Hoy solo escribimos sobre algunos hechos y fenómenos que es común observar cada año, y que nos permiten comprender desde un aspecto diverso la trascendencia del misterio de la Navidad o Natividad, ¡sí! aquella que inició en una gruta o cueva abandonada que está en Belén, cuyas rocas o peña sirven de techo, así como el pesebre que sirvió de trono a una persona que nació hace más de 2000 años.
Solo ¡piensa con ganas!; si no quieres pensar tú, otros muy seguramente ya lo están haciendo por ti, por tu bolsillo, por los tuyos, por tu estómago, tu vanidad, tu egocentrismo, tu consumismo, y lo que te digan no siempre será la verdad, o lo que te digan que hagas ¿Qué crees? no siempre será para tu beneficio o el de los tuyos.
Reflexiona sobre lo siguiente: en esta época es común observar dos tipos de personas, en el primero, encontramos aquellas que se dejan llevar por una pretendida “filosofía de vida”, que es lo mismo que filosofía del hombre, aparentemente buscan la felicidad o la plenitud en bienes limitados, y que puntual, ostentosa y pomposamente se hacen llamar cristianos. ¡Salud!
Los bienes que buscan como la riqueza, los honores, los placeres, la fama, el poder, el saber y otras cosas más, si bien proveen cierto bienestar o felicidad, no la otorgan del todo dado que esta es imperfecta, sigue siendo incompleta.
Así pues, vemos gente en estas fechas en una carrera frenética consumista, es decir, en un estado de ánimo de excitación, de exaltación, de ansiedad por comprar, comprar, beber, beber, comer, comer; de querer dar el mejor regalo para quedar bien con el gusto de alguna persona. ¿A poco no?
De tal modo que ese actuar frenético, a la vista de todo mundo, si bien en muchas ocasiones lo hacen para satisfacer necesidades, otro gran número de veces lo hacen por vanidad, egocentrismo, consumismo o soberbia; también, en ocasiones se llevan a cabo tales actos por “respeto” a la opinión o dicho de otras personas.
Ese deseo de satisfacer la opinión o dicho de otros, de quedar bien con otros, por razones múltiples laborales, sentimentales, incluso por temor, es lo que se conoce como respetos humanos, o lo que comúnmente llamamos “el qué dirán”; si los motivos anteriores son la causa por las que se llevan a cabo las acciones mencionadas, triste el asunto, con esto ten la siguiente certeza: no alcanzas la felicidad absoluta. Todo eso es efímero.
En el segundo tipo, encontramos aquellas personas con una filosofía de vida fácil de advertir en esta época del año y por lo general en todo el año; ¡sí! la encontramos en aquellos que comprenden cómo un niño nacido en el silencio un 25 de diciembre hace 2024 años, es muchísimo más grande que un hombre y que cualquier cosa en la que se busca terrenalmente la felicidad.
Estas personas buscan la felicidad sobrenatural, en aquel que, con gran dignidad y soledad, nació en un mísero lugar, lejos de la vana curiosidad y del ruido; Bien absoluto que anhelan y busca su corazón, felicidad que se realiza en la vida entera, la que se consigue con la intervención de un ser superior, pues entienden que lo absoluto solo pueden hallarlo en Dios, entienden que toda criatura o bien terrenal no pasa de ser un bien parcial y limitado.
En ese mísero lugar, casi por completo desabrigado, fue donde el 25 de diciembre, a media noche María dio a luz a su Divino Hijo, y después de envolverlo en pañales, lo acostó en un pesebre sobre un poco de paja. Su palacio es el establo, su trono el pesebre. Este es el inefable misterio que nos recuerda todos los años la fiesta de Navidad o Natividad.
El 25 de diciembre es un día solemne para el mundo, se celebra la Natividad de nuestro Señor Jesucristo, hecho hombre para la redención del género humano, confirmado por profecías que se cumplieron al pie de la letra, de forma irrefutable, divina e históricamente.
Amigos, solo ustedes pueden responder la pregunta: ¿Dime como cuál grupo actúas en Navidad? Y muy seguramente te responderás ¿qué felicidad has buscado estos años?