólares a funcionarios para que lo eliminaran de su crucial investigación. Buitrago prefirió retirarse antes que aceptar un traslado indeseado.
“El mensaje era claro: me quitaba del camino o me quitaban,” puntualizó Buitrago. “Es incalculable la cantidad de instituciones que cooptó”.
Con el tiempo, dijeron las autoridades, esas relaciones ayudaron a Marín a emerger como alguien que lavaba dinero clave para los remanentes del difunto cártel de Cali.
En ese rol, dijeron, el contrabando que traía se transformaba en en pesos en los omnipresentes “San Andresitos” de Colombia: centros comerciales informales repletos de productos electrónicos y electrodomésticos a precios económicos. El nombre hace referencia a la isla colombiana de San Andrés, una zona franca en el Caribe.
Ese sofisticado sistema comenzaba a ser objeto de escrutinio por parte de las fuerzas del orden cuando Marín se hizo amigo de un influenciable y prometedor agente de la DEA.
El agente corrupto
El agente especial José Irizarry —expolicía aéreo encubierto originario de Puerto Rico y contratado por la DEA en 2009 a pesar de no haber pasar la prueba del polígrafo—, consiguió un codiciado puesto en el extranjero en Cartagena, Colombia, en parte por ser bilingüe. Conoció a Marín en 2011, poco después de que el jefe de la policía colombiana identificara públicamente a Marín como un contrabandista importante.
La División de Operaciones Especiales de la DEA también había etiquetado a Marín como personaje clave. La agencia incluso intentó clasificarlo como Objetivo Prioritario Consolidado, un título reservado para los narcotraficantes y blanqueadores de dinero más prolíficos, según cientos de páginas de informes del Departamento de Justicia obtenidos por la AP. Los registros de la investigación, que incluyen notas de entrevistas del FBI, memorandos internos de la DEA y mensajes de texto privados entre agentes, muestran que Marín ya estaba en el radar de al menos cinco agencias federales del orden público para cuando se presentaron cargos contra el agente.
Pero Irizarry pensó que Marín podría ser más valioso como informante y comenzó a reunirse con él en Colombia. “Marín solía venir, jugaban a las cartas e invitaban a chicas”, según un informe de investigación del IRS. Esas reuniones fueron las primeras de muchas que violarían las normas de la DEA que prohíben a los agentes socializar con los informantes.
Pronto, según muestran los registros gubernamentales, Marín intentó comprometer a la DEA tras regalar a Irizarry costosos relojes Hublot, autos de lujo y un condominio de 750.000 dólares.
En lugar de proporcionar información a Irizarry, Marín le dio un anillo de Tiffany para su esposa colombiana y 5.000 dólares en efectivo porque el agente quería comprarle un regalo a su amante. Un registro interno del gobierno dice que Marín “consideraba a Irizarry como un hijo”.
Irizarry comenzó a proteger a Marín y a su organización, y lo registró como informante en 2013. “Me pagaba”, dijo Irizarry a la AP, “y si alguna vez me necesitaba, me tenía”.
Irizarry ayudó a Marín a expandir su imperio —según muestran los registros gubernamentales— al dirigir transferencias encubiertas de la DEA a los socios del contrabandista, proporcionar un paso seguro para sus contenedores llenos de contrabando e incluso al intentar despistar a otras agencias federales.
Una vez, muestran los registros, Irizarry le dijo a un agente investigador federal que tenía sospechas de que “la gente inventa historias sobre Marín”, y lo describió como un “libro abierto”.
“White Wash”
Irizarry evitó sospechas en parte por explotar una poderosa herramienta del Departamento de Justicia que durante mucho tiempo careció de una supervisión adecuada.
Esta herramienta se conoce como “Attorney General Exempt Operation” (Operación Exenta del Fiscal General, o AGEO por sus siglas en inglés), que otorga a la DEA la autoridad para lavar dinero en representación de los cárteles con el objetivo de realizar incautaciones y arrestos importantes. Al igual que los verdaderos blanqueadores de dinero, la DEA cobra comisiones elevadas por las transacciones —dinero que los agentes pueden gastar con mayor libertad que los fondos presupuestados por el gobierno.
La DEA se ha negado durante mucho tiempo a hablar sobre las operaciones encubiertas, que implican la creación de empresas pantalla, la compra de propiedades y la transferencia de fondos en representación de los cárteles. Pero los registros internos muestran que el número de operaciones de lavado de dinero de este tipo se disparó en cierto punto a 53 en todo el país.
En 2011, Irizarry y otros agentes lanzaron una AGEO que tenía como objetivo a Marín. En una carta en la que solicitaba la aprobación para iniciar la operación, escribieron a altos funcionarios del Departamento de Justicia que esperaban asestar “un golpe devastador” contra Marín, a quien describieron como “blanqueador de dinero principal” e inversor en cargamentos de cocaína que salían de Colombia. Le dieron a la operación un nombre ahora irónico: “White Wash”, un término en inglés que significa encubrir algo.
Marín, en cualquier caso, era un objetivo sólo en el papel. Y dos años después, Irizarry y sus colegas de Miami discretamente convirtieron al objetivo en informante, un proceso que generalmente implica una investigación minuciosa y la aprobación de supervisores.
Mientras tanto, los ingresos generados por la operación “White Wash” permitieron a Irizarry y a otros agentes irse de fiesta con Marín por todo el mundo en lo que los agentes describieron como una mezcla de alcohol, drogas, prostitutas y cenas de lujo.
“Era un juego muy divertido el que jugábamos”, dijo Irizarry.
El desenfreno también incluyó entradas a rondas de tenis y partidos de fútbol de primera categoría en España, cruceros por el Caribe en un yate confiscado a narcotraficantes y bailes eróticos en un club de striptease en República Dominicana pagados por un sicario apodado “Iguana”. El mismo sicario —declaró Irizarry a las autoridades— se jactó de haber asesinado a 15 personas en nombre de Marín.
El ambiente fue capturado en un video de 42 segundos obtenido por la AP en el que se ve a Marín dominar la fiesta mientras un supervisor de la DEA se contonea alrededor de una mesa repleta de alcohol en un restaurante de Madrid.
“¡Es tu cumpleaños, hermano!”, le grita un agente a un colega mientras la cámara de un celular realiza una toma con movimiento horizontal del salón privado y el ritmo de reggaetón anima el ambiente.
También fue videograbado un informante de mucho tiempo de la DEA, quien fue acusado el año pasado en Texas por no pagar impuestos sobre más de 3,8 millones de dólares en dinero para informantes.
El video se grabó en abril de 2018, en la cúspide del poder de Marín, quien incluso se había convertido en padrino de los gemelos de Irizarry.
Los agentes detrás de la operación dijeron que “White Wash” había resultado en 125 arrestos y la incautación de 107 millones de dólares en activos y casi 9 toneladas de cocaína.
No obstante, una auditoría de 216 páginas de la DEA en 2020 encontró que las estadísticas de la operación “White Wash” estaban exageradamente infladas, y un memorando preparado para Anne Milgram, entonces administradora de la DEA, describió la operación como un “espejismo”.
Por ejemplo, una gran parte del total de los activos incautados por la operación —unos 30 millones de dólares— se atribuyó a dos cuadros de Van Gogh robados y recuperados por investigadores italianos en la villa del conocido narcotraficante Raffaele Imperiale. Al final, la auditoría señaló que sólo cinco condenas se derivaron de la operación “White Wash”.
Además, la operación permitió incautar sólo 1,3 millones de dólares en fondos ilícitos —un poco más de los 900.000 dólares que los agentes de la DEA acumularon en gastos de viajes, según la auditoría. Informantes pagados por la DEA ayudaron a ocultar muchas de las juergas, ya que los agentes reservaban falsamente habitaciones de hotel innecesarias y les cargaban las cenas y el alcohol.
Hasta el día de hoy, el gobierno estadounidense no puede justificar otros 19 millones de dólares en fondos blanqueados por la DEA vinculados a la operación “White Wash”.
La Caída
Después de tantos años con tan poca rendición de cuentas y supervisión, Irizarry se confió demasiado.
En 2016, intentó impedir que las autoridades colombianas incautaran un contenedor de Marín que posteriormente se reveló que llevaba 3 millones de dólares en licor, cigarrillos y ropa de contrabando. Irizarry declaró falsamente a los funcionarios de aduanas estadounidenses que el envío formaba parte de una operación encubierta de la DEA, como se muestra en los registros.
En cuestión de días, el embajador de Estados Unidos en Colombia lo expulsó del país. Fue acusado formalmente en 2020 y se declaró culpable de 19 cargos de lavado de dinero. Actualmente cumple una condena federal de más de 12 años. Ninguno de sus colegas fue acusado, pero más de una docena fueron disciplinados o investigados.
“Me equivoqué”, dijo Irizarry a la AP. “La acusación pinta una imagen de mí (como) el agente corrupto que perpetró todo este plan. Pero no menciona al resto de la DEA. Yo no fui la mente maestra”.
La buena fortuna de Marín también parece haberse agotado. El año pasado, fue detenido en España por una orden de arresto colombiana relacionada con presuntos sobornos a tres funcionarios públicos para que facilitaran el paso de docenas de contenedores que llegaban cada semana, algunos de ellos procedentes de China. Tras ser puesto en libertad bajo fianza, huyó a Portugal, país en el que fue arrestado de nuevo y donde ahora solicita asilo.
Las acusaciones que lo vinculan con Petro, el presidente colombiano, recuerdan algunos de los episodios más oscuros de la larga lucha de ese país contra la cocaína y la corrupción. El dinero que se le acusa de haber entregado para la campaña presidencial de Petro de 2022 fue recibido por un asistente cercano, aunque el presidente ha dicho que él posteriormente ordenó que fuera devuelto.
“Sé cuanto luchó Marín por llegar a mi”, dijo Petro en X en febrero, “pensando que era como los demás”.