En los próximos meses, el Poder Judicial vivirá un cambio histórico. Muchos de quienes han dedicado su vida a impartir justicia con integridad, han decidido no postularse en la elección judicial y cerrar su ciclo como jueces y magistrados el 31 de agosto de 2025.
Este artículo no es sobre las razones políticas ni los debates constitucionales. Es un agradecimiento para aquellos jueces, juezas, magistrados y magistradas a quienes les debemos el reconocimiento por su entrega, su valentía y el camino que han forjado para quienes seguimos en esta tarea.
Ser persona juzgadora en Chihuahua no es una tarea fácil. Lo sabemos quiénes compartimos la responsabilidad de impartir justicia en un entorno muchas veces complejo, marcado por la violencia, la presión social y la escasez de recursos. Pero aún con esas condiciones, ustedes decidieron permanecer firmes, tomar decisiones difíciles y, sobre todo, sostener la dignidad del cargo en los momentos más adversos.
Desde mi experiencia, puedo decir que muchas de las enseñanzas más valiosas no las aprendí en los libros, sino al verlos actuar. Me enseñaron que la independencia no es un privilegio, sino una responsabilidad. Y sobre todo, que la toga pesa, y no por el cargo, sino por la carga moral que representa impartir justicia en un país que la necesita cada día más.
Desde el primer día que pisé el Poder Judicial, he tenido la fortuna de coincidir con mujeres y hombres de enorme talento, convicción y dignidad profesional. Algunos de ustedes fueron mis maestros sin proponérselo: al observarlos decidir con rigor, actuar con temple o simplemente tratar con respeto a las partes. Aprendí que el verdadero liderazgo en los tribunales no se impone, se inspira.
Por eso me permito decirles de manera pública a todos ustedes que dejaron su huella en los tribunales y corazones de quienes tuvimos la dicha de compartir su tiempo: ¡GRACIAS!
Gracias por su valentía, especialmente en momentos difíciles. Gracias por los criterios que sembraron razón jurídica, por los silencios prudentes y las palabras firmes, por el ejemplo que dejan para los que venimos detrás. Gracias por guiarnos con su ejemplo, por ayudarnos a entender que la justicia no se construye de un día para otro, sino con años de convicciones firmes y pasos honestos. Gracias por permitirme escuchar sus opiniones y valorar las propias, y poder decir con firmeza que encontré en ustedes un compromiso genuino con la justicia.

Jamás duden del impacto que tuvieron en muchos de nosotros, ya que ustedes fueron un faro de enseñanza y ejemplo. Y aunque ahora tomen otro rumbo, su legado ya forma parte del andamiaje invisible que sostiene la confianza ciudadana.
El 1 de septiembre comenzará una nueva etapa. Si la voluntad y confianza del pueblo lo permite, algunos seguiremos en el camino, otros lo veremos desde fuera. Pero todos, sin excepción, lo recorrerán sobre el sendero que ustedes ayudaron a abrir.
Gracias, Jueces. Gracias, Juezas. Gracias Magistradas y Magistrados. Por su tiempo, su oficio y su ética profesional.