Hace poco me invitaron a los eventos de un pueblo muy cercano a la capital, para festejar a la Santa Patrona y hubo, entre muchos atractivos para los habitantes del distinguido lugar, la clásica carrera de caballos, en el acostumbrado “carril”, permitido, sólo ese sábado, por la autoridad ejidal.

Pero también se eligió a la reina, un evento que en ese lugar crea una verdadera competencia porque concluye con el baile de coronación donde la afortunada ganadora, selecciona a su acompañante al baile en la noche de gala.

Eso no es todo: la fiesta empezó el viernes, con el también famoso desfile de las cuatro escuelas que existen en la zona, donde las y los alumnos lucieron sus galas, con la banda de guerra al frente y los ejercicios gimnásticos ensayados con semanas de anticipación.

Las autoridades convocaron al pueblo a la ceremonia solemne que, ese día, se realizó en la plaza para que los habitantes fueran testigos de tan importante fecha; se declaró recinto oficial, se entonó el himno, hubo mariachis, festival de danza con grupos invitados de la zona, además, por supuesto, de la comida amenizada por la banda que deleitó con sus mejores interpretaciones al respetable.

Pero como en todo festejo, por supuesto no podía faltar el platillo fuerte: la kermés. En el atrio de la iglesia del pueblo, se dispuso de todo para que aquello tuviera el lucimiento que se buscaba, al fin y al cabo, se trataba de la fiesta patronal.

Quizás me quede corto, pero entre los diversos puestos de comida, había pozole, gorditas, flautas, tacos, mole y tostadas, entre muchas otras; agua de horchata, jamaica o tamarindo, pero también, sólo ese día, se permitió, con uso moderado, cerveza y tequila.

Le digo que posiblemente me quede corto, pero también pude ver puestos de elotes, algodones de azúcar, palomitas, papas, vasos de frutas o con pepino, zanahoria y jícama, cacahuates y dulces y galletas.

No podían faltar los mesones improvisados al aire libre, para comer, en forma, platillos de enchiladas, tacos de papa, gorditas de carne, asado de puerco con frijoles refritos y arroz, claro, con tortillas de harina o de maíz, de acuerdo lo que el cliente prefiriera.

Eso no es todo: juegos mecánicos con columpios, rueda de la fortuna, carritos chocones, tiro al blanco con premios como ositos de peluche o figuras de barro pintadas cuidadosamente; había la famosísima lotería, el tiro de aros tratando de caer sobre premios en efectivo.

Pero ¿qué cree que fue el punto de atención de la kermés? Adivinó: la tómbola. Previo al festejo patronal, los grupos voluntarios solicitaron amablemente a los comerciantes, regalos para ser rifados en ese sorteo que desde niños hasta adultos mayores, esperan con ansias porque, no es por nada, los patrocinadores son generosos.

Para poder participar en la tómbola, los espectadores deben adquirir su boletito, cuya copia se introduce en esa caja de plástico cristalino y luego viene la rifa que, por lo regular, empieza por los regalos más sencillos hasta premios importantes como cenas y, en esa ocasión, hasta un viaje todo pagado por tres noches y dos días a la capital, con entrada al cine.

Y empezó la rifa. Aquello acaparó la atención de chicos y grandes, porque los premios estaban a la vista de todos: portarretratos, muñecos de peluche, loterías, jarrones, floreros, adornos de mesa, vajillas, juegos de vasos, figuras de barro, botellas de licor y, como le dije, cenas y un viaje.

Por supuesto que no todos los que pagaron su boletito tendrían premio, porque era la suerte entre tantos participantes; pero la esperanza de sacarse algo estaba puesta en eso, justamente en eso: la suerte.

Previamente, claro, las autoridades del ejido pidieron a los pocos funcionarios que se pusieran con el cuerno, es decir, que aportaran algo de su dinerito para la rifa, lo que no gustó del todo, pero pues ni modo, había que desprenderse de una parte de sus pertenencias para hacer felices a otros.

El juego de la tómbola concluyó tras unas dos horas y los ganadores se fueron contentos, aunque no todos, porque aspiraban, como la mayoría, a pegarle a los premios grandes, pero con algo tendrían que conformarse.

Luego todo terminó. Los habitantes fueron testigos de una fiesta patronal en la que la tómbola era el atractivo principal en la kermés. Sólo quería compartirle en estas líneas, algo de lo que pude ver en ese hermoso pueblo. Gracias por su atención.

Ah, perdón: viene a mi mente, que así, en una tómbola, se juegan los premios de menor a mayor importancia, de lo que será el Poder Judicial en México dentro de muy poco. Así será… en una tómbola, y en una kermés, con patrocinadores y toda la cosa. ¿Qué cosas no? Al tiempo.