En mi casa se sabe que el lunes a las 5:55 a. m. es el peor momento de la semana. Eso se debe a que los lunes es día de correr, y yo odio correr.
Siempre he odiado correr. En la escuela primaria, le temía a la prueba del kilómetro y medio y siempre estaba en la parte de atrás con mis compañeros rechazados de la clase de gimnasia. En la universidad, era el único jugador de béisbol que podía convertir un doble en un sencillo.
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Mido dos metros y tengo las piernas demasiado largas, con rodillas que se tambalean en seis direcciones distintas cuando corro. Y, sin embargo, es crucial —especialmente en la mediana edad— desafiar nuestro cuerpo con un poco de ejercicio intenso cada semana.
No tengo acceso a una piscina o un lago, mis techos son demasiado bajos para las camas elásticas y hacer más de un entrenamiento HIIT a la semana se vuelve aburrido rápidamente. Correr ofrece intensidad a la vez que me distrae con paisajes bonitos. Además, 20 minutos después, me siento increíble.
Tras años de buscar formas de empezar a correr, por fin he dado con una receta en tres partes para aprender a tolerar esta horrible forma de ejercicio.
Pero antes de empezar, asegúrate de que haces movimientos divertidos otros días. Si tu único ejercicio es correr y, como yo, lo odias, no seguirás con ello. Camina si te gusta, nada si es lo tuyo. Yo tengo un maniquí de kickboxing, una barra de dominadas y unas cuerdas de batalla que me encanta utilizar. No conviertas cada entrenamiento en un esfuerzo.
Truco n.º 1: reprograma tu cerebro
En artículos anteriores para la sección de Well hemos mencionado la importancia del “paquete de recompensas”. Es un término elegante para darte un capricho cada vez que haces algo que no quieres. Pero lo que no hemos dicho es que la recompensa puede entrenar a tu cerebro como si fueras un perro babeante.
He aquí cómo funciona: uno de mis pódcasts favoritos es un programa de crítica de cine llamado The Rewatchables, con Bill Simmons. Lo escucho tan a menudo que siento que Bill y su equipo son en realidad mis amigos. Pero nunca me permito escucharlo a menos que esté corriendo o preparándome para correr. Nunca.
Esto era esencial, porque a corto plazo, empecé a tener ganas de correr solo para poder pasar el rato con mis amigos imaginarios y conocer sus opiniones sobre Forrest Gump o lo que fuera. Y con el tiempo, ocurrió algo extraño. Me despertaba sintiéndome totalmente en contra de correr, encendía el pódcast y de repente me apetecía.
Los psicólogos llaman a esto “condicionamiento clásico” o “eso que Ivan Pavlov hacía con sus perros cuando pulsaba un timbre antes de la hora de cenar”. Al final, cada vez que lo hacía, el perro babeaba. Los humanos también somos susceptibles a esto; es una parte clave del efecto placebo y de la mercadotecnia moderna.
“Me encanta, es como un ritual”, dijo de mi método Luana Colloca, profesora de psicología de la Universidad de Maryland y experta en condicionamiento clásico y efectos placebo.
Colloca dijo que ella hace algo parecido, excepto con el olor. Cada vez que empieza una sesión de Pelotón, enciende una vela con olor a limón. Ahora, solo oler ese aroma la pone sutilmente de humor para montar en bicicleta.
Incluso cuando no le apetece hacer ejercicio, dijo, “es una especie de respuesta automática”.
Truco n.º 2: tómate descansos, pero sigue el plan
Me educaron para creer que los corredores corren. No caminan: eso es para los caminantes. Así que suelo subir corriendo la pequeña colina que hay cerca de mi casa y luego bajo una colina grande. Pero al volver a subir ese monstruo, de vez en cuando (bueno, está bien, casi siempre) camino.
Cada vez que reduzco la velocidad o descanso, se siente y suena como un fracaso, a menudo porque murmuro improperios. Pero Chris Beedie, psicólogo deportivo y profesor de la Universidad de Kent, dijo que necesito realinear mi forma de pensar.
“Ya no vivimos en la década de 1970. No existe el ‘caminar es un signo de debilidad’”, reprendió. “Es una parte estructurada de tu movimiento”.
Si quieres salir a correr 40 minutos, dijo Beedie, planifica de antemano tus descansos cronometrados, quizá cada 10 minutos. O planifica hacerlos cada vez que tu frecuencia cardiaca suba a un determinado nivel o cuando llegues a una colina.
Casi todos los maratonianos serios con los que habla hacen descansos en algún momento, y esos descansos pueden incluso hacer que los tiempos sean más rápidos en general. Sin embargo, parar del todo no es bueno para el cuerpo, dijo, así que debería intentar al menos caminar. Y probablemente ahorrar mi aliento y no ir maldiciendo al pavimento.
Truco n.º 3: consíguete un perro
Algunos días, ni siquiera los pódcasts y las promesas de descanso bastan para hacerme salir por la puerta. Para eso tengo a Snitch, una perra un poco atolondrada y muy entusiasta que espera en mi puerta todos los lunes a las 5:55 a. m.
Snitch necesita ejercicio como el monstruo Comegalletas necesita azúcar, y si no la llevo a correr, es muy probable que se desquite con mis zapatos.
Las investigaciones sugieren que los dueños de perros (especialmente los escandinavos) pueden vivir más que el resto de nosotros, presumiblemente porque los amigos peludos nos hacen más felices y activos. Y aunque algunos se muestran escépticos al respecto, yo diría que todo depende del tipo de perro que tengas.
Si buscas una mascota para correr, te recomiendo una raza que sea atlética, pero no demasiado. Un pug no es bueno, pero tampoco cometas mi error. Snitch es una mezcla de husky, beagle y gacela que una vez aguantó 25 kilómetros en un conjunto de senderos de montaña y parecía lista para otros 25. Es agotadora. Encuentra un término medio: amistosa con una pizca de perezosa.
Al final, no puedo prometerte que llegues a disfrutar correr. Llevo dos años haciéndolo y sigo odiándolo en su mayoría. Pero de vez en cuando, con el sol asomando por las montañas, mi amigo Bill en la oreja y Snitch retozando como una hiena desquiciada a mi lado, me alegro de haber hecho el esfuerzo.