Puede ser el preso de mayor importancia en este momento… puede considerarse el acusado de mayor peso entre los mafiosos del narcotráfico del mundo, pero hay, aún a estas alturas, una nube de preguntas sin respuesta. Sabemos que nos las habrá, no, al menos, en el corto tiempo.

Durante los últimos ocho días, el preso número 1 de Estados Unidos ha permanecido en los titulares y primeras páginas de los medios más importantes del mundo. No es exageración.

Tampoco es para menos: está a un paso de armar un escándalo de dimensiones insospechadas. Los más escépticos se atreven a decir que en boca de un delincuente no hay credibilidad.

Pero los más críticos, advierten un verdadero temblor político, porque su “libreta” de apuntes tiene más nombres que Epstein en su isla maldita; tiene más partidas que Bloom en sus secretas noches de póker y más revelaciones que una auditoría de Segalmex.

Y hay tela para cortar durante muchos meses más. Ismael “El Mayo” Zambada, quien el lunes pasado se declaró culpable de dos cargos en una corte de Brooklyn, Nueva York, hoy por hoy tiene el poder de la información.

Muchos analistas coinciden en que quien tiene la información tiene el poder. Puede ser que los escépticos renieguen de la credibilidad de un criminal, pero de que va a poner a temblar a medio mundo (literalmente-medio mundo), nadie lo duda.

Dejemos a un lado el esquema legal -del que habrán de hacerse cargo jueces y abogados- que tendrá sus propios tiempos. Vamos un poco a las cifras que, de entrada, escandalizan y asombran por las dimensiones de riqueza y dispendios.

Tendrá cadena perpetua. No hay duda. Negoció evitar la pena de muerte, que era casi seguro. ¿A cambio de qué? Aunque sus abogados dicen que El Mayo no dará nombres, porque obran ya en el expediente, los aludidos -ocultos en la libreta del capo-, pronto serán revelados. O un poco después de “pronto”.

Confesó dedicarse al narcotráfico durante medio siglo, de 1969 al año pasado, cuando lo detuvieron en Texas. Son 54 años. Dijo que en ese tiempo, según su propio testimonio, traficó mil 500 millones de kilos de cocaína principalmente a Estados Unidos.

De acuerdo con su dicho y descrito por todos los medios que cubrieron la audiencia, traficó unas 34 toneladas de droga por año, a partir de 1980, cuando empezó con el negocio “en grande”.

Su fortuna, dice Forbes, lo coloca como el tercer ser humano más rico de México. De hecho los fiscales de Estados Unidos le exigen una multa de 15 mil millones de dólares, nomás para darnos una idea del imperio que formó el capo.

A algunos analistas financieros les encanta especular con las cifras y, recogiendo algunos datos, vale la pena saber qué se puede hacer con esa cantidad de dinero que, también con base en especulaciones (porque como es dinero que no está registrado en Hacienda no se puede saber si es todo lo que es), alcanza.

Uno: con ese dinero alcanza para dar educación a cerca de 400 mil estudiantes de preparatoria y universidad; dos: se puede alimentar a 150 millones de seres humanos en un día, es decir, a toda la población mexicana.

Tres: se pueden construir 100 universidades, o 15 mil viviendas, o también pavimentar 30 mil kilómetros de carretera… con esa fortuna se pueden activar 37 millones 500 mil salarios en un día o quizá se podrían invertir en la instalación de 3 millones de hortalizas.

Según el capo, se arrepiente de haber dañado a la gente en los países donde sus drogas causaron la muerte. Sólo basta mirar en México, a simple vista, a estados como Sinaloa, Durango, Nuevo León, Sonora y Chihuahua, para darnos una idea de ese monstruo de mil cabezas porque, en los estados fronterizos, como Chihuahua, el daño ha sido terrible.

Dicen las autoridades de Estados Unidos que El Mayo y sus socios inundaron a ese país con droga, apoyado por funcionarios corruptos que estuvieron al servicio del cártel que encabezó el capo. Nadie lo duda. Es más: siempre fue un secreto a voces.

Que se preocupen los que lo ayudaron, porque seguramente sus nombres están en esa “libretita” de apuntes que ya debió haber leído el juez Cogan y los fiscales norteamericanos.

La pregunta salta de inmediato: ¿qué autoridades norteamericanas también están en esa libretita? Porque la droga, que durante casi cinco décadas entró a Estados Unidos, no apareció con un sombrero de mago medieval.

Esa droga no llegó a Estados Unidos por una falla de la Matrix ni hubo alguna máquina del tiempo que la transportó sin que nadie se diera cuenta. Vamos: de que hay involucrados de este lado de la frontera… ¡pues claro!, porque cuando la alberca se llena de agua, el trampolín se usa. ¿Y de aquel lado?

Así que, para que la droga se venda, es que hay consumidores y si el mercado salpica ganancias… ¿quiénes dejaron entrar a Estados Unidos los grandes cargamentos? Mil 500 millones de kilos no caben en una cajuela… falta esa respuesta. Al tiempo.