Si Morena tiene a favor la tendencia creciente de su dominio electoral, también tiene en contra el inevitable choque para la definición de su candidatura a la gubernatura de 2027, lo que no ocurre en el PAN, donde la apuesta natural es el alcalde de la capital, Marco Bonilla.
Cualquier otro perfil menor, de hombre o mujer, panista o de la sociedad civil, por imposición desde el Comité Ejecutivo Nacional o resultado de un manotazo no previsto, sería antinatural e ilógico para el reto enorme que enfrenta el albiazul de Chihuahua.
Con 24 estados en el inventario de la 4T (23 de Morena y uno del Verde, con algunos perfiles de expanistas y expriistas al frente), dos del PRI, dos de Movimiento Ciudadano y cuatro de Acción Nacional, la entidad cobra una especial relevancia política para el PAN.
De las decisiones del albiazul depende el avance de la hegemonía morenista o un mínimo equilibrio; pues el mapa político nacional pinta de guinda casi todo el país, con un sobresaliente azul en el estado más grande de la república.
Su relevancia quedó de manifiesto en el informe de Bonilla -el primero de la actual gestión, el cuarto al hilo de sus dos administraciones- del pasado jueves, realizado en el Centro de Convenciones con alrededor de tres mil invitados, entre los que sobresalieron la gobernadora Maru Campos y el líder nacional del PAN, Jorge Romero Herrera, además de la excandidata presidencial de la alianza opositora, Xóchitl Gálvez.
Cuatro años en la conducción política y administrativa de la ciudad le dan al presidente municipal las credenciales para presentarse como el principal jugador de Acción Nacional en la sucesión de Campos Galván, tras diluir las resistencias dentro de su partido y posicionarse por encima de cualquier otro proyecto.
En ese lapso, Bonilla Mendoza se hizo de los hilos de un gobierno encampañado, lo que no necesariamente es malo ni cuestionable cuando las apuestas por el futuro no descuidan los problemas y las soluciones del presente.
Pero no es el alcalde-candidato un producto de los años recientes, sino, pese a su juventud, es el resultado de procesos políticos añejos que ahora lo colocan en posición de encabezar una batalla que ni siquiera las encuestas del PAN pintan de forma favorable.
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Bonilla Mendoza tiene una trayectoria relevante en el PAN desde sus primeros pasos en la política, ligada invariablemente a los temas de desarrollo social, participación ciudadana y gestión administrativa, lo que hoy es reflejado en las prioridades de su gobierno.
Fue director de Desarrollo Humano y Educación y regidor en el ayuntamiento de la capital, antes de convertirse en alcalde en 2021. Su ascenso político está estrechamente ligado a la gobernadora Maru Campos, con quien forma parte del grupo político más fuerte del PAN en Chihuahua y uno de los pilares del país, en especial desde la marejada morenista arrasadora desde 2018 y hasta la fecha.
Pese a que no todo su equipo ha dado los mejores resultados ni ha estado exento de errores, ha tenido los aciertos necesarios en su alineación con Palacio de Gobierno y en la definición políticas de seguridad, infraestructura y desarrollo económico.
En lo político, ha tenido respaldo panista sin regateos tanto en el cabildo como en el Congreso del Estado, mientras ha enfrentado críticas de opositores por el manejo del gasto público y las decisiones correspondientes al ámbito municipal; nada fuera de lo común, pero nada dentro de los resbalosos terrenos de la corrupción y las tropelías que sí enfrentan otras administraciones municipales o estatales.
Eso le ha permitido ser crítico consistente de la 4T en temas de seguridad, centralismo fiscal y distribución de recursos, aunque mantiene coordinación esencial en los programas federales que aterrizan en la capital del estado.
Sus tres informes anteriores y el primero de la segunda temporada muestran que mantiene un gobierno estructurado.
Primero fueron los ejes de seguridad; gobierno honesto, eficiente y eficaz; servicios públicos; obra pública; y desarrollo humano con énfasis económico. Luego evolucionaron, entre una y otra administración, al mismo delicado renglón de la seguridad; gobierno que escucha y resuelve; ingreso y prosperidad; calidad de vida; y funcionalidad urbana.
Sin ahondar en los detalles, es imposible no percibir que ha tenido éxito con la ratificación que obtuvo en 2024, para un nuevo periodo que concluye justo cuando comienza el siguiente sexenio estatal.
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Bonilla Mendoza ha mantenido, entonces, una administración con avances notables en infraestructura, bienestar social, digitalización y participación ciudadana, lo que se refleja en altos índices de aprobación, tanto de las encuestas como de las urnas a las que se ha sometido.
Sin embargo, enfrenta también estrategias opositoras que pretenden debilitarlo, pintándolo como un personaje más del PRIAN, otro político devaluado, un títere de grandes intereses superiores o un gobernante deficiente, cuando la realidad de la capital de Chihuahua, donde los actores políticos diversos han aprendido a coexistir y a enfrentarse de forma civilizada, muestra que tiene un aval social suficiente.
Sus adversarios seguramente no cejarán en los intentos por disminuirlo al ser quien representa la opción panista más fuerte, así que puede darse por descontado cualquier ataque proveniente de fuera del PAN.
Al ser natural la confrontación con sus opositores, el reto mayor del alcalde no es el desgaste que le puedan generar los ataques externos, sino la depuración y la construcción de un equipo sólido, que logre superar los radicalismos existentes en su grupo actual, tanto dentro del gobierno como del partido.
Porque sí es Bonilla el más viable panista para la gubernatura y cualquier otro perfil sería artificial, pero no debe descuidar que no es lo mismo conquistar la capital que otros municipios.
Por lo tanto, requiere de una operación al doble o al triple de la que tiene, para ir más allá de Riberas de Sacramento y de Mápula, límites autoimpuestos por su equipo, su función y su maquinaria, la cual, con fobias de lado, debe evitar encapsularlo para proyectarlo más lejos y generarle mayor roce social, tanto dentro de la capital como en las otras partes del estado.
Debe tener claro, suponemos, que su mención como el más factible, su constante presencia en las encuestas, su narrativa de alcalde de resultados, cercano, honesto y eficiente, no es todo para terminar de vencer y convencer, claro que primero dentro del PAN, donde no hay más caballos en el arrancadero, pero especialmente para salir a dar la batalla constitucional en la que su partido debe retener la gubernatura o conformarse con migajas.
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Más allá del personaje que se perfila para 2027 en el PAN e incluso más allá de imponderables que podrían limitarlo, la gran contienda por Chihuahua sin duda será entre el albiazul y Morena. No habrá otros factores reales en el juego más que los dos bandos definidos.
El PRI dirigido por “Alito” Moreno a nivel nacional y regenteado en Chihuahua por Graciela Ortiz y Alejandro Domínguez; y Movimiento Ciudadano, cuyas riendas llevan de forma errática y estridente los impresentables diputados Alfredo “Caballo” Lozoya y “Pancho” Sánchez, irán de adorno directo al ridículo, en el supuesto de que no negocien alianzas formales o informales aunque ya están bien aceitados por el PRIAN con magistraturas, juzgados y posiciones en el Congreso del Estado.
Por el lado de Morena, como decíamos al principio, su mayor reto es definir la candidatura a la gubernatura, en un juego interno rudo, hostil, por el pecado de meter en el mismo costal a expanistas, expriistas y morenistas más puros, que ni entre ellos se aguantan.
Su lucha interna será la verdaderamente interesante para saber en qué posición llega su candidato (o candidata) a la gubernatura; luego vendrá el reto de reforzar con buenos perfiles las candidaturas a diputados federales, diputados locales y alcaldes, para tratar de cerrar la brecha donde no tiene todo a su favor, como en la capital y otros municipios de mucho dominio albiazul.
Por el lado panista, es Bonilla el candidato a gobernador, si no aparecen duendes albiazules capaces de hacer una vagancia que terminaría por pagar muy cara el partido.
Y el reto, además de construir un equipo que vaya unido a la contienda de 2027, con base en acuerdos sólidos para el reparto de las diputaciones y ayuntamientos, es el tener la capacidad suficiente para apostarle no los kilos sino las toneladas a Ciudad Juárez, donde la desventaja panista es, hoy por hoy, una garantía para su derrota estatal.
Por lo tanto, como partido, el PAN debe tener claro que, además de no fracturarse al tomar una decisión ya naturalita y previsible, debe enfocarse en recuperar algo del terreno perdido en la frontera, plaza definitoria en materia electoral, que tiene algunos años pasándole costosas facturas al blanquiazul por su abandono.
La mitad de ese trabajo, desde ahora, le aporta el nombre de Bonilla al proyecto de Acción Nacional, como ningún otro u otra que quisiera hacerle sombra.