Sin internet no hay amor,

sin wifi no hay conectividad amorosa

y sin celular no hay cita.

No hay duda de que el amor es uno de los sentimientos inherentes a la naturaleza humana. Al amor lo festejamos, sufrimos y anhelamos. Desde lo divino a lo humano es una manifestación que surge de lo más profundo que da vida y nos ha permitido la procreación y conservación de la especie.

De lo rústico a lo romántico; de lo honesto a lo ambicioso o de lo interesado a lo auténtico, el amor es el mejor perfil que nos describe. Las grandes religiones están inspiradas por el amor: Dios es amor, el ser humano es producto de ese amor, somos felices si amamos y nos aman o somos infelices si nos abandonamos al desamor.

La misma filosofía es amor a la sabiduría por el prefijo filo, que se identifica con amante o adhesión a algo. Un bibliófilo, sería una persona que tiene amor por los libros; cinéfila, amante del cine, taurófilo, gusto por la tauromaquia. El amor se considera como un sentimiento intenso del ser humano que necesita compartirlo con otra persona, porque el amor no es egoísta, sino busca la unión feliz.

Sin embargo, la expresión de ese sentimiento ha cambiado según generaciones y modas. Si el escritor colombiano Gabriel García Márquez escribió la gran novela El amor en tiempos del cólera, donde recrea una historia del amor añejo y renovado que no sepultó el tiempo, hemos ido pasando varias fases del tipo de amor desde el amor en tiempos del Covid, que removió distancias y años por el encierro obligado y temeroso y sirvió para lanzar anzuelos a viejos amores y amistades olvidadas que sembraron una nueva forma de amar virtualmente.

Esa experiencia reforzó una nueva fórmula cómoda y líquida del hiperamor como “amar” a distancia, con un programa inspirado en “Windows” para tener varias ventanas abiertas (o amores) al mismo tiempo en la pantalla del computador, conformando la cultura del amor en tiempos del internet.

Las cartas románticas, escritas de puño y letra han quedado como piezas de museo, porque no hay quien las escriba ni tampoco quienes las lean, si no nos llegan por el celular. Por eso, se habla del amor líquido que se escurre como el agua, que baja escaleras y se evapora entre dispositivos electrónicos, tecnologías digitales y ahora, en robots animados por inteligencia artificial que nos quieren ofrecer sentimientos, caricias emocionales y compañía.

Las añejas epístolas perfumadas han dejado de ser la entrada del amor por el olfato y las redes sociales han desplazado esas tradiciones, ridículas para algunos, como extrañas para otros, por calificarlas de costumbres del tiempo de los bisabuelos. Los sentimientos en la actual sociedad están en los chips, aplicaciones y redes sociales porque no se pueden concebir de otra manera pues sin internet no hay amor, sin wifi no hay conectividad amorosa y sin celular no hay cita. Vivimos tiempos de la cólera digital, insuficiente para reconstruir un corazón solo y destrozado. Es lo que hacemos y vivimos.

Eso es la “tecnología de la inmediatez, dice Guadalupe Bécares[1] que permite tomar decisiones a golpe de dedo. Por un lado, puedo borrar las publicaciones y eliminar todo rastro de mi relación si siento una pulsión física de ira que me impulsa a hacerlo como si con eso eliminase por completo el pasado. Por otro lado, tengo abierta la posibilidad de seguir pendiente de lo que hace la otra persona si siento necesidad de ello. Antes, el guardar las fotos al fondo del cajón nos permitía que, en el momento en el que mi duelo me permitiera abrirlo, podría volverlas a ver y eso significaba que psicológicamente estaba preparado para ello”.

A lo largo de la historia humana, se identifican varias formas de amar, reflejadas principalmente en novelas como un conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado que se le llama síndrome. Obvio que todo síndrome está relacionado con algo negativo.

Está el síndrome de Otelo, inspirado en el principal personaje de la obra de William Shakespeare “Otelo, el moro de Venecia” escrito en 1603, que es una tragedia pasional que expone el comportamiento irracional de celos excesivos y exagerados hacia la pareja. Son los celos patológicos que ahora se les llama celotipia, donde se llega a alterar la realidad y ver cosas que no suceden o que se imaginan. Aparentemente son celos que quieren demostrar un amor desmedido hacia la pareja pero que terminan destruyendo un falso amor basado en la desconfianza e inseguridad.

En tiempo de internet, el síndrome de Otelo se ha disparado porque los celos se trasladan a una permanente y obsesiva vigilancia. Los celulares y la tecnología digital se utilizan para espiar a la pareja, querer saber dónde están, tener la ubicación, conocer los mensajes personales e invadir la individualidad en aras de control e hipervigilancia. Cámaras, micrófonos, dispositivos de espionaje y seguimiento son los síntomas del Otelo electrónico moderno.

Otro síntoma del amor que hace mucho ruido es el llamado síndrome de Romeo y Julieta[2] que en pocas palabras consiste en enamorarse de quien no se debe. Se caracteriza por ser un amor imposible que la mayoría ha vivido, sobre todo en la juventud, como un enamoramiento súbito e intenso que en la adolescencia se puede considerar normal pero cuando surge en adultos puede ser patológico.

Otro fenómeno en que se nos confunde el amor es el efecto Pigmalión para referirse a cuánto esperamos de los demás o las expectativas que se despiertan en el potencial de otros seres o de nosotros mismos.

Pigmalión[3] era un escultor de Chipre que no era muy afecto a las mujeres. Un día, por alguna razón, decidió hacer la escultura de una mujer. Conforme más tiempo le dedicaba a su escultura, más se sentía atraído por ella. La atracción llegó a tal punto que el pobre Pigmalión se enamoró perdidamente de su obra. Cada instante que pasaba junto a ella deseaba más y más que cobrara vida. Un día, Venus, la diosa del amor, se compadeció de Pigmalión y cuando éste despertó se encontró frente a él a la bella Galatea con la que naturalmente se casó. Un caso clásico del paso del odio al amor.

Y últimamente, los nuevos problemas entre parejas que cada día toma mayor fuerza es el llamado síndrome de Tarzán que describe a las personas que, incapaces de lidiar con el vacío emocional que deja una ruptura, optan por “saltar” de una relación a otra sin tomarse el tiempo necesario para sanar[4].

La historieta de Tarzán, rey de los monos, describía a un personaje solitario en la selva que se transportaba velozmente surcando los aires entre liana y liana.

En estos tiempos de redes sociales lo más fácil es brincar de un tema a otro tema que se conoce como hipertexto. Una mención nos lleva a otra y ésta a otra más y no tiene fin por los enlaces que existen. Y esto desarrolló la cultura de algo similar con las personas por la facilidad de rastrear, sin molestarnos desde un cómodo sillón o de la cama, personas interesadas en establecer relaciones. Somos buscadores de lianas, para ver de quien nos colgamos. Y resolver una decepción o rompimiento sentimental.

El antiguo “donjuanismo” consistía en seducir y engañar a mujeres, mentirles y hacer creer un enamoramiento. Era andar de flor en flor, molestando e interrumpiendo relaciones.

Ahora, como Tarzán se va de una liana a otra, de un amor a otro porque las redes sociales son una amplio y global espacio, sin límites de distancia o de horario donde se puede impostar y alterar las apariencias.

Usted ¿ya tiene lista su liana por si rompe una relación amorosa, o lo mandan a volar, pero recurrirá a las redes sociales que son la selva de lianas?

[1]

BÉCARES, Guadalupe, El amor en tiempos de Instagram, 28 de agosto de 2019, https://ethic.es/2019/08/el-amor-en-tiempos-de-instagram/

[2]

BÉCARES, Guadalupe, El amor en tiempos de Instagram, 28 de agosto de 2019, https://ethic.es/2019/08/el-amor-en-tiempos-de-instagram/

OLGUIN Lacunza, Michel y Haydeé Gómez, (2022), Síndrome de Romeo y Julieta: enamorarnos de quien no debemos, https://unamglobal.unam.mx/global_revista/sindrome-de-romeo-y-julieta-enamorarnos-de-quien-no-debemos/

PUIG, Mario Alonso (2013) El sorprendente efecto Pigmalión o cuánto esperamos de los demás, https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/empecemos-por-los-principios/2013-07-23/el-sorprendente-efecto-pigmalion-o-cuanto-esperamos-de-los-demas_11190/

DIAZ, María del Pilar (2025) La liana de Tarzán, https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2025-02-10/que-es-sindrome-tarzan-rompe-parejas-milenial-centenial-1qrt_3972738/

[3] PUIG, Mario Alonso (2013) El sorprendente efecto Pigmalión o cuánto esperamos de los demás, https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/empecemos-por-los-principios/2013-07-23/el-sorprendente-efecto-pigmalion-o-cuanto-esperamos-de-los-demas_11190/

[4] DIAZ, María del Pilar (2025) La liana de Tarzán, https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2025-02-10/que-es-sindrome-tarzan-rompe-parejas-milenial-centenial-1qrt_3972738/