El término nepotismo tiene orígenes en la edad media. En su etimología deriva de “nepote” y el sufijo “ismo”. Nepote es sobrino. Tuvo su auge en el renacimiento cuando los papas nombraban a sus “sobrinos”, muchos de ellos hijos, en los principales puestos de la iglesia, sobremanera cardenales.
Inocencio I sucedió a su padre el papa Anastasio I allá cerca del año 500. El papa Silverio fue nombrado pontífice trece años después de la muerte de su padre, el papa Hormisdas también por esos mismos años. Esto trajo consecuencias muchísimos años después. Antes del Sínodo de Pavia en 1022 los sacerdotes –incluyendo al vicario de Cristo, podían casarse y tener hijos. Pero el celibato se instituyó en los Concilios de Letrán en 1123 y 1139. En 1983 se prohibió que los hombres casados fuesen ordenados sacerdotes. Otros papas de la iglesia han tenido hijos, que sepamos con certeza: Alejandro VI, Julio II y Pio IV.
La historia se repite
En el caso de la política mexicana no le veo consistencia a una ley que prohíbe el nepotismo inmediato. Es decir, que a un presidente lo suceda su hijo o viceversa. Considero que si el hijo del primer mandatario tiene una preparación académica intachable, experiencia política, vida honesta, honrada, virtuosa. Libre de escándalos. Que no haya aprovechado el poder de su papá para ser presidente municipal, diputado local, diputado federal o senador, gobernador incluso. Así mismo, no haya realizado negocios turbios a la sombra de su progenitor –o progenitora en su caso- no debe coartársele la libertad, que como ciudadano debe gozar.
Cuauhtémoc Cárdenas quiso ser presidente. Martha Sahagún, esposa de Vicente Fox soñó con permanecer en Los Pinos. Margarita Zavala tuvo la misma aspiración siendo esposa de Felipe Calderón.
Condiciones sine qua non. Sobre todo, que el Estado no intervenga directa o indirectamente en el proceso electoral con recursos humanos y materiales. Que la figura del padre no se refleje en las campañas. Que el partido político que lo postule no esté a las órdenes del ejecutivo. Que papi o mami no intervengan para nada. Que se garantice el voto libre y secreto con un INE independiente y autónomo. Así, el hecho de ser hijo del presidente en turno no le garantizará el triunfo.
Pero en nuestro país nadie cumple este perfil. Sabemos que desde Palenque o Cuba se hará lo posible porque el hijo de AMLO sea presidente en 2030 o si las cosas se desvían, lo hará desde antes. Ya le están forjando una carrera política. Ya le heredaron Morena. Ya habrá pasado una administración federal para permitirle participar sin ningún problema. Es una calca de su padre: estudio en la UNAM ciencias políticas y sociales y no lo hizo en los 14 años que le ocupó a su padre terminarla. También su profesión siempre ha sido político –con todo lo que este concepto implica- además es un aspiracionista porque estudió posgrado en la Universidad de Harvard. No se le conoce un empleo en la iniciativa privada y sus cargos en el gobierno han sido más bien –en el papel- modestos. Nada que ver con el ostentoso y fastuoso estilo de vida que presume. Ha sido criticado porque supuestamente ha influido en la toma de decisiones de amigos empresarios en las inversiones de obras públicas. Pero eso no importa, es peccata minuta. En fin, si no llega a la silla presidencial será porque los milagros sí existen. ¿Tiene derecho a ser candidato? Claro que sí. ¿Puede ser el próximo presidente? Por supuesto. Pero aquí lo imposible, sin que sea una elección de Estado, sin usar recursos ilícitos, sin el apoyo abierto de su señor padre.
Esperamos que AMLO no ande diciendo que –como lo hizo en su caso López Portillo, que su hijo sea “el orgullo de su nepotismo”. La mafia en el poder que tanto criticó la 4T ahora es la mafia familiar. Vean parientes en puestos importantes por aquí y por allá. Lo único bueno de Andy es que nació un 21 de agosto, ah, caramba, igual que yo.
Mi álter ego recuerda que Donald Trump le dijo a Xi Jinping: “United States is your father”. Y el presidente chino respondió “China tu male”.