Ciudad Juárez.- Ir a un hospital es, de por sí, una experiencia que coloca a cualquier persona en una posición de vulnerabilidad. No importa si es una consulta, una urgencia o una cirugía programada, el solo hecho de requerir atención médica nos vuelve frágiles. Confiamos en que quienes nos atienden están ahí para ayudarnos, para aliviarnos, para acompañarnos en un momento difícil. Pero ¿qué sucede cuando esa confianza se traiciona? Recientemente, tuve la desafortunada experiencia de ser testigo y víctima de un sistema hospitalario privado y de gran prestigio en esta ciudad, donde conocí en mis años de estudiante, a los médicos más humanistas, preparados y éticos que pudieron existir, pero que la mayoría se ha ido, y los que están ahora parecen haber olvidado su razón de ser: el paciente. Y digo "sistema" porque no se trata de un solo médico, una sola enfermera o un solo hospital. Es un problema generalizado en el que la ética profesional ha pasado a segundo plano, dando prioridad a lo que realmente mueve muchas instituciones privadas de salud: el dinero.
Desde el momento en que uno pisa la recepción o admisión de muchos hospitales privados, el trato ya es distinto si tienes o no seguro de gastos médicos. La pregunta clave no es "¿cómo se siente?", sino "¿con qué va a pagar?". En muchos casos, los procesos administrativos son más ágiles para pedir depósitos y firmar pagarés que para atender a quien lo necesita con urgencia.
La automatización de los servicios ha hecho que la atención sea aún más impersonal. Formularios en línea, máquinas que sustituyen el trato humano y un sistema donde el paciente se convierte en un número de expediente. Si tienes dudas, no hay alguien que te escuche; solo un trámite más que completar, una pantalla más que llenar con tus datos, mientras el dolor y la incertidumbre quedan en segundo plano. Pero más allá del dinero, lo que más duele es la frialdad. He visto cómo mucho del personal de salud trata a los pacientes con desdén, impaciencia y, en el peor de los casos, indiferencia.
Personas sufriendo dolor, ansiedad, miedo, y un personal que parece haber olvidado el principio básico de la medicina: la empatía.
Hipócrates debe revolcarse en su tumba cuando, alguien del personal, entra al cuarto de internamiento: dejan el desayuno, comida o merienda del paciente en una mesa a muchos metros de distancia, sin considerar que el enfermo algunas veces está inmovilizado, post operado o definitivamente no puede caminar y acercarse a tomar los “manjares” que sirven -eso es definitivamente cruel e inhumano-
En mi experiencia reciente, fui testigo de negligencias disfrazadas de “errores humanos” o de simples “protocolos”. Estudios que no se realizan a tiempo, diagnósticos tardíos, cobros innecesarios que benefician y dejan al paciente sin un ojo y prácticamente colgando el otro. La incredulidad convertida en miedo, aparece cuando ves en la factura: torunda con alcohol (de esas bolitas chiquitas de algodón): $4 pesos.
Una gasa $30 pesos, si se usaron 10, su cuenta ha ascendido a 304 pesos en material de curación utilizado en cinco minutos.
La incertidumbre y el dolor parecen ser parte del "paquete hospitalario". A esto se suma un elemento aún más doloroso: la falta de respeto por el sufrimiento ajeno. No es raro escuchar a médicos y enfermeras bromeando entre ellos delante del paciente, sin importar si este está en un estado de angustia o dolor. Comentarios fuera de lugar, risas inapropiadas, conversaciones ajenas al contexto mientras alguien espera un diagnóstico que puede cambiarle la vida. ¿Acaso olvidan que quienes están ahí no lo hacen por gusto, sino porque están atravesando un momento difícil? Cuando uno cuestiona o exige explicaciones, la respuesta es fría y burocrática. “Así son los procedimientos”, “hay que esperar autorización del seguro”, “es lo que indican las normas del hospital”. Frases que, lejos de tranquilizar, generan aún más desconfianza. ¿En qué momento dejamos de ser personas para convertirnos en simples expedientes en facturas, en cifras dentro de un sistema que prioriza el negocio sobre la salud?
Es urgente que los hospitales dejen de ver a los pacientes como clientes y regresen a tratarlos como seres humanos. La medicina no puede ser solo una industria; debe ser, ante todo, un acto de servicio, como nos enseñaron con ejemplo nuestros grandes maestros. Se necesita una capacitación real en ética y trato humano para el personal de salud. Se necesitan muchas horas de oración y reflexión ante un enfermo que sufre, que está postrado en una cama necesitando delicadeza, palabras dulces y amables. Muchos sabemos por experiencia que hay pacientes que sanan a veces con el solo hecho de ver a su médico que los escucha, que se interesa por el, que le da una palmadita en el hombro, que lo visita y se para a los pies de su cama para preguntarle su manera de sentir, su evolución, su dolor, esos médicos que te palpan, que te exploran, que con su estetoscopio se acercan a escuchar el respirar, el corazón y el alma y no aquel que solo revisa valores de laboratorio, exámenes de gabinete y desde la puerta te dice: lo vamos a operar, o ¡ya lo dimos de alta! saque cita en una semana, pero prepare sus mil pesos para la consulta.
No basta con tener conocimientos técnicos si se carece de sensibilidad para tratar a quienes sufren. La medicina sin empatía y sin amor, es solo un negocio lucrativo y vacío de propósito. Es momento de exigir un cambio, porque la salud no debería ser un privilegio ni una transacción financiera. Debería ser un derecho, atendido con dignidad y respeto. Qué la patria se los premie, si no, que se los demande y Dios también.
Opinión
Viernes 14 Feb 2025, 06:30
La otra cara de nuestros hospitales privados
.
Laura Ortiz
