Sin duda, la manifestación de ayer marcará historia. México se suma a un nuevo modelo de protesta desde las redes sociales, transformando el descontento en una ola global, mientras el gobierno responde con vallas metálicas, barreras policiacas y acusaciones sin sentido de manipulación para tratar de acallar la voz de las juventudes.
Es cierto: muchos aprovecharon la coyuntura para alzar la voz, y no dudo que otros tantos utilizaron la violencia para desprestigiar la legítima protesta que nació como pacífica y que terminó con represión policiaca.
Aun con los escándalos de los detenidos y golpeados, la Generación Z irrumpió en la arena política. Esos jóvenes nacidos entre 1997 y 2012 han convertido las redes sociales en su arma principal, transformando el descontento en una ola global de protestas.
No son los movimientos tradicionales de los boomers o los millennials, con sus megáfonos y manifiestos impresos; son rebeliones digitales, virales, donde un meme puede convocar a miles y un video generado por inteligencia artificial puede detonar un cambio.
El 15 de noviembre de 2025 quedará marcado como el día en que México se sumó a esta marea con una marcha masiva en la Ciudad de México y en más de 30 ciudades, inspirada en revueltas similares en Nepal, Kenia y Perú.
El Zócalo de la Ciudad de México se llenó de miles de sombreros vaqueros en honor al alcalde asesinado de Uruapan, Carlos Manzo, convertido en la principal bandera del movimiento; banderas mexicanas ondeando junto a la Jolly Roger del anime “One Piece”, y consignas como “¡Fuera Morena!” y “¡Revocación de mandato!” resonando entre familias enteras, estudiantes y hasta abuelas con pancartas.
La marcha, convocada por el colectivo “Generación Z México”, que hasta ahora se maneja como un grupo sin líderes formales ni afiliaciones partidistas visibles, no ha estado exenta de señalamientos que lo califican como un movimiento de derecha.
Como se esperaba, la protesta no sólo fue física. En redes sociales el activismo fue incluso mayor: los hashtags #15N y #GeneracionZ explotaron con videos en vivo de jóvenes encapuchados golpeando barreras con esmeriles, otros cantando el Himno Nacional en medio del caos, y mensajes como “Sin líderes, sin representantes, con todo en contra”, que capturan la esencia de esta movida: horizontal, digital y furiosa.
Lo único que podemos esperar es que este movimiento juvenil no se manche con intereses de grupos opositores al gobierno, y mucho menos de actores extranjeros, porque la tentación es mucha: el poder que han demostrado puede transformarse en un caldo de cultivo de rebeldía.
No se puede ocultar que esta movilización se asemeja mucho a lo ocurrido en Nepal hace apenas semanas, cuando miles de jóvenes salieron contra la censura en TikTok usando la bandera de “One Piece” como símbolo de piratas rebeldes que desafían imperios, para evadir filtros y viralizar su descontento.
Lo mismo sucedió en Kenia, con protestas contra impuestos regresivos que escalaron a demandas de justicia climática y anticorrupción, con lives en Instagram coordinando rutas en tiempo real. En Perú, se realizaron marchas juveniles contra la inestabilidad política, y en Georgia, estudiantes bloquearon carreteras por reformas electorales opacas.
Sin duda, la estrategia en todas estas protestas es el uso de las redes sociales. Plataformas como TikTok, X e Instagram permiten a esta generación organizarse sin jerarquías, amplificar voces marginadas y ridiculizar el poder con humor absurdo.
Un video de IA mostrando el Palacio Nacional en llamas no es solo provocación: es un hackeo cultural que obliga a los gobiernos a responder, como lo hizo la presidenta Claudia Sheinbaum al calificar la marcha como “falsa”, impulsada por “bots” y financiada por opositores.
Desde luego, los afines al gobierno señalaron la escasa afluencia juvenil real, destacando la presencia de muchos adultos y políticos de oposición que se colgaron del movimiento. Los disturbios finales, con encapuchados derribando vallas, también empañaron el llamado a la paz.
Pero lo que no se debe ignorar —o mejor dicho, lo que no se debe tratar de ocultar— es que estos jóvenes no marchan por un partido, sino por un futuro que les han negado. Esta rebelión digital no es un capricho: es el algoritmo del cambio, donde un “like” puede ser un voto y un filtro de IA puede ser una máscara contra la vigilancia.
Al final, la verdadera lección del 15 de noviembre es para los políticos: no subestimen a la Gen Z por “cringe” o por “bots”, porque un emoji de calavera pirata puede derribar más que cualquier valla.
Opinión
Domingo 16 Nov 2025, 06:30
Jóvenes hackean la política
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Nicolás Juárez Caraveo