Hace prácticamente mes y medio, precisamente el 16 de febrero, el suscrito presenté una petición en la oficina de un diputado local sobre un tema que no implicaba pretender ventaja alguna, influyentismo o una materia que no estuviera a su alcance. Nada indebido.
Previamente, y vía telefónica, personal que le apoya me manifestó que sí era factible que esas solicitudes de gestión fueran atendidas en la oficina del legislador, indicándome los términos en que debería formularla, lo que cabalmente realicé. En la fecha referida me apersoné en el edificio legislativo, donde otro colaborador que también fue muy amable, recibió mi escrito estampándole el sello y la firma correspondientes.
Se me señaló que para la siguiente semana me contactarían a fin de darme razón de lo que había considerado el diputado de mi requerimiento, pero con el propósito de realizar unas precisiones a la fecha que estaba estimando como propicia para el asunto expuesto, volví a comunicarme antes de que ellos lo hicieran, comentándome que no veían problema con el ajuste en cuestión, y que además el legislador ya tenía conocimiento de lo que se estaba planteando.
Posteriormente, realicé algunas llamadas telefónicas de seguimiento, pero sin respuesta alguna, sólo la amabilidad del personal de la citada oficina que reconozco y agradezco. ¿Qué tan difícil es dar cuenta con un sí o un no a un tema que no implicaba sino simplemente una llamada para saber de su factibilidad y en su caso así comunicármelo? Si la respuesta hubiera sido negativa lo hubiera aceptado sin mayor problema.
Por lo anterior, y sobre todo valorando que a una persona como quien esto escribe, que tiene cierta preparación académica y además la posibilidad de emitir en medios de comunicación su opinión que pueda aportar un granito de arena en favor del bienestar y la armonía social, recibe de parte de un “representante popular” un trato que deja mucho que desear; pensé en lo que pasaría una persona que no sabe cómo formular sus planteamientos, que no tiene el carácter para insistir y exigir ser atendida, etc., lo que me llevó a no dejar las cosas simplemente sin más comunicación, y el día 14 de marzo le envié al congresista un correo electrónico reprochándole su desatención.
Para el día 20 de marzo, con el propósito comunicarme una propuesta de parte del legislador (ahora sí se puso las pilas supuestamente), me contacta nuevamente uno de sus asesores con quien retomo el asunto, haciéndole ver el suscrito fechas pertinentes para mi requerimiento, a lo que me dijo que no le veía problema alguno, que lo trataría con su jefe.
Pues ya han pasado más de 10 días sin que tenga razón de estas gentes, sobre todo del diputado que es el responsable de coordinar los trabajos de su oficina, y otra vez la fecha replanteada está por llegar, por lo que veo cinismo y una falta total de ética en una persona que está para servir a la sociedad, independientemente de si existe o no una afinidad en lo ideológico-político con él.
Será que ha andado en marchas o atendiendo litigios en instancias electorales o de otra naturaleza, pero se supone debería tener la capacidad y la organización para que el funcionamiento de su oficina continúe, pues para eso tiene personal a su cargo al que hay que delegarle y coordinar. Eso es de primaria en las instancias oficiales.
Si bien no menciono el nombre de este personaje, lo que sí no me reservo, es el reprocharle públicamente su actuar de divo y de cínico, pues no tengo por qué rogarle y tolerar que esté jugando con una legitima petición que se le hace de parte de un ciudadano, al que él como diputado le debe consideración, como a cualquier otro chihuahuense. Ningún favor le debo, y reitero que en mi petición nada indebido o ventajoso existe. Hubiera bastado un no como respuesta, pero lo único que ha provocado es hacerme perder el tiempo, que es igual de valioso que el suyo —¿o más?—.
Existen de diputados a diputados, y aún y cuando en su generalidad se apegan más bien a los intereses de sus partidos, soslayando los de sus “representados”, indiscutiblemente también ha habido, y hay, honrosas excepciones.
No obstante, definitivamente “no es factible siquiera sugerir, que en México el pueblo se encuentra auténticamente representado en el ejercicio de su soberanía, o peor aún, el decir que es soberano. Hasta donde permite el sistema electoral y el sistema de partidos políticos en el país, es que el elector sólo pueda escoger de entre las candidaturas que conforme a sus intereses de grupo les presentan las cúpulas partidistas, y de las cuales saldrán, en un círculo vicioso, quienes de nueva cuenta volverán a ignorar y hasta a despreciar al pueblo” (“La democracia que no quisimos: realidades que contradicen a la retórica”, Benito Abraham Orozco Andrade, diciembre de 2023, p. 94).
Pues si es que anda buscando la reelección y llega a ser viable su postulación, ojalá y haga conciencia de que el cargo de legislador se lo debe al pueblo, al igual que la retribución que se le otorga por el mismo.
¡Es cuanto! como dirían en el argot parlamentario.
Opinión
Martes 02 Abr 2024, 06:00
¿Cómo creerle a este diputado?
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Benito Abraham Orozco Andrade
