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Era el 10 de mayo del año pasado cuando una explosión en la planta siete de la maquiladora Superior Industries ensordeció a los trabajadores, tratados como esclavos, según las evidencias encontradas a partir del conflicto que comenzó junto con el año y esta semana estalló con más fuerza, luego de una ola de vengativos despidos injustificados.
En aquella ocasión, desorientados casi todos, unos trataban de buscar la salida del área de producción en la que estaban, otros pedían ayuda y unos más querían incorporarse para auxiliar a sus compañeros.
Al más lesionado de todos le explotó un módulo eléctrico en la cara por la acumulación de gas en una zona de fundición industrial para los rines de aluminio que fabrica a un ritmo de 30 mil por día, de acuerdo con las estimaciones de la empresa, líder mundial en la fabricación de las ruedas de muchas marcas.
Fue aventado el trabajador algunos metros, pero las lesiones en la cara no fueron las peores, sino las de uno de los brazos, que días después se le inflamó tanto que parecía una pierna; debieron abrirlo y drenarlo durante buen tiempo, hasta que cedió un proceso infeccioso-inflamatorio que lo llevó a estar incapacitado durante siete meses, aunque no formalmente por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), a donde nunca le permitieron ir.
Un video da una idea de la magnitud de los daños ocasionados por la acumulación de gas; las imágenes del trabajador herido son crudas. El material puede verse en la edición digital de GPS.
El lesionado fue llevado a una clínica privada para no reportar el riesgo de trabajo a la autoridad de salud y seguridad social de los trabajadores. Así, perdió en todo ese tiempo prestaciones que se otorgan a los empleados activos, algunos bonos y gran parte de sus ingresos, pero sobre todo perdió también la oportunidad de una rehabilitación física completa y ahora debe trabajar sin la movilidad total de su brazo.
Tras la explosión y el retiro del empleado herido, sus compañeros fueron desalojados de la planta unos cuantos minutos. Instantes después les ordenaron ingresar de nuevo y ponerse a producir porque es lo único que importa en el modelo maquila, santificado en Chihuahua por encima de la dignidad de las personas.
A los gerentes no les importaron los desmayos, el calor, la sordera y desorientación que presentaban algunos de los que estuvieron más cerca del lugar del siniestro, porque a los pocos minutos reiniciaron los procesos de producción porque, claro, esos miles de rines no iban a hacerse solos.
Esos modernos esclavos, como aparecen en la corporativa y maquiladora visión de Superior Industries, terminaron sordos y con problemas auditivos por semanas, pero qué importa si el sentido del oído no es necesario en las extenuantes y hasta riesgosas jornadas a las que diariamente deben someterse.
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Otra crisis en la planta maquiladora-fundidora (ya no sabemos en realidad qué permisos tiene), ocurrió en agosto del año pasado, cuando un incendio exhibió las deficiencias en su seguridad industrial, renglón que en los manuales aparece como esencial para la producción, pero por lo visto no lo es tanto.
De nueva cuenta, los empleados tratados como material desechable y reemplazable fueron sacados hasta que el fuego se volvió incontenible ante una brigada interna mal pertrechada para combate al fuego, con equipo viejo y reciclado. Inconcebible en una planta industrial de procesos tan demandantes y riesgosos.
Otro video da cuenta del infierno vivido en la planta. El solo hecho de que alguien pudiera videograbar desde adentro los techos en llamas, tal vez para dejar evidencia de las condiciones en que trabajan, muestra con claridad las deficiencias en la atención de este siniestro.
De nueva cuenta, es evidencia de lo poco que importan las vidas humanas en juego, sacrificadas por un poco más del salario mínimo; sacrificadas por la necesidad de llevar el sustento a casa, a la vista de patrones que, en cómodas oficinas corporativas a miles de kilómetros, se aprovechan de eso y buscan maximizar sus ganancias por encima de la dignidad de los trabajadores.
Antecedieron los accidentes protestas de los empleados por varios motivos: el alza salarial de enero de cada año, Superior la aplicaba hasta abril; y las precarias condiciones de trabajo, la falta de capacitación para los colaboradores de nuevo ingreso, así como las irregularidades en las prestaciones de seguridad social, como la cuestionable instrucción de no acudir al IMSS por los accidentes de trabajo.
Reclamos legítimos de los trabajadores fueron mezclándose con la guerrilla sindical que llegó con la obligada democratización de las organizaciones gremiales, forzada por el T-Mec entre Estados Unidos, Canadá y México, y la reforma laboral que acompañó su renegociación, lograda en tiempos de Andrés Manuel López Obrador y la primera gestión de Donald Trump.
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Parece imposible, increíble, impensable, exagerado hablar de esclavitud en pleno 2025, sobre todo si vemos el contexto de la empresa estadounidense, líder en la fabricación de ruedas de aluminio para la industria automotriz. Tiene una presencia global con plantas de producción en varios países, incluyendo México.
Está enfocada en proveer componentes de alta calidad para fabricantes de automóviles y el mercado de reposición. Casi cualquier marca de automóviles lleva la huella de Superior en sus rines.
Chihuahua, como importante centro industrial del norte del país, es relevante y estratégico para sus operaciones, al haber también otras maquiladoras de autopartes y ensamble, además de tener su conocida posición geográfica privilegiada para la exportación.
La capital, especialmente, es reconocida por tener un ecosistema industrial maduro, con una fuerza laboral capacitada en la manufactura de autopartes. La presencia de universidades y centros de formación técnica en la región asegura un flujo constante de talento, mientras que los incentivos fiscales de todos los gobiernos han facilitado por años la llegada de más inversiones.
La demanda del sector automotriz mexicano también ha mantenido un crecimiento constante, de ahí la lógica demanda sostenida de rines con altos estándares de innovación y eficiencia para destacar en este mercado, lo cual distingue a Superior de entre sus competidores.
Sin embargo, para alcanzar esos estándares en producción, a la vista de las evidencias, parece sacrificar su capital humano, lo que se ha visto reflejado en las quejas y los reclamos de los trabajadores, quienes han parado labores o protestado al menos cuatro veces en los últimos dos años.
Al interior de las plantas de Superior, existe la percepción de que la empresa ha gozado de una sospechosa protección de las autoridades, en especial del secretario del Trabajo y Previsión Social, Diódoro José Siller, porque en medio de los conflictos le ha permitido violar acuerdos y despedir a los trabajadores quejosos, a pesar del cúmulo de señalamientos claros que implican graves atropellos a los derechos humanos y laborales.
Existe, en contraparte, una débil y algo pueril defensa oficialista y oficiosa. Señalan que de fondo existe la intención de desestabilizar y crear un "sindicato morenista" capaz de pegarle un susto nivel 4T al empleo en Chihuahua, pero suena a pretexto y a consideraciones políticas convenientes y autocomplacientes, más que a razones válidas para permitir prácticas explotadoras.
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Cinco décadas de historia del modelo maquila en Chihuahua han dado penosas señales de agotamiento del mismo, a pesar de una evolución en la cantidad y calidad de los trabajos que podría considerarse favorable.
Además de las consecuencias sociales que trajo a la entidad el empleo maquilador, las fluctuaciones económicas por la marcada dependencia del mercado estadounidense; la presión sobre costos de materias primas como el aluminio y los gastos logísticos; además de una creciente presión sobre esta industria para adoptar prácticas sostenibles y procesos más ecológicos, pudieran ser factores que expliquen en parte lo que ocurre en Superior.
Es muy simplista e irresponsable visualizar el conflicto laboral en la empresa como un vil pleito político alentado por una supuesta delincuencia sindical de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (Catem), central obrera del charro senador morenista Pedro Haces Barba.
La debilitada Confederación de Trabajadores de México (CTM), ícono del corporativismo priista, ha caído a su peor nivel de la historia en capacidad y presencia, dado su extravío total de las causas laborales, y ello ha derivado en que casi cada empleado quiera crear su sindicato como única opción de enfrentar los abusos patronales inherentes casi por naturaleza a la actividad empresarial, en aras de las utilidades.
Seguramente hay ingredientes políticos en la protesta, en los despidos masivos que hemos visto desde enero y hasta la semana pasada en la empresa, así como en el desalojo de la planta al norte de la ciudad ejecutado por la Policía Municipal, en acatamiento a una orden judicial.
En efecto, hay una guerra entre sindicatos existentes y nacientes por aglutinar trabajadores, pero también está normada y vigilada su creación, como para intentar reducir el asunto a un asunto político que solo busque ventajas indebidas. Más de las que ha gozado la empresa por parte de la autoridad, que no la toca ni por asomo.
La autoridad laboral, desaparecida o quizás hasta vendida a intereses empresariales, no ha hecho más que presentar posturas tibias; ha dejado escalar el conflicto y ni de chiste ha querido ver el fondo de un reclamo creciente, que representa graves riesgos sociales, sobre todo si la mediocridad laboral de Superior se vuelve tendencia en el sector maquilador.
Sin duda hace falta abordar el problema con un enfoque humanístico que defienda la dignidad y el respeto a los trabajadores como divisas no negociables. No puede retroceder Chihuahua en su desarrollo social y humano con empleos de calidad cuestionable.
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