Ciudad de México.- Namanga es una comunidad ubicada en Kenia, se localiza a 163 kilómetros de Nairobi, la capital de ese país africano y se ubica en la frontera con Tanzania, las actividades económicas de su población son los safaris, de ahí que el turismo sea el detonante económico más importante para esa región.

Si bien no es una gran urbe, tampoco se puede considerar un pueblo en el olvido; la vida en Namanga es mejor que en muchas otras ciudades africanas, incluso de Latinoamérica; de ahí que la pobreza extrema no sea un flagelo para su población, como sí lo es para muchas comunidades de aquel continente.

Esta población en África toma relevancia para México porque hasta esas latitudes llegan los tentáculos de los cárteles de las drogas que operan en nuestro país.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos informó del desmantelamiento de un narco laboratorio en Namanga, Kenia, África, que vinculan al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y que fue reportado a través del informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos.

En dicho Informe se establece que este narco laboratorio fue identificado como una operación a gran escala relacionada con la producción de metanfetaminas y está marcado como la primera confirmación de actividades de este tipo por parte de un cártel mexicano en el continente africano.

Este centro de operaciones y producción de drogas sintéticas sería el ariete para lograr llegar a los mercados europeos, pero también para canalizar estos estupefacientes hacia el mercado de Estados Unidos, utilizando una intricada red de distribución por aire, tierra y mar.

El CJNG, conocido también como “El cártel de las cuatro letras”, ya no se conforma con abastecer de drogas a Estados Unidos, ahora también abre centros de producción y distribución en África, considerado como un punto estratégico para el tránsito de drogas hacia Europa, América, el suroeste asiático, pero expandiendo sus operaciones a la península Arábiga.

Lo anterior solamente es un botón de muestra de que estas organizaciones criminales no solamente se insertan en México como su plataforma de operaciones para surtir a los adictos de Estados Unidos, ahora también se expanden a nuevos mercados con un sistema que asemeja a las grandes corporaciones internacionales, con la salvedad que sus actividades son consideradas criminales.

Basado en lo anterior y luego de todo lo expresado en torno al campo de exterminio y adiestramiento en Teuchitlán, Jalisco, no puede sorprender que una asociación criminal, con esas capacidades organizativas, tenga la capacidad de ampliar su zona de influencia.

Esta información que da cuenta de la internalización del CJNG no solamente la tiene el gobierno de Estados Unidos, en su momento fue compartida con el Gobierno de México e incluso el 2024 se le notificó la detención en Kenia de un ciudadano mexicano que dijo participar en actividades delincuenciales y de reclutamiento para el CJNG.

Un grupo del crimen organizado con esa capacidad logística, financiera, recursos humanos y materiales; que requiere constantemente de personal para afianzar sus actividades no tiene el menor asomo de pudor para instalar un lugar como el que estaba en el Rancho Izaguirre en Teuchitlán.

Ya se sabe que en México las organizaciones son el quinto empleador más importante, con un aproximado de casi 400 mil personas trabajando en distintas actividades; la mayoría armada; con grupos entrenados ex profeso para el combate y la guerrilla urbana y rural, adiestrados en el uso de armamento de alto poder y con las finanzas holgadas para poder adquirir aquello que requieren.

Es imposible pensar que un poder acumulado en tan pocos años sea producto solamente del esfuerzo y de las capacidades de sus líderes; para alcanzar esos grados de penetración mercantil y lograr esa expansión en sus líneas de producción se requiere la complicidad de las autoridades de todos los niveles y de todos los colores partidistas, eso aquí, en Kenia y en Estados Unidos.

Así como son capaces de instalar un narco laboratorio en África, también tienen la capacidad para desarrollar un centro de entrenamiento en Teuchitlán, Jalisco; así como reclutan en el continente africano, también lo hacen en México.

Más allá de lo sorprendente que lo anterior pueda resultar para algunos, la realidad es que las actividades criminales se han insertado en la vida cotidiana y gracias a su capacidad financiera son capaces de sostener costosas tiendas de ropa donde adquieren vestidos de las marcas más prestigiadas, agencias automotrices donde compran las camionetas de sus líderes, pero igualmente tienen los recursos económicos para financiar campañas de diputados, presidentes municipales, gobernadores y hasta afianzar alianzas políticas con presidentes de algunas naciones.

Teuchitlán y Namanga son dos lunares en el cuerpo de uno de los grupos criminales de más rápida expansión en México y cuyo poder monetario es capaz de corromperlo todo.