Desde 1959, Cuba ha estado bajo un régimen dictatorial que continúa siendo un ejemplo de autoritarismo y violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Fidel Castro prometió una revolución democrática, pero consolidó un sistema monolítico en el que el Partido Comunista mantiene el control absoluto. Las promesas evidenciadas en videos desde la Sierra Maestra de elecciones libres solo quedaron en palabras, y hoy, en 2025, predomina un sistema cerrado, sin espacio para la disidencia.
La crisis de los misiles en 1962 ejemplifica la gravedad de la hostilidad en América durante la Guerra Fría. La presencia de misiles soviéticos en Cuba, en medio de una confrontación nuclear, evidenció cómo las alianzas ideológicas podían poner en riesgo la paz mundial. La resolución de la OEA en ese año condenó la ideología marxista-leninista en Cuba y suspendió su participación en el sistema interamericano, reflejando la división entre seguridad y confrontación en la región.
Tras la muerte de Fidel, su hermano Raúl prolongó el autoritarismo. La concentración del poder, la represión política y la censura se intensificaron, manteniendo presos políticos y restringiendo libertades fundamentales. La libertad de expresión y asociación siguieron siendo severamente limitadas, con control absoluto de los medios y persecución a críticos.
La ONU condenó en 1994 la violación de derechos humanos en Cuba y pidió respeto por libertades y garantías judiciales. En 2018, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas Michelle Bachelet, volvió a emitir recomendaciones, exigiendo la abolición de la pena de muerte y mayor protección a defensores de derechos humanos.
Desde 2018, con Miguel Díaz-Canel en el poder, la situación no ha cambiado substancialmente. Informes como los de Human Rights Watch señalan un aumento en la represión, con detenciones arbitrarias y restricción del ejercicio de la libertad de expresión. En 2019, 2020 y 2021, las protestas populares y las detenciones masivas evidenciaron la continuidad del régimen autoritario.
Miles de cubanos huyen en busca de libertad, mientras las cárceles se llenan y la información sigue siendo censurada. La Constitución de 2019 reafirmó a Cuba como Estado fidelista, marxista y leninista, con un sistema de partido único. Hoy día la oposición permanece criminalizada y perseguida.
Las presiones internacionales, incluyendo la ONU y diversos ONG, continúan exigiendo que Cuba cese la represión y respete los derechos humanos. Sin embargo, Díaz-Canel mantiene el rumbo: consolidar un régimen blindado frente a cualquier proceso de democratización.
Es inadmisible en pleno siglo XXI que Cuba siga siendo un ejemplo de un sistema que niega la voluntad popular. La historia de promesas incumplidas y violaciones constantes demuestra que la dictadura no respeta derechos ni permite la disidencia. La comunidad internacional debe seguir presionando para lograr un cambio democrático real en la Isla.
Fidel y Raúl Castro, así como su designado sucesor Miguel Díaz Canel, han convertido la dignidad y los derechos humanos en letra muerta. La perpetuación del poder en manos de una élite ideológica condena al pueblo a vivir en restricciones, pobreza, persecución y miedo. Esa es la herencia dictatorial de Fidel y Raúl Castro en Cuba.