En algunas de sus intensas participaciones como diputado, el ahora fiscal General del Estado, César Jáuregui Moreno, casi se desvestía en tribuna. Aflojaba su corbata, desabotonaba la camisa, aventaba el saco y terminaba desfajado, sudoroso y tan acelerado que salía directo a encender uno o hasta dos cigarros al hilo.
“¡Cuéntense bien, esa reforma no pasa!”, advertía el entonces legislador en una sesión del Congreso del Estado en mayo de 2015, cuando era discutida la ocurrencia duartista de reducir el periodo de la siguiente gubernatura, de seis a dos años, para empatar el proceso electoral con las elecciones federales presidenciales.
Con el índice apuntaba a varios priistas de esa época, entre risueño y desesperado, como si supiera de los múltiples distractores que su tocayo Duarte enviaba desde Palacio de Gobierno, los cuales terminaban por despistar a todos, incluso a la borregada priista.
“Cuéntense bien... Van a necesitar más de 22 votos y con cinco que no sigan el oficialismo, la reforma no pasa. Con cinco que no voten a favor, porque algunos de los partidos del partido mayoritario no van a votar a favor...”, alegaba, tras calificar como deplorable que esa era la primera vez en que una broma había terminado convirtiéndose en una iniciativa legislativa.
Y no pasó, quedó en mera broma y de muy mal gusto. La gubernatura terminó achicándose a cinco años, no a dos, con consecuencias lamentables hasta la fecha padecidas, luego del quinquenio de holgazanería, opacidad y corrupción, matizadas con una simulada y convenenciera lucha contra la corrupción del ahora morenista Javier Corral en ese periodo.
Pero aquella aplanadora tricolor -con sus parasitarios aliados PT, Verde, MC, Nueva Alianza, PRD y otros más- era suficiente para las reformas constitucionales del Ejecutivo encabezado por Duarte Jáquez. Le había pasado por encima no una ni dos sino incontables veces a una disminuida oposición panista.
En esa ocasión era muy diferente la realidad, lo deseable y lo alcanzable, en la antesala de las elecciones de 2016, que enfrentaría un PRI desgastado nacional y estatalmente; un PRI que ya no era ni el hegemónico de los años 90 ni el nuevo que ofertaron sus personajes cuando recuperaron el poder 12 años después de perderlo.
Las distracciones con las que Duarte había jugado todo su sexenio eran eficazmente detectadas por esa potente minibancada panista, muy diferente a la mayoría que tiene actualmente, tal vez disminuida en calidad y nivel político, pero ya no en el número de votos.
***
El “cuéntense bien” llega a la memoria no de forma casual. Cae como anillo al dedo en medio de la reforma judicial atorada por más de un año en el Legislativo, desde su presentación por parte de la magistrada presidenta del Tribunal Superior de Justicia del Estado (TSJE), Myriam Hernández.
Ahora la mayoría es azul, en su extraña y a veces en apariencia endeble alianza con el PRI. Y no es la primera minoría de Morena el único escollo para sacar esa reforma, sino cinco votos de tricolores o aliados de coyuntura -Omar Bazán, Georgina Zapata, Édgar Piñón, Francisco Sánchez y Adriana Terrazas- los que han provocado que no le salgan las cuentas al coordinador de la mayoría, Alfredo Chávez.
El dictamen salió desde hace 10 días y auguraba que fácilmente habrían de conseguirse los dos tercios de votos, para que fuera subida a tribuna a mediados de la semana pasada, pero como nunca faltan los imponderables y los que se echan para atrás, de nuevo quedó la reforma posiblemente estancada.
La reforma judicial está enfocada en mejorar aspectos técnicos de la judicatura estatal que nadie discute, pero el nudo está en el proceso planteado para la designación de magistrados, el cual únicamente norma y regula la participación del Ejecutivo. No es algo del otro mundo.
Las exigencias de los aliados coyunturales del PAN, que aparentemente han puesto en jaque la reforma, tienen ciertos disfraces, como el de la equidad de género con la que, según ellos, pretenden garantizar la paridad al interior del TSJE, cuya mayoría masculina es arrastrada desde hace dos siglos. Quieren desterrarla de un plumazo, supuestamente.
Esas posturas ocultan exigencias más mundanas. Que una magistratura para la esposa de tal, que otra para alguna mujer allegada a los partidos o hasta posiciones diversas en candidaturas para el proceso en marcha...
***
Por otra banda, que al final se cruza en todo proceso legislativo, está la primera minoría morenista, golpeada, adolorida todavía y con la unidad en riesgo, como ha estado prácticamente desde el comienzo de la legislatura.
Está muy lejos de ser algo simple o irrelevante la sentencia del Tribunal Estatal Electoral en contra del coordinador de los diputados locales de Morena, Edin Cuauhtémoc Estrada. Además de la sanción específica, hay vistas a las autoridades para el inicio de procedimientos administrativos y hasta penales.
La vuelta que le dieron la magistrada Roxana García y el magistrado Gabriel Sepúlveda al proyecto inicial de resolución de su compañero Hugo Molina, es y será materia de análisis con todas las consideraciones políticas que puedan inferirse de tan delicado e interesante tema.
Pero fuera de eso, el resolutivo final indica la gravedad de la conducta, cuya consecuencia mayor no es el impedimento para la reelección que le representa al diputado morenista, sino la exhibición pública como responsable de ejercer violencia contra una mujer, su compañera de Morena, Adriana Terrazas Porras, presidenta del Congreso del Estado.
En palabras de la magistrada García, quien votó por responsabilizar al coordinador y no a toda la bancada, su papel como líder del grupo parlamentario fue agresivo contra la legisladora desde el momento en que trató de imponer a un hombre como presidente del Congreso, Benjamín Carrera Chávez, pasándole por encima a las aspiraciones políticas legítimas de una mujer.
No es la primera ni la única sentencia en materia de violencia política contra una mujer en razón de su género. Hay antecedentes en Chihuahua y en todo el país de resolutivos drásticos, que no pueden ser de otra forma por el evidente, consistente y vigente aparato machista que controla la vida pública.
Si bien los demás integrantes de la bancada también quedaron señalados y expuestos, ninguno tendrá más problema para continuar con su aventura electoral; el verdadero dolor de cabeza recayó en quien lleva la conducción del grupo, no del todo atinada.
***
La bancada de Morena, desde el comienzo de la legislatura, ha sido chamaqueada y ninguneada en innumerables ocasiones, precisamente por esa falta de control o conducción de Estrada Sotelo, lo que deja en entredicho su argumento de que el poder trata de silenciarlo a él o a los demás legisladores porque son incómodos; en realidad son más cómodos que una oposición certera.
Si antes el grupo morenista estaba fragmentado en tres o más facciones, la sentencia del TEE vino a sumarle presión a ese fenómeno. Por ahora toda la fracción está en contra de cualquier interés de Palacio, más allá de su legitimidad o necesidad; habrá que ver cuánto tiempo puede sostenerse esa unidad que trata de aparentar.
La división de los grupos, para regresar a la estancada reforma judicial, vuelve a plantear la necesidad de contarse bien. Unos y otros, a ver si pasa o no pasa el dictamen que ya estaba planchado e incluso las demás decisiones que tiene en puerta el Legislativo, incluido otro nombramiento de primer orden, el de presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Superar esas divisiones, en medio de unas elecciones llenas de intereses y pasiones, debe ser tarea sencilla porque los aliados han recibido grandes beneficios particularmente para muchos familiares y algunos incondicionales.
Claro, las elecciones encima, el repartidero de culpas, la lucha por la subsistencia política siempre son factores en las decisiones de este tamaño. A lo mejor, pues, no es sólo cuestión de contarse bien, sino de saber acumular y disponer de los votos necesarios.
Veremos en la semana que comienza cómo son encaminados los ánimos a conseguir la mayoría que sufrió ese “ligero” percance en su primer intento de conformarse en la última sesión del Legislativo.