“¡Diá-lo-go, diá-lo-go, diá-lo-go, diá-lo-go!”, era el grito que resonaba en la Plaza Hidalgo frente a la rectoría de la Universidad Autónoma de Chihuahua el miércoles pasado por la mañana. Entre 20 y 30 jóvenes estudiantes eran los que se manifestaban.
En la más profunda de las contradicciones, entre que pedían diálogo, llegó la pickup Ford Lobo de color blanco, de donde cinco jóvenes bajaron un pesado ariete hecho de un tronco de árbol y cadenas metálicas, al parecer diseñado especialmente para doblegar las puertas del inmueble.
Dimos cuenta de ese detalle en GPS entre semana. Hoy lo traemos a cuenta de nuevo por lo grave de la incoherencia. Resulta increíble llamar al diálogo con un marro en la mano.
En cosa de minutos, la gente en la protesta creció con otras decenas de personas, unas estudiantes, otras no; algunas tantas claramente identificadas con Morena y el grupo que pretende liderar uno de los exalumnos de la Facultad de Derecho, Luis Arrieta, el vendedor de ilusiones que enganchó y luego abandonó a varios de sus compañeros con el argumento de que un amparo les daría el semestre gratis en la UACH.
De la exigencia del diálogo pasaron al grito de “dónde está el rector, dónde está el rector”. La mayoría no pasó del reclamo verbal en tono alto, pero unos cuantos aprovecharon para sacar spray de sus mochilas y hacer rayones, mientras otros tantos le daban de marrazos y patadas a las puertas del edificio histórico donde comenzó el legendario Instituto Científico y Literario de Chihuahua.
Aterrorizado, el poco personal que labora en el edificio (las dependencias administrativas antes instaladas funcionan ahora con mayor amplitud en los campus universitarios) pudo salir antes del inmueble, en lo que crecía la tensión por la protesta.
Afuera, la gente que trabaja en los alrededores de la rectoría veía con sorpresa cómo subía de nivel la manifestación que nada tenía de espontánea.
“Ah cabrón, ¿tienen para esa trocota (en la que llevaron el ariete) y no tienen para pagar un semestre de la universidad?”, soltó uno de los boleros de la plaza, uno de esos que puede presumir cómo con su humilde trabajo ha sacado hijos y nietos profesionistas, precisamente de la máxima casa de estudios.
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El crecimiento de la manifestación, como dijimos, no fue espontáneo. Entre las huestes de Arrieta, el amparista fracasado que primero enroló a los alumnos y luego los dejó a su suerte, nos aseguran que hay registros de llamadas telefónicas que en cuestión de minutos abonaron gente a la protesta.
Por versiones de los propios manifestantes, algunos ni siquiera alumnos universitarios sino integrantes de colectivos promorenistas, nos enteramos que entre los motivadores estuvieron candidatos y hasta diputados guindas que traen con qué organizar y pagar movimientos desestabilizadores.
Entre los nombres nos apuntan, por ejemplo, al exalcalde, expriista, hoy candidato a diputado federal por Morena, Marco Adán Quezada, cuya esposa titular del DIF en Juárez, Lucía Chavira, fue funcionaria de la UACH en tiempos del rector de triste memoria, el corralista Luis Fierro; y hasta el candidato a presidente municipal, el expanista Miguel La Torre, con algunos pocos hilos dentro de la institución.
Asimismo, en las informales búsquedas de versiones salieron a relucir los nombres de los diputados David Óscar Castrejón, catedrático de Derecho y del juarense Benjamín “Benjamón” Carrera, que habrían sido clave en el envío de refuerzos a la revuelta electorera.
El contexto de la manifestación no era el de los amparos para los estudiantes, que la justicia federal comenzó a admitir, otorgar y también batear desde enero, sino el del debate de candidatos a la alcaldía previsto para la noche de ese miércoles de la protesta, un ejercicio caracterizado no por las propuestas sino por el ataque hacia el abanderado que lleva la ventaja, el panista Marco Bonilla, cobijado por Palacio de Gobierno.
Es también parte de esa circunstancia el último jalón de la campaña federal, que tiene en el debate presidencial de hoy domingo una oportunidad más de incidir en los resultados de una batalla centrada entre las dos opciones reales de triunfo, Claudia Sheinbaum por Morena y Xóchitl Gálvez por el bloque opositor del PAN, PRI y PRD.
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Una tardía reacción de la misma UACH y de las fuerzas de seguridad marcó la injustificada protesta; injustificada porque con o sin amparos, el rector Luis Rivera había optado por dar una, dos, 10 ó 20 oportunidades a los jóvenes para que no perdieran el semestre, mientras un grupo menor exigía sin mayor muestra de racionalidad la inscripción sin costo y hasta calificaciones aprobatorias sin haber cursado de forma regular el periodo.
Cuando comenzaron los amparos, era un movimiento legítimo porque una reforma constitucional impulsada desde la administración de Andrés Manuel López Obrador obliga a brindar educación superior gratuita a todas las universidades públicas. Este año debía cristalizarse.
Sí, la obligación está en la máxima norma del país, sin embargo, un transitorio desatendido por la Secretaría de Educación Pública condiciona este derecho a la creación de un fondo para compensar los ingresos que dejarían de recibir las instituciones de educación superior.
Nunca ha sido creado dicho fondo, por lo que materialmente es imposible cumplir el precepto contemplado en la ley de leyes del país. Curiosamente, no es en todas las universidades de México donde ha surgido ese reclamo, sólo en la UACH, alentado por los otros intereses políticos que ven en la universidad un jugoso botín de votos e influencia.
Los amparos comenzaron a caerse semanas después de que salieron las primeras suspensiones, por la incapacidad que tendrían las universidades de costear la educación de sus matriculados si no tenían los ingresos de las inscripciones ni un fondo compensatorio como el prometido en la reforma de papel.
No obstante, la administración de la universidad les dio opciones a los jóvenes que, encandilados por dos o tres promotores de los amparos, estuvieron a punto de perder el semestre por no matricularse de la forma debida, al tiempo que los amparistas y sus patrocinadores planeaban la forma de sembrar disturbios con ese pretexto.
Así acabó por deslegitimarse el reclamo que, bien encauzado, podría forzar a la UACH, a la SEP, al mismo Gobierno del Estado, a buscar los caminos para que esa reforma constitucional deje de ser letra muerta. A final de cuentas, son las grandes movilizaciones sociales las que presionan y generan los verdaderos cambios.
Claro, tampoco puede pasarse por alto cierta permisividad para que maestros y directivos de varias facultades (Conta y Educación Física, por ejemplo) operaran desde adentro a favor del PRIAN, lo que no puede dejar de considerarse como factor para una reacción morenista, como la que vimos en la semana, así sea disfrazada con un reclamo legítimo. Ni modo que los morenos se quedaran de brazos cruzados.
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La gestión política de la crisis puede considerarse un rotundo fracaso de la Secretaría General de la UACH, a cargo de Ignacio “Nachito” Rodríguez. Desde la promoción de los amparos hasta la germinación de un movimiento interno con nexos al exterior hubo una cadena de yerros que no se explican más que con la inadmisible desatención de su área.
Una mentira propalada como verdad -la de los amparos que garantizaban el semestre gratis- con meros intereses electorales que han quedado al descubierto, creció tanto hasta terminar en un desastre político que perjudica a todos.
Los estudiantes dizque amparados siguen en riesgo de perder el semestre, porque académica y administrativamente no la tendrán fácil en esta parte final en la que, para ellos, poco o nada importan las elecciones en puerta, sino salir con buenas calificaciones y, en algunos casos, entregar buenas cuentas a sus padres, que son quienes pagan sus carreras profesionales.
Los morenistas incitadores, por otra parte, mostraron un rostro que genera rechazo y repulsión en la sociedad más que simpatías, pues dieron muestra de qué son capaces de hacer en aras de ganar votos, jalar reflectores y sembrar el caos para perjudicar a sus rivales, sin importar llevarse entre las patas a los alumnos que creyeron en una causa hoy deslegitimada por la violencia.
Algunas facultades y sus directivos acabaron manchados por excesos en su participación política a favor del bloque priista y panista que, ojo con eso, también genera repulsión y rechazo en las bases de la UACH.
Las autoridades universitarias, otra parte en el conflicto, terminaron rebasadas por un movimiento que jamás debió escalar a tal nivel, como lo demuestra la intervención de la Policía Estatal y la operación urgente del Palacio de Gobierno que hasta la madrugada del jueves pudo contener la crisis. Bien por Santiago de la Peña, hoy por hoy, operador confiable de Maru Campos.
Las puertas destrozadas en la rectoría son, así, un símbolo del desastre al que llevó la gran mentira del semestre gratis en la UACH. Una desastrosa y gran mentira con consecuencias lamentables para todos, en especial para los estudiantes.
Para colmo, de aquí a las elecciones del dos de junio y después de eso, sin la gobernanza adecuada de la situación universitaria, la batalla puede escalar.