Para los lectores habituales de esta columna no es ajeno el concepto de familia democrática, a la cual hemos hecho referencia en diversas oportunidades a lo largo de los años, asumiéndola una situación deseable en cualquier ideario político democrático.  El concepto fue promovido por el sociólogo británico Anthony Giddens, su enfoque fue considerado idóneo para el programa del Gobierno de Tony Blair. 
En términos generales, reconociendo la centralidad de la institución de la familia, podemos reconocer que en la actualidad se dan una serie de pautas que están afectando a la sociedad en su conjunto, creciente igualdad entre los sexos, entrada generalizada de las mujeres en la fuerza de trabajo, cambios en el comportamiento y expectativas sexuales, y por tanto, generando una relación dinámica entre el hogar y el empleo.  En nuestras oportunidades hemos criticado las posiciones, como la recogida por El Diario en Ciudad Delicias, de un grupo tradicionalista y otros que se han manifestado públicamente, sosteniendo en sus narrativas las indeseables consecuencias de dichos cambios sociales, por ejemplo “la familia está en crisis porque la familia tradicional está desintegrándose”, “las familias actuales tienden a ser débiles” y  de ahí se derivan consecuencias sobre el comportamiento de los hijos y la supuesta insolvencia moral de los hogares, de tales percepciones desprenden una serie de sugerencias a seguir para enmendar el descarrío que sufre la institución. 
Generalmente, se hace referencia a la familia “tradicional” como aquella donde el padre y la madre están casados y viven en la misma casa que sus hijos biológicos, en el que el padre es el sustento económico y la madre ama de casa. Por norma universal los padres tienen responsabilidad de guiar a los hijos, sin embargo, es fácil entender que, si los padres no atienden a sus responsabilidades y se comportan respecto a las acciones en el marco de la familia marginándose de su rol, estamos ante un fenómeno de familia permisiva. De este modo es fácil entender cómo la familia tradicional fácilmente se comporta de forma de forma anárquica y los hijos actúan bajo la influencia directa del contexto comunitario, el medio escolar y de los medios comunicación. 
Otra nota de periódico brinda de hecho, elementos adicionales para las tesis de los postulantes del deterioro de la institución familiar: el creciente número de hogares con jefatura masculina, monoparentales. Para esta condición contribuyen, el deceso de la compañera o cónyuge, el abandono del hogar por la madre y el divorcio ---con la ruptura del lazo familiar o sin ella---. Pero también se da el caso inverso con jefatura femenina en el hogar. 
A este proceso, en crecimiento constante, hemos dedicado artículos que analizan y evalúan sus características. Los hogares con jefaturas masculinas y femeninas subordinan los procesos de formación de valores a la conciencia de los titulares del hogar en la calidad de relaciones sociales entre hijos y padre o madre, filtrando los valores provenientes del contexto y de los medios de comunicación. Así que, derivan en hogares democráticos o autoritarios, además de toda la gama de posibilidades intermedias. Lo mismo ocurre en el contexto de la familia “tradicional”.  
En clases sociales que sufren acusadas limitaciones de ingreso, la familia “tradicional” en la acepción que hemos dado, prácticamente se está convirtiendo en un caso especial, al incorporar otros miembros con lazos consanguíneos o políticos, incidiendo en la complejidad de las relaciones sociales al interior de la familia.
Por otro lado, juegan un rol negativo para pervivencia de la familia tradicional, la evolución de la normativa del derecho civil y de los procedimientos del derecho familiar, toda vez que simplifican y agilizan los procesos de divorcio; la armonización con la perspectiva de derechos humanos que protegen a la mujer y los hijos; vuelven legalmente exigibles los derechos de niñas, niños y adolescentes: la mayor frecuencia de uniones conyugales que eluden el vínculo matrimonial, entre otras efectos “nocivos” para la persistencia de las familias “tradicionales”.
La democratización de la familia es un hecho pero está lejos de ser un propósito de políticas públicas, y los esfuerzos sistemáticos con esa orientación se reducen a algunos actores ---organizaciones de la sociedad civil--- poco numerosos y de reducido alcance territorial.  A la democratización de la familia contribuyen  los cambios en la normativa en materia de derechos humanos y la armonización con ellos de disposiciones legales en materia de salud, códigos civiles y de procedimientos familiares; el aparato institucional en la salvaguarda de dicha evolución de la normativa constitucional y legal; la asunción por parte de los escolares de niveles superiores de educación; la autonomía ocupacional y económica crecientes de las mujeres; la medidas de acceso a la vivienda para trabajadores y trabajadoras; los servicios de guardería; entre otros, se conjugan para impulsar cambios de conciencia social y familiar.
Hasta hoy no existen precedentes de programas partidarios y de gobiernos en cualquier orden que se propongan explícitamente alcanzar nuevos horizontes en el logro de la democratización de la familia. Sin embargo, cualquier medida o política que refuerce los procesos que contribuyen de facto a mejorar las condiciones de vida, valores y prácticas democráticas de los actores del sistema familiar, entendiendo por ellos a los padres e hijos (de cualquier sexo o preferencia sexual) y los incorporados permanentes al núcleo familiar (parientes consanguíneos o no). A manera de ejemplos, las acciones y políticas tendentes a lograr mejorar el ingreso real disponible del núcleo familiar; el reconocimiento de la personalidad jurídica de los menores de edad (incluyendo los discapacitados); la protección institucional de los derechos de las mujeres y de niñas, niños y adolescentes, seguridad social institucionalizada para todos; formación escolar para los menores de edad; educación integral en valores democráticos para ellos; acceso común al consumo alimentario; acceso a la vivienda adecuada; entre otros.