La visita del jueves y viernes del embajador de los Estados Unidos Ken Salazar, a Chihuahua capital y Ciudad Juárez es imposible encuadrarla en una simple visita de cortesía, o de anfitrionía por los festejos de Aniversario de la Independencia del vecino país frente a una relación en “pausa” que impuso unilateralmente y a su estilo el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y es que esta “pausa” ha puesto en riesgo 193 años de relaciones diplomáticas; porque no sólo se trata de los desacuerdos por la Reforma Judicial, sino toda la agenda bilateral que comprende temas en los ámbitos político, económico, comercial, social, medioambiental, energético, técnico, fronterizo y de seguridad.
Como acertadamente lo relataron algunos medios de comunicación, Ken Salazar se refugió en el desierto, en un estado de oposición y desde aquí mandar mensaje no al presidente saliente, con el ya no hay nada que hacer, pero sí con la presidenta entrante, de quien se refirió al alabar el trabajo de los mujeres y que hoy mantienen posiciones muy importantes, como en el Gobierno de Chihuahua con Maru a la cabeza, y de Claudia Sheinbaum Pardo en el gobierno federal en unos días más.
La visita en ningún momento la desaprovechó el diplomático norteamericano, con fuerte impacto en los tres niveles, local, nacional e internacional, hasta se dio el lujo de apapachar al menos dos de los que buscan la gubernatura en Chihuahua para el 2027, los alcaldes Marco Bonilla del PAN y Cruz Pérez Cuéllar de Morena.
Desde luego que para los Estados Unidos es primordial atender los reclamos de los inversionistas de su país por las empresas que mantienen en suelo mexicano, y más concretamente en la frontera, por ello la importancia de verificar el tema de la seguridad.
Y dos mensajes muy claros hasta el centro, que se escucharon sin duda en el Palacio Nacional, primero que los Estados Unidos no cambiarán su postura con respecto a la Reforma Judicial y segundo, que no son responsables de la violencia que se desató en Sinaloa.
Sobre las masacres en el vecino estado de Sinaloa, el mensaje de Ken Salazar al presidente Andrés Manuel López Obrador, fue muy claro, “cuando nos dicen que nosotros somos responsables de lo que está pasando en México por la ola de violencia, yo no estoy de acuerdo, no estamos de acuerdo. Este es un problema que se tiene que definir y solucionar; las masacres como la de Morelos (ayer) o de Sinaloa no pueden ser culpa de los Estados Unidos, la realidad es que hay un problema de inseguridad y violencia que vamos a tener que trabajar”.
En otras palabras, que cada quien haga su trabajo, pero hay que rescatar la buena relación y el trabajo en conjunto que se ha mantenido por muchos años y no es echando culpas como se pueda resolver el narcotráfico, la violencia, la migración y la economía.
Lo que queda muy claro, es que de inmediato se deben resolver los problemas y llegar a un buen entendimiento al iniciarse la próxima administración federal en octubre, y que debe ser crucial mantener una buena la relación entre México y los Estados Unidos.
Y no se trata de malinchismos o querer agradar a nuestro vecino país, pero es un hecho que hoy por hoy es nuestro principal socio económico, un actividad de la que dependen millones de mexicanos, sobre todo los estados fronterizos.
Cierto es también que el presidente de México ha aprovechado el descontrol político que existe en el vecino país, ante la cercanía, en el mes de noviembre para ser más exactos de las elecciones del vecino del norte, y que ante la incertidumbre de quien pueda ganar hace lo que quiere.
Sin duda, la relación de México con los Estados Unidos requerirá que la administración de Claudia Sheinbaum establezca con claridad lo que busca México, por ejemplo no ir a “todas” las posiciones que marquen los estadounidenses en materia de política internacional, una renegociación del T-Mex que busca la implementación de nuevas medidas en materia de seguridad, salud pública y comunidades seguras Estados Unidos-México.
Hasta el momento, Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México dice que no quiere tener una relación de subordinación con los Estados Unidos, sino una de iguales, en la que prevalezca la coordinación y la cooperación para el desarrollo… claro esas fueron sus palabras en campaña.
Hasta hoy, la presidenta electa no ha mostrado señas de que cambie la línea de discurso que le ha marcado Andrés Manuel López Obrador, y seguramente Sheinbaum le daría continuidad a la estrategia de llevar a naciones como El Salvador sus programas sociales, mientras que en el tema económico, resalta la propuesta del nearshoring, de aprovecharlo y llevarlo a los polos del sureste.
Así cierra el gobierno federal sus relaciones con Estados Unidos, ahí veremos si hay cambio o no con la nueva presidenta.