El domingo de ramos, Jesús tuvo su entrada triunfal en Jerusalén; un día anterior estuvo en la aldea de Betania con sus amigos, donde se ofreció una cena, y María le unge con un perfume carísimo.
Entra a Jerusalén en un asno prestado, el cual nadie había montado, y se comportó manso, mostrando así, que la creación le reconoce y obedece. Los militares usaban caballos, pero él viene como Príncipe de paz. En lugar de alfombra y flores aromáticas, el pueblo llano, tiende sus mantos por el camino y cortan ramas al paso de Jesús.
Al anochecer regresó a Betania, (1.2 Km. de Jerusalén) con los doce. Un día lunes, maldijo una higuera de la cual esperaba comer, pues tenía hambre; a principios de abril había especies con hojas que daban fruto. Al no hallarlo, la maldice; y representa al pueblo de Israel, y a los fariseos de gran hipocresía y oraciones estériles. Dios busca en nosotros fruto; porque la tierra que no da frutos, sino espinos, su fin es ser quemada.
Diógenes de Sinope con lámpara encendida en pleno día, gritaba: “busco a un hombre”. Se han perdido valores como la lealtad, integridad y empatía. No estaba tan equivocado, no se necesita tanto para ser feliz: Jesús nació en cuna prestada, predicó desde una barca ajena, montó un asno prestado y fue sepultado en un sepulcro donado.
En su estancia en Jerusalén, Jesús, echó fuera del templo a los que vendían palomas y comerciaban; hacían de la Casa de Dios mercadería; volcó las mesas de los cambistas diciendo: “mi casa, casa de oración será llamada” Abusaban del templo, haciéndolo cueva de ladrones. Las iglesias no está exentas, pues mientras sus ministros usan camionetas lujosas y habitan ostentosas casas, algunos feligreses no tienen para comer o el gas para cocinar. Mientras ellos acuden a hospitales de lujo, estos acuden a las similares. Así que, en lugar de exigir el diezmo, deberían ser ricos en buenas obras, generosos dadivosos (…) Por lo cual Santiago acusa a los ricos explotadores que sus riquezas están podridas.
Después de volcar las mesas de mercaderes en su sagrada ira, los escribas y principales buscaban como matarle, pero le temían porque el pueblo admiraba su doctrina. Por lo tanto, le preguntaron, ¿con qué autoridad haces estas cosas? Jesús contesto: Os haré yo también una pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿Era del cielo o de los hombres? Y ellos discutían entre sí: Si decimos del cielo, él dirá, ¿por qué pues no le creísteis? ¿Y si decimos de los hombres? Temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta. Así que, dijeron: no sabemos. El dijo: “tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas”.
Después fariseos y herodianos, le cuestionaron si, ¿es lícito dar tributo a César o no? El percibiendo su hipocresía dijo: ¿Por qué me tentáis? tráiganme la moneda para que la vea… ¿De quién es esta imagen y la inscripción? De César, dijeron ellos. “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, frase que ha enriquecido la literatura.
Después viene el Gran mandamiento, que reduce toda la ley en amar a Dios con todo el corazón, la fuerza y nuestra mente, y al prójimo como a uno mismo. El médico Lucas, dice que fue un intérprete de la ley-un exégeta- quien hizo la pregunta: ¿Cuál es el gran mandamiento? Y al cuestionar ¿Quién es mi prójimo? a lo cual, Jesús, lo ilustró con la parábola del buen samaritano: un hombre cae en manos de ladrones que le despojan dejándole medio muerto. Pasó por ahí un sacerdote y viéndole se fue; también un levita -de la parafernalia del culto sagrado- y viéndole, no hizo nada.
Pero un samaritano, – judíos mezclados con otra raza- que iba de camino tuvo compasión de él, vendó sus heridas, lo montó en su cabalgadura y lo llevó a un mesón, y diciendo al mesonero: cuídalo y todo lo que gastes demás te lo pagaré cuando regrese. Los judíos no tenían por prójimo a quien no fuese de su nación. Cristo enseñó la caridad a cualquiera en necesidad, sin importar raza, credo o nacionalidad.
Hemos aceptado con naturalidad la violencia; a los ladrones no les basta robar sino que golpean a la víctima dejándolos mal heridos, y nadie interviene; la policía llega para armar un espectáculo cuando ya no hay nada que hacer.
Al fallecer una indigente, frente a oficinas del (HUD) Departamento de Desarrollo y Casa de los EE.UU. Acudieron ambulancias, policías y equipos de rescate. Un reportero del NYT, que estaba en la escena dijo: Es sorprendente cuanta ayuda puede recibir una persona al momento de morir, pero ni un céntimo de eso por adelantado.
Sirva este sencillo escrito de reflexión, en Semana Santa.