“Ése es el grave problema de esta sociedad: está llena de deseos de consumir y de aparentar, pero hay muy pocas ganas de ser”
Mucho antes de lo que imaginamos, parece que existen algunos apuros por no ser confundidos, ni mucho menos asociados en forma alguna con las personas que han participado en la política. Políticamente puros, no hay ninguno: ni en partido político ni en el gobierno ni siquiera en la sociedad. Todos estamos manchados de mentiras, creyendo que los políticos son parte necesaria de nuestra vida.
El caso más patético de nuestro país en los últimos años es el del senador Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Cámara alta por las filas de Morena. No necesito describirlo; él solo lo hace.
Platicando con un par de amigos abogados que participan para obtener un cargo dentro del Poder Judicial, comentamos sobre la necesidad de orientar los tres poderes de gobierno —también el Ejecutivo y el Legislativo—. ¿Cómo es posible que los políticos de este país, ni por un elemental principio de agradecimiento o solidaridad humana, se tomen el costo de hablar por el pueblo? El Poder Ciudadano nos ha sido borrado totalmente. Los políticos ahora son héroes y “químicamente puros”. No vayamos lejos: el enfrentamiento entre los miembros de Morena, quienes no dejan de golpearse por el poder, ni a la presidenta le hacen caso.
Nos corresponde que nos respondan este qué es válido, pues hasta la fecha no hemos tenido la suerte de escuchar ningún pronunciamiento de los partidos políticos sobre el actual orden de cosas. Se esconden bajo el escudo de protección del poder. No sabemos si lo aceptan, lo rechazan, lo apoyan o si les es indiferente. Ellos —solamente ellos— han salido beneficiados. Pero, con el tiempo, el gobierno de Estados Unidos está haciendo una lista de los políticos que se han portado mal. Y ellos responden: “No hemos hecho nada malo. Somos químicamente puros”.
Participaron en la lucha por tumbar a los gobiernos priistas y panistas que nos tenían de las orejas, saqueando el erario, haciendo los mejores negocios al amparo del poder, brindando impunidad a los delincuentes, usando el poder para satisfacer sus caprichos personales o sus venganzas. Y a la hora buena, cuando ganaron, ni nos pelaron, y por ahí andan compartiendo sus amarguras con paisanos de partidos que tronaron, maldiciendo la política y a los que se encumbran en el poder solo para cometer peores delitos que sus antecesores. Ahora Morena está terminando con la patria.
Y cuidado con criticarlos o señalarlos de cometer delitos en el ejercicio de la función pública, porque entonces nosotros nos hemos convertido en unos envidiosos. Los periodistas deben seguir informando a los más jodidos. Hoy, que ya amasaron fortuna, que saben qué es ejercer el poder, que te ponen el dedo índice para señalar al que hay que detener o darle en la madre por criticón, sienten que quienes cambiaron de bando somos nosotros... no ellos. Y qué equivocados están.
En la vida moderna, los ciudadanos están más hechos a tomar decisiones por sí mismos; no les gusta el intermediarismo. A la sociedad le gusta sentirse libre, flexible, crítica y fiscalizadora. Cada vez las organizaciones civiles se muestran más firmes y sólidas; existe un amplio catálogo de grupos que, al margen del gobierno y los partidos, han sabido afrontar los problemas de su comunidad sin burocracia ni complicaciones.
En las siguientes elecciones judiciales seguramente vendrá un gran número de prospectos, sin duda con sus aspiraciones y méritos, de todos niveles, sectores, preferencias e ideologías. Hay tiempo para prepararse, para forjar una trayectoria que lleve dignidad a la política, que enriquezca y sirva para enaltecer la democracia. Ahí hay una asignatura de calidad y calificación que nos conviene a todos. En este punto me detengo: hay una gran cantidad de abogados que deben ocupar los puestos de juzgadores, pero los metieron al circo romano. Pero también ellos no son químicamente puros.
La credibilidad y la buena fe están del lado ciudadano. Los partidos no deben marcar nuestras vidas; sus propuestas se volvieron banales y superficiales. Asociados siempre a la corrupción por acción y omisión, por escándalo y silencio, por pasividad y complicidad, los políticos tienen ante sí un largo camino para quitarse los estigmas que pesan sobre ellos.
Nadie es químicamente puro.
Salud y larga vida.
Profesor por oposición de la Facultad de Derecho de la UACH
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